martes, 20 de febrero de 2018

CARNE Y PESCADO

         Tantas veces me lo habían propuesto que ya me lo tomaba como otras de las cosas que los hombres piden en la cama...No era precisamente una mojigata, ni tenía problemas para decir sí o no, y establecer mis límites, pero nunca se me dieron  las circunstancias para probar la carne y el pescado juntos...hasta hoy. 

          Tú, mi amigo con derechos recientemente adquiridos de revolcones esporádicos me habías invitado a una fiesta que daba un colega tuyo en su casa, un ático muy chulo con terracita que no daba a ninguna parte en especial, pero dejaba ver el cielo. Mucha soltero eterno y  recién divorciado, ellos y ellas, con ganas de empezar la primavera. Y cerveza, y vino, y chupitos. Y sobra ropa, y faltan sofás y hay que apretarse. Y las manos y las piernas se van acomodando en los huecos, juntándose y mezclándose según van dando premiso las miradas, y música, y risas,  hasta que aquello va siendo una amalgama de gente que se va pegando y despegando, oliendo, acariciando...y poco a poco algunos desaparecen, de en dos,  o de tres en tres. Algún uno desilusionado. 

           Cuando entramos, hace horas ya, parecía que saldríamos juntos de allí en poco tiempo, pero hace ya rato que no lo tenemos tan claro. Demasiada gente a la que gustar y que nos gusta. Y he dicho gente, no mujeres ni hombres...

          En una de mis visitas al aseo, hay tres o cuatro esperando, y ya no aguanto, así que busco a ver si donde creo que está el dormitorio, hay otro baño. Lo hay, pero al lado de la cama, donde interrumpo a una pareja que no pensó en cerrar la puerta...Lejos de cubrirse o detenerse lo más mínimo, la chica, que estaba tumbada bajo una espalda tatuada, y con las piernas casi en su cabeza, me sonrió lánguidamente, y me hizo señas para que entrase al baño...sin problema... tú a lo tuyo. 

          Una vez hice caso a mi vejiga, otras partes de mi cuerpo me reclaman. Supongo que la culpa es del calor, las copas, el roce constante con cuerpos atractivos que sonríen y huelen, y miran con hambre, y la expectativa de terminar la noche en la cama contigo, que era la idea del plan de hoy...El caso es que la expresión que me regaló la chica de la cama cuando me miró de arriba abajo al pasar por su lado, me resultó más excitante de lo que pude prever. y antes de subirme las bragas, no quise evitar tocarme con demasiada intensidad. Obviamente aquella situación me gustaba, y escuchar los gemidos de la pareja, y los vaivenes del colchón, no ayudaban a calmarme. Reconozco que tuve que acariciarme unos muchos segundos, y cuando decidí que aquello sólo lo arreglaba un polvazo,  fui a salir, pero aquel chico se contorsionaba sobre ella en pleno orgasmo...no me pareció elegante interrumpir el momento...ni perdérmelo...

          Cuando los oí terminar, tiré de la cisterna en forma de aviso, y salí  disculpándome discretamente. Los dos sonrieron sin importarles mucho, pero al pasar por su lado, la chica del chico tatuado también por delante, acarició mi muslo entre mis piernas. Su cara de complacencia me pareció lo más erótico que había visto en mucho tiempo.

         Te busqué con prisa, me restregué descaradamente contra tu entrepierna y te metí la lengua hasta la campanilla, antes de decirte, que nos íbamos ya...No dijiste ni mú.  De acuerdo en todo. Pero al coger mis cosas me di cuenta de que mi móvil seguía en el baño. Medio colorada me fui a buscarlo. La cama  revuelta y había luz en el lavabo. Toqué la puerta, y abrió ella, con la toalla de haberse duchado, y me sonrió haciéndose a un lado para que entrase. Me disculpe, y empecé a mirar por donde estaba el teléfono, hasta que de medio guasa me preguntó si buscaba...lo tenía en su mano. Se deshizo de la toalla y se lo colocó entre sus  muslos, invitándome con los ojos a que lo cogiera. 

          En cualquier otro momento de cualquier universo, yo habría contestado cualquier barbaridad antes de irme con un portazo, pero no....me acerqué mirándola a los ojos, con la mano en su cuello la besé sin poder remediarlo, despacio, suave, sensual,  mientras la otra mano sacaba mi móvil de su entrepierna con vaivenes del dorso de mi mano en su vulva. No sé cual de las dos estaba más sorprendida en ese momento con mi actitud.

          En lugar de vestirse, me desnudó, y mientras yo la acariciaba, me dejaba hacer por ella que, evidentemente, era la que sabía de aquello.  

         Como yo tardaba, nos sorprendiste en el mismo cuarto sin cerrar, con su cabeza y sus manos entre mis piernas y todo el resto de mi cuerpo esperándola,  a ella o a ti. Tú sí cerraste la puerta, aceptaste la invitación, y aquel fin de fiesta  sensual e inesperado  fue el principio, la puerta abierta a mi gusto por el pescado, casi tanto como la carne. 

         Casi.