lunes, 29 de febrero de 2016

COPIA Nº 98

                     Hay quien piensa que la mejor parte de la vida es la infancia, esa en la que las decisiones las toman por ti, los miedos se resuelven encendiendo la luz, y de los peligros y los problemas se encargan papá y mamá.

                     Yo nunca pensé así. Creo francamente que cada edad tiene algo fascinante, y que el paso entre una y otra consiste en dejar  cosas para empezar más. Las etapas. La madurez. 

                     De hecho, pensé que lo estaba haciendo bien, y me gusta la vida que he llevado, en su mayoría. Pero ha sido ahora cuando he descubierto una de las claves. Para que la vida no pierda brillo,  para que no se vaya decolorando , hay que salir de la burbuja. Hay que arrancarse las pieles para mudar de fase, como las serpientes. Desprenderse de lo que envejece, de lo que ya no funciona, para levantarse todos los días con ganas de más. Practicar el desapego, que no es lo mismo que el olvido o la falta de amor. Hay que ser conscientes de que venimos al mundo sin nada, y nada nos vamos a llevar, salvo los momentos vividos. Nada...ni nadie nos pertenece.

                      Pero claro, eso duele. Salir a la calle con la piel recién desenvuelta, duele, pica, quema. Hay que dejar atrás sitios, personas, afectos, amigos, costumbres y hábitos, y salir de la tan moderna zona de confort.  Nadie es imprescindible, nadie se muere por nadie, ni por ti, y no hay que hundirse con el barco. 

                      La sonrisa  no es la consecuencia de la buena vida, sino el instrumento para disfrutarla. Si extravías la tuya, te buscas otra, o te la pintas. Que resulta que aquel que siempre te la devolvía deja de hacerlo, pues sonríes hacia otro lado.  Alguien se encandilará con ella.

                      Y si escribir algo bueno hace que te lo creas, pues lo copias  cien veces, a ver si el hábito hace al monje. Yo ésto ya lo he escrito 98....y me lo creo casi del todo.

SOLEDAD

                               
                La Soledad sentida, es una asesina del alma, cruel, intensa, envolvente y alevosa. Y no me vengan con patrañas sobre las excelencias de la soledad elegida, porque esa situación tendrá otro nombre, pero no Soledad. 

                A esa mala arpía nadie la elige,  que los humanos necesitamos de la compañía de nuestros semejantes para  no volvernos locos, vacíos y podridos por dentro. La interacción y la empatía van impresas en nuestros cromosomas,  porque somos un bicho social.

                Duele mucho sentirse solo, sobre todo rodeado de gente que te quiere, pero que no está,  que ni adivina el vacío que, irónicamente, te llena.

                La Soledad es precipitarte en un pozo oscuro hacia tu propia destrucción, sin ver alrededor más que paredes  lisas, negras, resbaladizas, y tener la certeza de que nada frenará tu caída. 

                Es, además, una pésima consejera,  porque culpa a todos los felices de la ignominia de tu vacío, y crea tensiones, fantasmas y guerras contra quien no busca ofenderte. Te enrocas. Te guardas. Te escondes.  

               La puñetera Soledad, la ausencia de calor cercano, es el sendero más directo hacia la depresión, y de esa casilla del  tablero es muy difícil salir. Mucho. Pero es lo arriesgado de la vida, que si apuestas fuerte a una sola ficha, puedes perderlo todo. Y esa tempestad en el alma del que lo ha perdido todo, arrasa vidas

              Así que no me vengan con patrañas. La Soledad, la de verdad,  nunca es una elección, porque duele y mata, y elegirla sería un suicidio, no un refugio ni una solución.

ARRITMIAS

                 Creo que me estoy curando de ti, cielo. Franca y lastimosamente, lo creo.

                Cuando enfermé de ti, mi dolencia principal acaparaba todas mis fuerzas, y apenas era consciente del mal que me hacía tu retirada de cada una de las ventanas por las que, solo a veces, me saludabas. Casi no dolías. Era algo así como una extrasístole en medio de una insuficiencia cardiaca aguda. 

                 Luego, mi corazón se estabilizó,  me fui rehabilitando, y entonces las arritmias se hicieron notar....pero aunque preveo secuelas, voy a curarme de todos los daños. Voy a salir de ésto porque me hicieron de buena madera. Tendré que cuidarme de por vida, y evitar esfuerzos a mi miocardio, para no recaer de la insuficiencia, pero la ablación que me haces del nodo, amenaza con controlar la arritmia. Siempre supiste acabar lo que te propones.

                 Solo quería darte el parte médico, para tu tranquilidad y mejor olvido, que adivino añoras...

miércoles, 10 de febrero de 2016

¡AL CIELO CON ELLA, ANTONIO!

                               Si hoy sentís que las campanas tañen  tristes, que el viento llora por las esquinas, y hasta el cielo precisa llover, no estáis locos. Son las calles de Sevilla, de luto por Antonio López, capataz de buena ley.

                               La casualidad quiso que se fuese un día antes de la Cuaresma, pero algunos sospechamos que no ha sido coincidencia. Que Antonio tenía una pena grande, porque este año su salud no  le permitiría ir delante de ningún paso, y que miró al cielo, y los de arriba, que tanto lo quieren por cómo los paseaba por su Sevilla, se lo han llevado para que contemple con ellos  la Semana Santa, desde el Palco de Autoridades, entre su Virgen de las Angustias y el Señor de la Salud.

                               El López  deja decenas de huérfanos aquí abajo. Los cuatro que crió con su Carmen, y todos los que acogió en cada trabajadera de tantos  pasos que acompañó, porque decía que él no los mandaba, que él acompañaba a su cuadrilla, que sus costaleros del alma ya sabían lo que tenían que hacer.

                               ¿Qué decir que no se haya dicho ya de ti, con mucho más talento que el mio? Sirvan estas líneas para despedirme,  junto con las lagrimitas que  se me escaparon. Me quedo con cada sonrisa que me regalaste, con cada piropo de padre, y el cariño con el que me llamabas tu médica, aunque nunca te haya recetado ni una aspirina.

                                Me quedo con el Antonio  de la familia, el abuelo de mis sobrinos, confiando en que nos eche una mano desde donde esté. Los que te apreciamos, consolaremos a los que dejas aquí. 

                                ¡Al cielo con Ella, Antonio!
                                 
                               
                                 Al cielo, Antonio. Con Ella...

martes, 9 de febrero de 2016

LA LUZ JUSTA

               Jugar con la luz puede resultar un truco de belleza fascinante. Utilizada con buenas artes, alisa la piel  ajada, alarga las sombras de las curvas precisas, destaca la turgencia de los senos, la fortaleza del brazo, la tersura de una nalga...

                Esa misma luz, que por exceso puede arruinar el momento, esclareciendo imperfecciones de la ilusión que manejas de su cuerpo (o del tuyo), puede, por defecto, enmascarar los castigos del tiempo y la saturación, creando fantasías y deleites,  con rostros y cueros sumamente deseables a la vista de los que tienen  la suerte de vernos con la luz justa. 

                Por eso, Cari, y dando por sentado que me  deseas incluso en situaciones extremas, que te conozco, y que  tú me gustas hasta vuelto del revés....haz el favor de instalar ya las lámparas del dormitorio... Cari. 

lunes, 8 de febrero de 2016

EL JARRÓN ROTO

                 No sirve para tener el corazón roto. La falta de costumbre, supongo. No sirve, y por eso, a ratos, no sonríe. Roto el corazón porque le duele sentir la magia que ya no compartes, y es consciente de que puedes ser el mejor Tú sin ser con ella.

                 Se le ha roto el jarrón, ya no tiene arreglo. A un papel arrugado no se le quitan las marcas, por mucho que lo planches. Cuando te han besado con tantas ganas, cuesta aceptar los besos vacíos, con intención de amarla, pero solo queriéndola.

                 Ha llegado a perder la cabeza, lo sabes bien, y su vergüenza  por ello la empuja hacia el fondo; pero ha ganado en templanza y grandeza de miras todo lo que perdió en lágrimas. 

                 Debes entender que, por mucho que uno insista, no se enamora de quien pretende hacerlo, y ella ya no se siente a la altura. Le conmueve,  tanto como le hiere,  tu empeño en buscar la llama,  y se le amarga el ser por ello.

                 No podrás enamorarte de su amargura,  alimentada por su corazón roto, que lo rompió la certeza de tu desenamoramiento,  que tú intentas remediar,  pero no  puedes enamorarte de su amargura,  que se alimenta  de su corazón roto....y así hasta el infinito.

                 Saldrá del pozo, seguro, y encontrará amores  a su antojo. Pero es probable que el tuyo  esté ya ocupado para entonces, y ni siquiera te des cuenta de que volvió. Esa certeza le está anestesiando el corazón, le agría la existencia, y tú no podrás enamorarte de su amargura....

                 No sonríe. A ratos no sonríe, porque nunca  había tenido el corazón  roto, y no sabe qué hacer con los pedazos.

lunes, 1 de febrero de 2016

NO ES UNA ELECCIÓN.

                       Soy mujer, de izquierdas, y atea.  Defiendo el derecho al aborto,  y la muerte digna, siendo médico. No reconozco la autoridad de mi marido, mi padre, o ningún  hombre sobre mí. Me encantan los escotes, las minis y los tangas. Y  vivo en Al Andalus. 

                      Imagino que si el ISIS cumple sus amenazas, o empìezo a correr, o  voy a durar poco.

                      Entiendo que el miedo a que te liquiden  y a que tu familia padezca los horrores de una guerra,  son razones más que suficientes para  que miles de personas como cualquiera de nosotros, intente encontrar refugio en Europa. Yo lo  haría.

                      Europa, el continente de la cultura, la civilización, la democracia...Y ahora, de la vergüenza.

                      Nos damos golpes de pecho ante titulares que hablen  de las víctimas de las guerras, nos escandalizan los expolios  y la destrucción de obras de arte... y de personas, claro...Pero no nos pudrimos en nuestra culpa cuando esos mismos noticiarios cuentan las medidas que países civilizadísimos, supuestamente dignos de  admiración, y vanguardistas en derechos humanos, están poniendo en práctica  contra esos desgraciados que huyen del horror, como tendría que  hacer yo, o usted, en su situación.

                      No puedo imaginar, porque me aterra, lo que debe suponer salir corriendo, dejar atrás mi casa, mi trabajo, mis amigos... o las cenizas y los escombros de  todo ello. Cargar con el escaso  tesoro que pudiese salvar y el peso de tanto dolor, y que al llegar a un supuesto refugio, me requisen todo lo que tenga algo de  valor, me pongan una pulsera identificativa, me nieguen la posibilidad de  mantener junta a mi familia por unos cupos arbitrarios, me insulten y me agredan, me imputen las culpas de otros que aprovechan el río revuelto para delinquir, y me hacinen en un campamento, fuera de la vista de los europeos decentes.

                      Señores europeos: si confiscan mis bienes para sufragar los  gastos de mi manutención, no soy refugiada, soy huésped, y como tal, tengo derechos. Si necesita identificarme, pida mi DNI, no me anille como a los pájaros, ni me etiquete como hacían con la estrella de David a los judíos,  repitiendo tamaña crueldad. Si busco auxilio, no pienso dejar atrás a mis hijos. Irán donde vaya yo, porque no concibo otra opción humana. Y si molesto a la vista de sus  ciudadanos privilegiados, a lo mejor hay que bajarles los humos, y concienciarlos a ellos, en lugar de ocultarme a mí.

                       Señores europeos: los refugiados no son el enemigo, sino el monstruo que los hace huir. Pero no hay arrestos para enfrentarlo, porque a los que llevan las riendas, se les fastidiaría el negocio.  Caín mató a Abel por un  plato de lentejas, y nosotros seguimos aniquilándonos por  codicia. Nos quedamos con las peores partes de la Biblia...

                       
                        Por último, señores europeos, ser refugiado no es una elección. Más bien es como el cáncer: piensas que no, pero mañana te puede tocar a tí.