jueves, 26 de abril de 2018

MI PROBLEMA

                    Tengo un problema.  Es parecido al del padre que intenta convencer a su hijo de que es mejor estudiar, como el ingeniero que le sirve la hamburguesa, que vivir de hacer el payaso en una televisión putrefacta, que normaliza el analfabetismo y la misoginia como  forma de vida.

                     No tengo ni idea de cómo explicarle a mi hija de catorce años, a sus amigas, a las jóvenes que conozco, que la salvajada que la manada le hizo a esa chica no es violación. Que en este país, su libertad para divertirse llega hasta donde se crucen con un salido salvaje, al que la justicia apoya en su idea de que puede hacer con sus cuerpos y sus  dignidades, lo que le venga en gana. 

                     No soy ducha en leyes, pero entre las diferentes opiniones sobre la indignante sentencia que he escuchado, las hay de gente de bien  que si que entiende, y me ha parecido entender que la diferencia entre abuso y agresión sexual, es que exista situación de  violencia o intimidación. Y ahí es cuando se me hiela la sangre. Los magistrados que sentencian entienden que una chica de dieciocho años (¡¡dios, que no es menor por semanas o meses!!...), bajo los efectos del alcohol, ingerido voluntariamente, porque  le dio la gana, rodeada por cinco supuestos hombres (cinco, señores, contra una...) que la "invitan" a meterse en un portal sujetándole las muñecas, y que la desnudan sin que ella pueda reaccionar por el miedo y la borrachera...pueda no sentirse violentada o intimidada.

                    Una mujer que se pasea con una falda corta y un buen escote, intimida el sentir de las personas bienpensantes, y, sobre todo, violenta la paz genital masculina. Pero que te soben y te desnuden entre cinco bestias en un portal, no es violento. Ni que los mismos  cinco animales se turnen  para penetrarte. Eso tampoco es violento, porque seguro que esa chica, de dieciocho  años, lo hace  cada fin de semana, como todas, que somos unas zorras potenciales. No creo que me sintiera intimidada porque cinco depravados hicieran con mi cuerpo lo que les salga de las pelotas aprovechando que no soy capaz ni de gritar. Ninguna mujer, mucho menos una experimentada hembra de dieciocho años, en su sano juicio, sentiría miedo, ni pensaría que va a terminar violada, y apuñalada en el fondo de un pozo. Seguro que disfrutó mucho pensando que podían ser sus últimas horas, con cinco penes para ella sola.  

                   Repito, no sé cómo explicarle a mi hija que su libertad está acotada y restringida respecto a la de su hermano, aunque su padre y yo les eduquemos con los mismos principios. No sé explicarle que cuando ella salga con sus amigas, o sola, vamos a sentir más miedo que cuando salga su hermano.

                  Tampoco sé como decirle a mis padres que no se preocupen, que aunque vuelva sola a mi casa de soltera, de madrugada, no hay mayor problema que cuando lo hace mi hermano o mi exmarido.

                  No me parece justo que si esta noche, en la fiesta a la que voy, conozco a alguien que me atraiga lo suficiente como para desear acostarme con él, sea el miedo a que me pueda hacer daño lo que me frene. Porque todavía no he escuchado a ningún amigo que haya sentido eso. Amigas, muchas. 

                  Me parece rocambolesco que cuando me separe de la  amiga con la que salgo, tenga que caminar con el móvil en la mano, listo para llamar pidiendo ayuda, y que haya mecanizado ya el gesto de mandarle un mensaje cuando llego a casa, sana y salva, y no dormirme hasta recibir el suyo. Tampoco conozco a ningún amigo que lo haga.

                  El miedo coarta mi libertad, y el miedo deriva de la impunidad con la que se puede atentar contra mi cuerpo, y esa impunidad  viene del sentir social de que las mujeres somos distintas a los hombres, claro, pero inferiores. 

                  No sé como explicarle a mi hija que hay más manadas sueltas por ahí, buscando presas, y que la sociedad en la que vive no hace nada por protegerla.

                  Hoy voy a salir, sin pareja, con ánimo de conocer gente nueva, y probablemente  vuelva con miedo, porque la sentencia de hoy ha sido un bofetón a las mujeres, una advertencia, un aviso: las manadas no agreden, sólo abusan.