miércoles, 25 de septiembre de 2019

EL VENTILADOR

         

            Mi marido, mi ventilador y yo. Nadie más en la habitación, como en todo el verano. De hecho, hoy hay lleno absoluto, porque lo habitual es que el trío me lo monte con el trasto...y mis manos. El tercero de hoy suele estar en discordia, o sea, durmiendo en el sofá, o de guardia. Es lo que tiene vivir con un galeno, y haber vendido nuestras almas a la rutina, a cambio de una supuesta paz conyugal sobrevalorada.

            Hoy, como digo, somos tres, y a mí me ha tocado en medio. Al de las aspas ha sido fácil ponerlo a tono. Sé dónde tocarle, y responde con una caricia susurrante, una brisa con cierto tono de sensualidad, que  se pasea por mi cuerpo de arriba a abajo, rítmico,  que me toca como le parece. La parte de su aliento que pasa por encima de mí llega al tercero, sin discordia hoy, que dormita desde hace rato, boca arriba, totalmente...frito. ¿Estará soñando? Soy incapaz de imaginar con qué o con quién. Cómo hemos cambiado....

             Sigue siendo atractivo. Sus patas de gallo son de las de reír, de las que favorecen a los hombres maduros, y tiene las canas justas para no parecer mayor de lo que es, sobre todo cuando se deja la barbita de dos días, que lo desaliña un poco, como cuando teníamos ventitantos. Pero reconozco que para el sexo, es mejor cuando se afeita, que tengo los muslos sensibles.  Sigue siendo alto, como me gustan los hombres, y delgado sin canijuras, que se mantiene en forma. Sus manos son bonitas, cuidadas, hábiles. Supongo que entrenadas en tocar gente. Me pregunto si todos los médicos  saben tocar  tan bien. ¿Y las médicas? Se lo tengo que preguntar un día que ya estemos peleados. Duerme en calzoncillos, como siempre, aunque ya son pocas las veces que despierta sin ellos. Hace años que no usamos pijamas, pero antes por pragmatismo, y ahora por costumbre.

                Por alguna razón, sospecho que relacionada con las cervecitas de la cena, me empieza a sobrar el sujetador. Parece que al ventilador le ha gustado porque apenas me lo quito, su soplido es como más intenso en esa zona. O son mis hormonas. El caso es que mis pezones agradecen la caricia con un saludo descarado. Instintivamente me giro hacia el dormilón. Parece que sonríe, con una expresión entre  paz y guasa, como cuando te empieza a hacer efecto la maría... y lo hace con la cara y la entrepierna. O la cerveza le afecta como a mí, o está soñando con alguna. Dudo que conmigo. Pero sea quien sea, me está haciendo un favor, calentando la comida para mí....Desde que me giré, el ventilador se ha centrado en mis piernas y en mis nalgas, y como uso tanga, la caricia llega un poco más allá. Definitivamente  tengo ganas. La duda es despertarlo, o apañarme con el aspado.

                 Le toco la mano. Ni se cosca. Empiezo a acariciar su brazo con  mi pelo. Huele muy bien, como siempre, pero parece que hoy se ha puesto más feromonas. Llego al hombro y se lo beso, suave, hacia el cuello. Si ahora se despierta enfadado, van a ser semanas de sofá. Pero sigue obnubilado y se ha vuelto hacia mí, con la boca entreabierta. Voy besando su cara, prudente, que no debe ser agradable despertarse con una lengua enredada en la tuya. Como ya me he colocado bastante cerca, mi mano se posa en su muslo, y lo acaricio despacio, suave, siguiendo el ritmo y la dirección del ventilador. Ahora somos dos contra uno, y su cuerpo empieza a reaccionar. Lo confirmo metiendo los dedos por debajo de su calzoncillo...Debe ser el punto gatillo de su subconsciente porque medio abre los ojos, sujetando mi muñeca para que no la mueva de donde está, mientras ronronea encantado con la sorpresiva sorpresa. Cuando toma conciencia  de lo que  pasa, empieza en uno contra uno, y el ventilador pasa a ser vouyeur colaborador. 

                  Está claro que el sexo es como montar en bicicleta, que no se olvida aunque practiques poco, y a nosotros se nos daba muy bien. En pocos minutos las piernas se enredan, los cuerpos  se humedecen, y las bocas hablan sin palabras, que son las únicas que ahora podrían fastidiarlo todo. Después de un rato, se da cuenta de que no estamos solos, y decide invitar al ventilador  a que juegue con nosotros.  Me coloca de rodillas, con las piernas abiertas, ofreciendole mi cuerpo mientras él, a mi espalda, manipula mis bajos y los suyos, que une y desune a su antojo, después de una entrada triunfal.

                  Como es lógico, el evento(si, evento, de eventual , inusual, extraordinario...) termina bien. Muy bien. Y después de un buen rato, el único que conserva  fuerzas para seguir es el ventilador. Claro que es bastante más joven que nosotros, y eso se nota...

                  Nos despertamos abrazados, porque  de repente hace calor. Se ve que al soplador no le ha sentado bien que lo ignoremos, y se ha fundido algún cable. Los celosos no deben hacer tríos. Se queman. 

                  Un día de estos le preguntaré lo de las manos de l@s medic@s. Si yo trabajase con él, íbamos a tener más que palabras, eso seguro. Menos mal que soy su mujer y no tengo que tocarme pensándolo.



Nota de autor: la tensión sexual no resuelta genera relatos oníricos a partir del comentario más absurdo.