domingo, 9 de junio de 2024

REFLEXIONANDO

         Hacen falta vida, tropiezos, renaceres, pieles, lagrimas saladas y dulces, abrazos, fracasos, aciertos, risas, gemidos, noches sin dormir, dulces y saladas, velas blancas, arrugas y personas que dejen huellas saladas y dulces, para comprender cómo funciona esto de los quereres, y cambiar las prioridades, porque la vida puede ser muy corta, y cuando entiendes las preguntas, faltan 10 minutos para que acabe el examen.

         Hoy reflexionaba sobre una conversación que no sé si  tengo pendiente, con alguien a quien no sé cómo encajar en mi vida, y me he vuelto a dar la absolución antes de condenarme. O no. Recordé que de pequeña me costaba equivocarme. Miento, me equivocaba perfectamente y a menudo, pero no sabía reconocerlo sin hacerme daño. Los que saben lo explicarán como una mala gestión de las heridas de la niña que fui, o alguna hipótesis freudiana. A saber. A mi me complicaron la vida. De medio mayor, mi pequeño monstruo  interior me dio problemas: me volví quisquillosa y enfadona, pero a base de práctica, logré sentirme cómoda discutiendo. Demasiado, tal vez. 

          Ahora, madurada en barrica de maderas nobles, macerada en  dulces y salados, todo ese entrenamiento del ego me ha proporcionado herramientas para salir de situaciones realmente complicadas, perdonándome  los errores como primera opción, con su pertinente penitencia si es necesario, pero siempre benevolente con mi bicho interno.

          Mi reflexión de hoy mastica el último dilema: no sé si me engañó el corazón, o tú. O ambos. Nunca lo sabré. Y a este paso, tú tampoco.

           En diez minutos nos recogen el examen. Suerte, caro
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