sábado, 15 de febrero de 2014

OTRO CUARENTÓN

          Hoy cumple 40 años una persona muy especial para mí.

          Merece llamarse Don Juan Antonio, pero para mí será siempre Juani, el niño de trece años que me miraba sin que ninguno supiéramos bien qué decir, cuando me hice  novia de su hermano.

          Es un hombre sencillo, íntegro, trabajador como nadie, dispuesto siempre a echar una mano a los suyos. De hecho, ha sabido hacer familia de algunos amigos, y tener grandes amigos en la familia. Y para eso hay que ser mu güena gente.

          En ventitantos años, lo habré visto enfadado un par de veces.  Es de esos hombres que da la mano con fuerza, que te abraza como un oso, y que, con la puerta de su casa, te abre la de su amistad.

          Y  el elefante de la cacharrería. Toda la elegancia de sus sentimientos, le falta en el  movimiento. Lo he visto tirar cosas, sin darse cuenta, a las que ni siquiera se había acercado.

          Las canas y algunas claridades han menguado su mata de pelo negrísimo, pero sigue siendo guapo, y tiene unos ojos que no saben mentir. Ni aunque lo intente.

          Disfruta como un niño el día de Reyes. Y los cumpleaños. Por eso  hoy me gustaría tener una varita mágica, para concederle  todas las cosas buenas que se merece.

          No puedo ser objetiva , ni quiero, hablando de él, porque más que un cuñado es  otro hermano. Y sé que me quiere como tal.

          Feliz cumpleaños, guapo. Un beso grande, grande, grande.

viernes, 14 de febrero de 2014

ROMANTICISMO

        Quien no te haya vivido de cerca, aunque te conozca,  no podrá entender que yo haya aprendido de ti lo que es el romanticismo. 

        Me harté, en la ignorancia de mi inmadurez, de protestar por las rosas, los bombones, y las cenas con velas que me escatimabas,  en nombre de lo que creía una protesta reaccionaria contra los tópicos. 

        Hasta hace unos años no lo vi. El romanticismo es uno de los pilares de  nuestra historia, y yo la vivía sin verlo.

           El romanticismo es que no me falte tu beso ningún día que pasemos juntos. Que te guste verme comer lo que me cocinas. Que en invierno te acuestes antes que yo, para calentarme  las sábanas. Que distraigas a los niños, para que me dejen dormir la siesta cuando me ves cansada. Que me beses los hombros. Que te des cuenta de que me arreglo para ti. Que enciendas la luz de la entrada cuando puede que llegue de noche. Que te metas conmigo en la ducha. Que yo sea la primera persona de la que te acuerdas cuando te apetece salir. Que me regales tu tiempo. Que le cuentes (tú, contando cosas...) a tus compañeros que te gusta tu vida conmigo. Que presumas de mí. 

          Que tus manos me sigan llevando al cielo, y tus besos me lleguen al alma.

          Que siga pensando que fuiste mi suerte mayor, mi decisión diaria.

          Que me sigas abriendo los ojos cada día.


          Eso es el romanticismo. Sin velas, sin poemas, sin rosas.

domingo, 2 de febrero de 2014

CARICIAS OBSOLETAS

            ¿Recuerdas la última vez que la piropeaste? Fue al salir del hotel. Esperabas fuera, mientras telefoneabas  a tus anclajes, haciendo tiempo para ir a cenar. Llevaba un vestido sencillo, de estampados azules, que estrenaba para ti. Nunca te lo dijo, claro, pero no lo ha vuelto a usar. 

           La miraste sorprendido, y dijiste: "Qué guapa!". Casi le dolió la sorpresa de tu cara.

           Se aferró al piropo, y a tu mano, tratando de ignorar la indiferencia que a ratos le regalaste aquellos días, el principio del  fin.

            No hubo otra oportunidad para aquel vestido, ni para aquellos labios, ni para las caricias que guardó,  que se van quedando obsoletas, como las cassettes que guardamos en el cajón de la nostalgia. No volviste a cogerla de la mano.

            Seguro que no  recuerdas nada. Ni el paseo, ni las estrellas del puente con la cabeza en su regazo.

            Ella recuerda aquel último requiebro. Y todos los silencios de esa noche.

CIERVOGAMO

             Tengo fama entre los más cercanos de ser mosqueona y tener mal carácter, lo cual es....relativamente ciertísimo. Pero, modestia aparte, lo compenso con otros encantos. Además se me pasa pronto, porque me resulta muy cansado estar de mal humor.

           Lo que sí es  cierto, es que no tolero las faenas hechas a conciencia (la mala leche, hablando en  plata...), ni que me tomen por tonta (si es que me doy cuenta,  que no suelo...).

            Por todo ello, los que la han oído, se han reído mucho con  una anécdota de mis últimas minivacaciones, de la que, a toro  pasado, yo también me río. (Ya he dicho que lo compenso...).

           El caso es que hay gente pa tó, gente torpe y gente con cara, y yo todavía estoy intentando  discernir a cual de esas subespecies pertenecía la camarera que me arruinó  un almuerzo que  comenzaba siendo idílico.

           Habíamos pasado, mi familia y yo, unos  días fantásticos de senderismo y naturaleza en el corazón de la Sierra de Cazorla. Ahí es ná. De la zona es recomendable hasta la niebla. Los niños se habían portado genial, nos habíamos reído y vivido ratos realmente entrañables. Yo, es que tengo una familia muy así....como genial, ¿saben?... 
 
           Como colofón, al viaje, pretendíamos pasar la tarde, después de un almuerzo serrano, en la villa de Cazorla, visitando sus calles y su  Castillo, para darle un tinte cultural a la escapada. Conocemos la zona, y siendo día festivo, intuímos que los  restaurantes  que nos gustan, estarían a rebosar, así que nos paramos en uno recomendado en todas las guías de viaje. No cito el nombre para no hacer pupa, pero está a pié de carretera, en el margen derecho, desde La Iruela a Cazorla y una de las palabras es Dolores, o algo así.

           Llegamos a las dos en punto, y nos alegramos cuando en diez minutos se había llenado el  acogedor comedor. Una sala no muy grande, con diez mesas, más o menos,  que se abre a la ladera de la sierra con un ventanal espectacular, dejando ver el mar infinito de olivares que la bordea.  Nos sentaron, además, cerca de la chimenea,  con lo que la temperatura era perfecta para semejante día invernal. Decoración elegantemente rústica (no confundir rústico con viejo, como hacen en algunos hoteles...) con muebles de madera tallada, flores secas, aperos de labranza, múltiples trofeos de caza (debe haber pocos oficios más rentables en Cazorla que la taxidermia) y hasta un piano. Manteles de tela, vajilla de loza y servilletas de verdad.

             Nos atiende un cincuentón simpático, de cara amable, rellenito, con acento oriundo, que da la impresión de que te conoce de algo y te  ha invitado a comer en su casa. Todo estupendo, parece que hemos acertado....

            Nos ofrece la carta, bastante completa y sin tonterías, y nos anuncia los platos del día que no rezan en ella. Croquetas caseras, que iluminaron las caras de mis niños, carnes  a la brasa varias, judiones de Zamora (yo también puse cara de esoacuentodequé, pero imaginé que el hombre tendría familia de Zamora...), y el guiso del día: Gamo con salsa de almendras.

           Sin  dar muchas vueltas, pedimos  rin-ran, de entrante, que es un plato  típico de la zona, y las croquetas para los niños ("por favor, que salgan lo primero, que arrastran hambre...."). Mi marido se decantó por los judiones de Zamora(????), porque supongo que cuando vayamos a Zamora, tiene pensado pedir  venado a la cazorleña. Él tiene esas cosas..., de las que  continuamente me enamoro, porque no hay quien se aburra. Y yo, me dejé seducir por el gamo en salsa de almendras, por aquello  de probar algo difícil de encontrar  en Sevilla. O en Zamora.

          Me moría de hambre. Habíamos desayunado temprano y nos hartamos de andar. A los niños les llevé un tentempié, pero no nos dejaron ni las migas.

         El día se empezó a torcer cuando pedimos un Rivera para acompañar la pitanza, y el señor amable convence a mi marido para probar el vino de la casa. (No el que ellos recomiendan, sino el  que ellos, literalmente, hacen en casa).  Tuve el fallo de decirle a mi marido que  decidiera él, que me daba igual, convencida de que elegiría el Rivera...Pues no. Las judías pueden ser de Zamora, pero el vino....de la casa! Alego en su defensa que solemos hacer turismo gastronómico, y somos de probar los productos de la tierra. Así que comimos con un clarete dulzón que se atreven a recomendar para acompañar el gamo y las judías de Zamora....y que puede que pegue con alguna comida.  

          Pero bueno... nada podía estropear el momento.

          Inmediatamente (no exagero, inmidiatísimamente)  acude la camarera con el humeante plato de judiones. Sin vino,  ni pan....ni entrante, ni croquetas. Ni gamo, claro. Los cubiertos si estaban puestos...Y desde ese momento, a la chica se le acabó la prisa.

          Mi marido bromeó con la situación haciendo referencia a que  estaban tan calientes (las judías) que lo lógico era ponerlas antes para que se  fueran enfriando.  Trajeron el pan. Cuando los niños se habían comido medio bollo cada uno, le dije que no fuera tonto, y empezara con su plato, que era un sacrilegio dejar que se enfriaran, y entre nosotros no cabe protocolo.

         Le quedaban un par de cucharadas cuando trajeron las croquetas y el rin-ran. Los niños, que tenían recientes imágenes de cómo los aguiluchos se avalanzan sobre la carne que la madre les trae en el pico, recrearon la escena con las croquetas, sin opción para su famélica madre. Así que me refugié en el rin-ran, que mi marido apenas probó, no sé si porque le salían las judías de Zamora por las orejas o porque adivinaba que mi rictus de hambriento cabreo no era una pose...

         Cincuenta  y ocho minutos sentada. Mi familia, almorzada. Yo no. La camarera pasaba una y otra vez por el lado de la mesa, sin mirarme siquiera. Retiró los platos, trajo más agua para los niños y les preguntó por el postre, momento  que yo aproveché para preguntar por tercera vez por mi gamo. Las dos primeras quedaban cinco minutos. Esta vez, la insigne camarera debió notar  la leve crispación de mi tono de voz,  o el tic que mueve  sin que yo quiera mi párpado superior derecho antes de que mis yugulares  rocen el estallido. 

         Su "ahora viene", según mi marido, fue de lo mas correcto y educado, pero yo lo viví como si me hubiera contestado en tono de chanza burlesca, y hubiera dicho:
"queyavienepetardahistérica,quésehabrácreídolatipaesta..."
        
         Comprendí en ese momento, como una revelación fruto de la meditación trascendental, que el hambre es mala consejera, que perturba el sentido del humor, cambia el tono de voz, e inyecta los ojos en sangre. Y que el vino de la casa era una puñetera ··"&¡¡Ç{}###. 

         De pronto, la vi acercarse, a cámara lenta, con  un plato de carne guisada que no podía ser  de nadie más que mío, porque no quedaba nadie en el mundo por comer salvo yo. Estuve a punto de perdonarlo todo cuando depositó ante mi el supuesto manjar, cuyo sólo aroma ya alimentaba. Pero dijo..."Aquí tiene su ciervo..."

         ¿Cómo? No podía ser. Había dicho "ciervo". Y yo llevaba una hora esperando el Gamo con almendras. Mis hijos y mi marido la miraron alucinados, pensando que aquella chica estaba loca, pidiendo a sus dioses  haber oído mal, rogándole con la mirada  que dijera que era una broma...Convencidos de que aquella mujer se  iba a llevar la bronca del siglo. Peor que  cuando el niño metió un calcetín burdeos en la lavadora de ropa blanca...

         Con voz de ultratumba y gesto que congelaría al mismo Hades, le  contesté..."Debe haber un error, porque yo  he pedido gamo...", a lo que la muy inconsciente contestó..."eso, ciervogamo"...Y se quedó tan pancha.

         Nunca olvidaré esas palabras. La única mancha en nuestras vacaciones fantásticas.


         Aparté el plato al centro de la mesa, lo que hizo que mi familia retirase sus sillas hacia atrás, esperando la hecatombe (hay que ver  qué fama....), y le contesté, esta vez  sin dejar opción a que se dudase de mi monumental cabreo, que o ciervo, o gamo. Que no hay que ser de Cazorla para saber que no son el mismo bicho (a las cornamentas expuestas en la pared de la sala me remití...), y que si venían mezclados, no era lo que me habían ofrecido. 

         Como el comedor no es muy grande, el cincuentón torpe que nos había colado el  mejunje de la casa, asoma su desagradable cara, que llega siempre unos segundos después que su ombligo, por encima del hombro de la manceba,  y lo arregla diciendo..."No, hoy es gamo"...

         "¿Hoy es gamo?"... Si van a dar gato por liebre, al menos pónganse de acuerdo todo el personal, que lo de gatoliebre no vende, pero el ciervogamo, tampoco.

         Para colmo, mis niños habían pedido flan casero, y resulta que ese día no lo habían hecho...¡¡¡¡¿Para qué lo ofrecen entonces????!!!!

         Total, que ahogué mi genio mojando pan en la salsa de almendras, porque la carne de ciervogamo, que igual al día siguiente bautizaran como cabrito, o lechazo, o pez espada...no estaba ni buena.  Un desastre.

        Como dije antes, ahora me río, pero me he quedado con la cara de la espabilá y su cómplice. Y ¡ay de ellos! como me los encuentre por Zamora...Aparte del comentario que todavía no he publicado en los foros de viajeros, porque prefiero que primero me lo censure mi marido, de mejor talante que yo, no sea que incurra en delito de blasfemia y me cueste una multa el ciervogamo.

         Menos mal que compenso con otros encantos...