domingo, 22 de mayo de 2022

TORPEVIVIENTE

           

           Nunca fue un chica guapa, sólo resultona, de esas que se arreglan y ganan por fuera. Lucía, eso si, unas piernas bonitas, un pecho bien puesto y una sonrisa sentida que nunca maquillaba. Con eso bastaba. Sin embargo por dentro era preciosa, y algo se le notaba en los ojos: alegre, inteligente, aunque no muy lista, porque era buena. Cariñosa,  amable, sabía escuchar. Lidiaba como podía con una serie de absurdos complejos que la obligaban a parapetarse tras esa especie de mal genio, que le duraba los minutos que tardaba en desavergonzarse, porque nunca supo manejar sus taras.

            Ha mejorado con los años y la vida, que no la trataron  demasiado mal, y a esa edad en que las mujeres empiezan a caerse por partes, está contenta con su armazón y con la mayoría de sus cubiertas. Y tiene su público.

           Aprendió lo justo para sobrevivir, pero sigue siendo torpeviviente. Ha pasado por  lo que el común de los mortales: su primer amor, los siguientes, la huella que dejaron en su carácter en forma de recuerdo, cariño, dolor o decepción, el bachillerato, la universidad, los primeros trabajos...la boda, la hipoteca, los niños, alguna decepción, la pena de varias muertes, la traicionaron y engañó, y tropezó varias veces con la misma piedra, como un hombre cualquiera. París, Londres, Roma...Le cogió el gusto viajar sola, tanto como en buena compañía. Se enamoró profundamente de sus hijos, y si alguna vez rezase, sería por su bienestar. Aprendió a tener amigas, y se apuntó a la sororidad, el feminismo, los podemitas bien, el 4 de marzo y el 1 de mayo, las redes sociales, los desayunos de tres platos, los amantes de década inferior, y talla superior. Se tiñe las canas y ya nunca se duerme sin la cara limpia. Ni con pijama. Después de varias pensadas, se queda con sus arrugas, que la mayoría son de reírse y las estima por su origen, así que el dinero del botox se lo gasta en billetes de avión, para seguir acumulando patas de gallo y activos para su yo. Ha vuelto a leer, pero ya no le importa dejar a medias  el libro que no le convence, está en algunas redes sociales y tiene tres playlist en el Spotify: la de canciones que le gustan, sus favoritos de rock y las que le mandan los elegidos (léase varones de buen ver, oír, tocar o comer). Le gusta su trabajo, pero no todos los días, y, aunque podría ganar más dinero, para gastar en vivir...le costaría dejar de hacerlo como ahora. No compensa. Ha aprendido el valor del tiempo, del buen comer y beber, de la conversación, de las ilusiones como motor y de los abrazos largos. Del dolor de una relación muerta y del derecho a vivir con quien recompone tu alegría y tus ganas, de lo efímero de la vida.  De saber querer, aunque no te quieran, y del error de la inercia.

            Ahora practica el equilibrio. Hace malabares con su encéfalo  en una mano y su miocardio en la otra, pero el jefe de pista no está por la labor de incluirla en su cartel. Igual su número no es para ese circo. Qué sabrá ella.

sábado, 21 de mayo de 2022

DISFRUTAR POR PODERES

           A veces salgo sin salir, trabajo sin trabajar y viajo sin viajar. Lo mismo voy de playa, que a la sierra, escucho música que no busqué y leo libros que no tengo.  Conozco vinos que no bebí y brindé por haber estado sin estar.  Hasta siento besos que no me dan. Es una especie de disfrute por poderes, experiencias virtuales  de la mano, los ojos y las ganas de alguien que me quiere más cerca de lo que puede reconocer.  Esa frase casi manida  que dice que dónde va tu pensamiento, ahí es...pues eso. Pero poco. 

           La extensión de mi mano en la que se ha convertido mi móvil, facilita la cercanía y la inmediatez, y me retransmite lo que ven sus ojos, disfrutan sus sentidos y  provoca su sonrisa, mediante fotos y mensajes que me envía, a modo de corresponsal on line de esa parte de su vida que querría compartir conmigo. Casi podría asegurar, asumiendo la presunción que me embarga, que me echa de menos. Hay días que mucho. 

           Todas las vidas son puzzles, que a veces se descomponen, y tenemos que buscar piezas alrededor, para disminuir la entropía, el caos de las almas y los cuerpos, que nos hace menos felices, menos satisfechos. Mis fichas están descubiertas, y muchas seguro que encajan con el suyo, pero debe tenerlo completo. O casi.

           El caso es que estas escapadas virtuales, suplentes de nuestros escasos momentos reales,  acarician mis adentros y mi ego, y su función no es otra que mejorar mis días, y espero que los suyos, hasta que encuentre piezas que me roben el corazón. Y aunque sé que se guarda muchas, me temo que tendré que encontrarlas en otro lado. Y no quiero.

          Mientras el universo decide, me mantengo al pairo, disfrutando de sus olas.

domingo, 15 de mayo de 2022

APOSTAR EN LA VIDA

           

          Hace un par de días fui al teatro con una de mis mejores amigas. Compré las entradas hace semanas, sin saber de qué iba la obra, como una groopie cualquiera, sólo porque la protagonista es María Galiana. Tengo a gala no haber visto  ni un capítulo entero de la serie que todos saben (me pareció una idea fantástica en su momento, que rebajó calidad en pos de alargar la gallina de los huevos de oro...soy rarita para la tele), pero para mí, María es La Galiana, aquella profesora peculiar que nos enseñaba Historia en el Carande, mi instituto, que un día se confesó actriz aficionada de teatro, y que me cautivó en su papel de  Poncia en mi obra  favorita de Lorca. Y tantos años después, lo ha vuelto a hacer. Borda su papel entrañable y personalísimo en El Abrazo, reivindicando la valentía de elegir en la vida apostando por los sentimientos. y las consecuencias de no hacerlo. Totalmente recomendable la obra, y,  de postre, da para pensar...

           Nuestro primer sentimiento fue de sorpresa, porque el argumento calcaba una conversación que mi amiga y yo hemos tenido varias veces, la última hace poco, y aunque parezca absurdo, escuece llevar razón.

           Aparte de ser cincuentonas divorciadas, encantadas de sí mismas y convencidas de que para atrás, ni pa coger impulso, compartimos  el boceto general de lo que debe ser una relación de pareja: amor, sexo, sonrisa basal, ilusiones, cariño, lealtad y ganas. Despertar contenta de ver al otro en tu cama, y tener planes que le incluyen. No todos, pero sí los mejores. Sonreír cuando piensas en él y pensarlo cuando no piensas en nada. Querer su compañía si estás mal, y ansiarla cuando te diviertes. Sentir que los buenos momentos  serían mejores si estuviera contigo. y desear que la vida nos dé tiempo. 

           También compartimos parecida idea de lo que no  debe ser: obviamente la pasión  inicial tiene caducidad, y menos mal, porque no habría cuerpo que aguantase, pero se transforma en amor del bueno mientras se mantiene la ilusión de estar con el otro y su compañía genera ganas de seguir. Nada que ver con el cariño verdadero de compañero de vida, con la costumbre, la culpa, la conciliación social, la zona de confort y todas esas excusas que no son más que la inercia de la vida, y que es la energía  no renovable que mantiene unidas a tantas parejas.

          Cabe pensar que  dos divorciadas cincuentonas tienen esa opinión porque ha sido desilusionadas o están amargadas, o sus matrimonios han sido un desastre. Nada más lejos de la realidad. Casualmente las dos venimos de relaciones estupendas de más de 20 años, que fueron muy disfrutadas, pero que se acabaron por dentro, y no quisimos mantener para afuera. Ambas creemos en el  amor con mayúsculas y en la vida con mayúsculas, en negrita y subrayada. y apostamos por compañeros que difieran del protagonista de El abrazo, que aprecien y elijan lo que el universo, el azar o las fuerzas infames del supuesto destino les ponga por delante. 

          Mientras tanto, mejor solas que mal acompañadas, aprovechando  los amores que pasan y sin privar de nada a nuestro cuerpo serrano y nuestro corazón.