miércoles, 25 de noviembre de 2020

NO ES NO

             Querida amiga, hermana, prima, sobrina, compañera, hija, madre, desconocida...mujer: NO ES NO. Puede parecer una obviedad, una frase hecha, algo innecesario de argumentar, porque lo suponemos innato en nuestro comportamiento y en la generalidad de nuestras relaciones...nada más lejos. 

             A mis casi 50, me asombra, y disgusta sobremanera, descubrir que todavía tenga que aclarar que NO ES NO. Y eso que fui afortunada, ya que mis "no es no" han sido anecdóticos, porque he dado con hombres correctos y sensatos, aunque a veces pecasen de ignorancia o malas costumbres, que llevaron a la discrepancia. Nada irremediable. Alguna imperdonable.

             Estimado "lo que seas" en mi vida, futuro, presente o pasado: si salimos a cenar, y coqueteo contigo, como tú conmigo, pero no dejo que me toques, ni te invito a mi cama...NO ES NO. Y no soy una mojigata. Si me apetecen besos y manos, y dejarlo en eso, aunque tú quieras seguir, NO ES NO. Y no soy una estrecha. Si nos desnudamos y nos apetece sexo, y empezamos, pero después no quiero seguir, NO ES NO. Y no soy una calientacriasdegallina. Si a pesar de ser revolcamigos, un día te apetece y a mí no, NO ES NO. Y no soy una caprichosa malcriada, ni busco engancharte con sexo manipulador. Si te gusta hacer de Gray, y a mi no, NO ES NO. Y no soy aburrida, ni antigua. Si un día te hago o me dejo hacer lo que tanto te divierte, no significa que tengamos que repetir cada vez que gustes, porque NO ES NO. Si en medio de un encuentro apasionado, la fuerza de tus caricias, pellizcos o cachetadas deja de gustarme y te digo que no sigas, NO ES NO. Y no soy una déspota que juega a marearte. 

             No golpees las cosas si te enfadas, no me llames loca, ni exagerada, ni me eches en cara que no estoy en el mundo: probablemente, si estuviera, no sería contigo. No me mandes callar, porque gritaré hasta que se caigan los muros. No me levantes la mano, ni lo pienses siquiera.

             No pidas que deje de volar porque tú no tengas alas, que deje de pensar diferente, porque puedo ser tu puerta a nuevos sueños, si eres merecedor de tenerme a tu lado. Ríe conmigo, no me dejes llorar sola, y pide disculpas cuando provoques mi llanto.

             No me humilles, no me hagas suplicar el amor y el respeto que no quieres o no puedes darme. No me mires con desprecio. No me hables a bofetones sin mano. Cuando no me quieras, no se acabará el mundo...me querrán otros, y mejor que tú. Así que vete a tiempo y no me machaques el alma hasta que tenga que echarte, porque malquererme, es igual que maltratarme.

             No soy más, ni menos que tú. Y ninguno pertenece al otro.

             Y tú, querido amigo, hermano, hijo, padre,  compañero o amante...no hagas a ninguna mujer lo que no quieras  que otro hombre haga conmigo. Consigamos que el maltrato a las mujeres sea anécdota, y el contaje de asesinadas una estadística  arcaica.

             Porque yo te creo, hermana, ni una menos.







domingo, 22 de noviembre de 2020

17 AÑOS

             Cuando yo tenía 17 años, hacía más de uno que era novia de mi cómplice en el origen de este escrito.

            Estudiaba C.O.U., equivalente añejo de lo que la mujer de mi vida estudia hoy. No tenía móvil, ni noción de lo que era, y para quedar con mis amigas y mi chico, hablaba desde el teléfono del salón, y se enteraba toda la familia. No había viajado en avión,  ni  conocía ningún país extranjero. No tenía coche, ni carnet de conducir. 

            No tenía ni idea de que lo mejor estaba por llegar...y dentro del lote...mi niña.

            No conozco ninguna embarazada más feliz que yo. Recuerdo aquellos nueve meses como una de las épocas más felices de mi vida, que dio parte a la mejor cuando mi hermana vio tus orejitas en paritorio.

            Celebro, en medio de la que está cayendo, tu vida, tu persona, y cada uno de los besos que te doy y las sonrisas con que los recibes. Brindo por lo enamorada que me tienen tus ojos, tu sonrisa, el olor de tu piel y tu cerebro, inundado de buenas ideas, de proyectos inteligentes y de coherencia.

            Me hiciste sentir  amor incondicional y eterno, y ver la vida de otra forma. Me hiciste ser mejor persona. 

            Tu cumpleaños es la fecha en la que todos los que te conocen celebran lo que tu padre, tu hermano y yo, celebramos a diario: tenerte con nosotros. 

             Feliz cumpleaños, mi niña. Feliz vida, y feliz todo.



domingo, 8 de noviembre de 2020

ESTIMADO USUARIO DEL SAS

       
         Estimado usuario de la sanidad pública, paciente o impaciente:

         Hace meses que quiero hacerte  llegar mi vivencia de la situación que atravesamos, pero me frenaba la certeza de que la rabia empañaría mis palabras y tergiversaría el mensaje que quiero que recibas. Hoy siento que acopié  la templanza suficiente  para hablarte con serenidad, y contarte mis verdades.

          Tengo que confesarte que estoy agotada, frustrada y llena de miedos. 

          El agotamiento es por los nueve meses  de trabajo intenso, tensión y sobrecarga, por un exceso de tarea descomunal, afrontando un problema de salud pública sin precedentes en ciento y pico de años, sin personal ni medios suficientes para  abordarlo. Así de crudo. La sanidad pública lleva décadas en continuo deterioro y desamparo, y los servicios se mantenían porque el personal sanitario se entrega más allá de lo que dice el contrato, y más allá de su horario y de sus obligaciones, porque no trabajamos con coches averiados, sino por la salud de las personas, y lo que no hagamos hoy, igual no puede esperar a mañana. Por eso, porque  terminamos el tajo a costa de nuestro esfuerzo y tiempo extra (no remunerado), los "de arriba" pueden presumir de números y estadísticas  para contarle al mundo que la sanidad  funciona. No explican a costa de qué. Ese sobresfuerzo se traduce en que  si lo  razonable es que un médico tenga a su cargo 1200 pacientes, tengamos, como yo, 1845.  Que si lo razonable es que tengamos 10 minutos, por consulta, al menos, para poder atenderte como mereces, nos las programen cada 6, y citando 2 ó más  pacientes a la misma hora, lo que reduce a 2 minutos el tiempo que tengo para atenderte. Se traduce en que si mi compañero se va de vacaciones, o se jubila, como no hay sustitutos, sus pacientes se reparten entre los que quedemos, con lo cual, el número de pacientes a mi cargo sube, y la demora en mis citas también. Por eso si pides cita hoy, te la dan dentro de 20 días. Y para  2 minutos, recuerda....Se traduce en que  mi enfermero, cuyos compañeros tampoco se sustituyen, tiene el doble de curas que hacer, el doble de extracciones, controles, vacunas, etc...y su demora y tiempo de dedicación, también empeoran. Esto, como te digo, no es nuevo, pero el bicho del 2020  aumenta  el número de pacientes con problemas, y disminuye el de sanitarios, que enferman o fallecen, porque quien anda con fuego, se termina quemando, y los que más nos exponemos al bicho, somos nosotros.

          Esta explicación tan triste  es la única que puedo dar cuando protestas legítimamente por la demora y el empeoramiento en la asistencia que te damos: vosotros sois muchos, y nosotros pocos, y de donde no hay, no se puede sacar. Duro, ¿eh? Pues desde mi lado, también.

          La frustración es porque yo no estudié para trabajar así. Yo me esforcé durante años para ser Médico de Atención  Primaria. Sí, con mayúsculas porque me parece la mejor profesión que existe y me siento afortunada de ejercerla, aunque las condiciones  sean miserables. Y no hablo de dinero, ese es un asunto secundario. Mi trabajo consiste en cuidar de tu salud y de la de tu familia, De dar respuesta a tus dolores, tus fiebres y tus arritmias, implicándome en tu vida para saber qué puede haber detrás, encontrar la causa y la solución para que tu vida sea más larga y saludable. Consiste en recibirte en mi consulta, y saber si estás bien o mal con solo mirarte cuando nos conozcamos un poco, o acudir a tu casa  si  estás impedido. Saber de ti, valorarte biopsicosocialmente  y ser tu referente de salud. Para eso necesito mirarte a la cara, explorarte, hablarte y que me cuentes. Y eso necesita tres cosas: voluntad por tu parte y la mía, espacio y tiempo. Pues bien, las dos últimas, nos las ha arrebatado el sistema. Y en estos meses, más. 

            La frustración empieza a las 8 de la mañana cuando encuentro un listado de más de 60 pacientes y tengo  que hacer un cribado por orden de urgencia  o importancia de sus problemas, porque sé que es imposible  que pueda llamarlos a todos...y que habrá que añadir las urgencias que vienen al centro. Y rezar, aún siendo atea, para no equivocarme en la elección, y vaya a dejar sin atender algún asunto importante. Frustración porque se nos está muriendo gente con problemas crónicos por falta de control, y se nos están desestabilizando muchos pacientes  que van a morir por ello. Se nos  escapan a diario muchos problemas serios. Y tu  enfermedad o tu muerte, va en contra de todo por lo que trabajo. Es como vaciar un cubo con un colador.

          Y de ahí proviene el miedo. No temo al coronavirus, que a ese  lo enfrento con los conocimientos y las pocas armas de que disponemos, pero con muchos redaños. Llevo años enfrentando bichos, y como éste es cabra macho grande, pues hay que pelearlo más y mejor. Para eso nos prepararon. Mi miedo es porque enfermes y no me llegue a enterar, porque no tengas acceso al sistema. A que mueras sin que yo pueda hacer nada, porque se te atienda tarde. A que te contagie otro usuario al que no hemos diagnosticado y aislado a tiempo. A que me contagie yo, poniendo en riesgo a mis hijos o mis padres. A la incomprensión de los ciudadanos que piensan que no damos acceso libre a los centros de salud porque nos gusta rascarnos la barriga, y que estamos encerrados sin hacer nada y ganando supuestos sueldazos. Miedo porque los aplausos que agradecimos al principio, se han vuelto hostias con la mano abierta. Miedo porque todo nuestro esfuerzo diario no lo aprecian ni nuestros superiores, ni los pacientes. Los sanitarios hemos pasado de supuestos héroes a ser la puta que además pone la cama.

          Créeme, estimado usuario. Entiendo tu ira y tu impotencia. También soy usuaria y tengo problemas de salud, y vivo rodeada de familiares y vecinos  en la misma situación que tú. Empatizo con tus quejas y tus recriminaciones, la desesperación de que no te cojan el teléfono, de las inmensas colas en los centros y en los hospitales, la falta de respuesta, la frialdad de las consulta telefónicas....el desaliento ante el desastre. Pero yerras cuando me insultas, me amenazas, me gritas y me agredes, verbal o  físicamente. Cuando exiges cosas que no puedo ofrecerte "porque tú pagas mi nómina", aunque seas pensionista y yo pague la tuya con mis impuestos...Matáis al mensajero. Puedo asegurar que el escaso personal que tenemos en los centros de salud está dando todo de sí. Que si no te dejamos entrar a menos que sea una urgencia, cita presencial programada o cura, es para evitar que esperes, porque tendrías que esperar siempre, en una sala con demasiada gente potencialmente infectada. Porque si entras sin una justificación y  te atiendo sin que sepamos si tienes el virus, me expones a mí, al resto de pacientes y a mis compañeros. Y mi vida no vale más que la tuya, ni más que la del frutero o el cartero. Pero lo que yo sé hacer, no podéis  hacerlo ni ellos ni tú, y si yo caigo, hay un sanitario menos para atenderos. Ten por seguro que si puedo llegar a llamarte, porque seas uno de los  primeros 50 ó 60 de la lista, y el problema que me cuentas necesita que te vea en consulta, te voy a hacer venir, y te voy a ver, siempre que el fin justifique los riesgos.

           No queremos aplausos, ni siquiera agradecimiento. Sólo algo de paciencia, comprensión y respeto. Porque no somos monstruos indolentes y manipuladores que miramos para otro lado  sin ver el dolor de los demás. Somos trabajadores por tu salud y la de todos, que no dan abasto por falta de medios y de personal. Estoy de tu lado, pero no pongo las normas ni los medios, y no manejo las circunstancias. Sigue quejándote y protesta, pero no contra nosotros. 

           Mañana  a las 8, voy a volver a mi consulta, con las mismas  ganas de comerme el mundo, porque me encanta  ser Médico, y sólo si mi cabeza se sobrecarga y siento que no doy pie con bolo, me pararé 20 minutos a tomar un café para seguir, pero sabiendo lo que hago, pese a las miradas  hirientes, los gestos de desprecio y los murmullos insultantes de los usuarios de la cola, que no entienden como paro a coger aire cuando todavía no los he visto a ellos. Claro que ya no estarán ahí a las tres de la tarde, cuando me vuelva a mi casa  con la cabeza como un bombo, dejando, seguro, algún paciente  sin poder ver, y con la desagradable sensación de haber hecho mal muchas cosas...pero valdrá la pena porque habré  atendido a muchos, y habré solucionado problemas, y también porque algunos de vosotros, los pacientes, me habréis entendido y confortado con alguna palabra amable.  Y el martes, volveré con las mismas ganas. Y hasta que puedan conmigo, que va a costar.

          Cuídate, estimado usuario, y si no puedes entenderme, al menos, respétame.