jueves, 3 de julio de 2014

ALICIA

     A veces, la vida te pone por medio personas a las que merece la pena conocer...y quedártelas

     A mí me llevaron una a casa cuando tenía 22 meses. Una recién nacida rubita, pelona, a la que, por alguna razón, mis padres echaban más cuenta que a mí. O casi.

     Me dijeron que era mi hermana, pero no supe hasta mucho tiempo después que fue uno de los mejores regalos que me hicieron nunca.

     La convivencia fue complicada, porque ella es muy difícil, así que nos mecimos entre jugar a las casitas con los cojines del sofá, los barriguitas y los cromos...y las ganas de sacarle los ojos cuando tumbaba mis peluches en la litera, o se ponía mi ropa a escondidas. Y sin esconder.

    Pero, miserias de adolescentes aparte, tengo que reconocer que es una de "mis personas". Capaz de adivinar  si me pasa algo por el tono de mi voz, que me dirá sin reparos si mi falda es demasiado corta a los 60, o si no le gustan las libertades que doy a mis hijos, con la misma naturalidad que presume de las cosas que hago bien.

    Desde que no me chincha,  o sea, desde que me emancipé de nuestra habitación compartida, respeta mi espacio, permaneciendo cerca. Es una hijaza, madraza, y tiaza, que ejerce de hermana mayor, sin serlo, porque heredó la vocación acogedora de la abuela Monte. Las puertas de su casa nunca se cierran para los suyos.

    Celosa de su intimidad más  íntima, consigue que los demás le confiemos la nuestra, sobre todo porque sólo conozco dos personas capaces de guardar un secreto igual que ella.

    No hablo de lo guapa que es, porque de alguna forma tengo que chincharla yo...

    Sensible, pero con unos redaños que asustan, y tan fiel a los suyos que, si te admite en su manada, sacará las uñas ante cualquiera que ose  mirarte mal.

    Disfruta tanto dando sorpresas como destripando las que le prepares, pero si lograra sorprenderla,  me gustaría regalarle una vuelta al mundo, por tierra, mar y aire,  llevando una cámara de memoria ilimitada, y un cuaderno de viaje de miles de páginas.

    Sé que la tengo descuidada, y que me lo perdona. Por eso me  sigue llamando aunque yo no lo haga.

    Hoy quiero decirte, Ali, que te quiero mucho más de lo que te demuestro, que mi mano estará siempre  dispuesta para que te agarres, y que llevas razón en muchas cosas. Aunque nunca lo reconoceré...

   
Deseo que compartamos muchos años, que lleguemos juntas a viejitas y abracemos a nuestros nietos, y nos riamos de cómo chochean nuestros maridos.

    Así que, el sábado, te daré el abrazo que no puedo darte hoy, y brindaremos por ello, con tu rubio,  mi calvito, y nuestros cuatro tesoros.

    Un beso grande, hermanita. ¡Feliz cumpleaños!