lunes, 29 de julio de 2019

HOMBRES BUENOS

               Resulta que existen hombres buenos. Yo lo sospechaba, porque traté con algunos, pero el mundo se empeña en decir que los hombres son malos. Sobre todo para las mujeres. 

               De pequeña, el malo era el hombre del saco, los niños los que te tiraban de las trenzas y los padres  los que reñían en serio. Al crecer tenías que tener cuidado con los chicos, porque todos eran malos en potencia, y sólo querían lo que querían.  Por lo visto no había mujeres del saco, como la que mató al pescaito Gabriel, ni las niñas te tiraban del pelo si perdían a la comba, ni las chicas queríamos que los chicos se nos acercaran, porque no teníamos hormonas y la pureza del corazón nos invadía los genitales.

                 De mayor, no te fíes de los jefes ni los compañeros, que a la mínima, te dejan sin bragas, y además se aúpan entre ellos,  relegándote siempre a puestos  inferiores.  No te fíes de ninguno. Registra su móvil, sus mensajes, su cartera, que seguro que encuentras algo, porque no hay uno bueno. A la única mujer que tienen ley es a la madre, y  no todos. Busca una buena abogada si te divorcias, porque te van a dejar con una mano delante y otra detrás. No te acuestes con cualquiera, y menos en la primera cita, porque después no vuelven, y se lo cuentan a todo dios para colgarse las medallitas. Porque las jefas y las compañeras no te ponen zancadillas, claro, vamos todas como hermanas, ayudándonos a prosperar... y nuestros móviles son poco menos que las sagradas escrituras, intachables, y en nuestro bolso no habrá nunca una llave o un condón de más. Tampoco  tenemos madre, y al divorciarnos, ponemos el interés  familiar por encima del nuestro, siempre. Y por supuesto, si nos acostamos con alguien, es por amor, con idea de futura relación. 

                 Pues resulta que no, que hay hombres buenos y mujeres malas. Que las niñas también  dan palizas, y hacen bulling, amparándose precisamente en la presunción de inocencia por ser niñas. Y las mujeres también matan niños para hacer daño, por venganza. Y envenenan la relación de sus hijos  con los padres por el mismo motivo. Y a las adolescentes se les calienta el ánimo tanto como a ellos, y también tocan y quieren ser tocadas. Y hay tantos jefes honestos como cabritos, y tantas jefas honestas como víboras. Que no todo compañero es un potencial acosador, y que para que los médicos y enfermeros  se tiren a sus compañeras en las guardias, nosotras también tenemos que estar por la labor. Y también salimos  de caza  cuando queremos sexo,  usamos sus cuerpos y si te he visto no  me acuerdo. 

                 Claro que hay hombres buenos y mujeres malas. Yo he tenido tiempo y suerte de cruzarme con todos ellos. 

                 Toda esta parrafada viene a cuento porque  ya  fastidia escuchar las críticas a las feministas. Hablo de las  feministas, no de radicalización y odio, que esas son pocas, pero se les da mucha publicidad, porque conviene al machismo presentar a los hombres como victimas. Y a las feministas como nazis que criminalizan a los hombres en general, por el mero hecho de llevarla colgando. Ya cansa oír que el feminismo no es necesario en el siglo XXI, porque tenemos los mismos derechos 

                 La condición de ser buen@  o mal@ no va en los cromosomas sexuales. Y no todos los hombres violan o maltratan. Pero tampoco todas las mujeres queremos la custodia para dejar al ex en  bragas, ni todas somos  putas, ni denunciamos en falso. Va en la educación y el alma de cada cual, y, desgraciadamente,  llevamos milenios educando para y por los hombres.  La impronta que eso ha dejado en nuestra sociedad  va a tardar  todavía muchos años en  despintarse, y hasta que llegue ese momento, el feminismo, las feministas son, somos,  necesarias. Porque nadie respeta  una norma que no conoce, y  la sociedad, hasta hace muy poco, no conocía que el valor de una mujer es exactamente igual al de un hombre.

                 Hasta que esa igualdad de hecho, no de derecho, sea una realidad, el feminismo debe ser la norma, y la discriminación  positiva, necesaria en  temas  puntuales, porque si bien es cierto que habrá  hombres que paguen el pato, millones de mujeres lo llevan pagando siglos. Se trata de justicia histórica. Entonces, y sólo entonces, tendrá sentido la palabra feminazi.

jueves, 25 de julio de 2019

PRÓLOGO

               PRÓLOGO


               
               Cuando las circunstancias familiares impiden su fórmula habitual, se apañan en el piso compartido de él. Falta un metro de cama,  sobran grados de temperatura, que el ventilador de cuarto de soltero no da abasto ante sus ganas de divorciados, y casi siempre les falta algo de tiempo para el último. Ganas todavía no. 

               El azar quiso que ella hoy tuviese excusa para dormir fuera, y los cohabitantes de él no lleguen hasta mediodía...de mañana, así que después del aquitepilloaquitemato inevitable después de tantos días, y desprendida la sal epidérmica en la ducha, cayeron acurrucados, como si fueran pareja, poniéndose al día de las nimiedades de sus respectivas vidas, nada rutinarias, por cierto. Él cambia a su antojo  la banda sonora con los"okgoogle" y ella se sigue dejando sorprender por la música, las pelis, las ocurrencias y el sentido del humor que sale de su  inquietante cabeza. Y las manos, que la acarician con la eficiencia de quien se fija en los detalles. Hace meses que no la sorprendían para bien. Es el amante más suave, cómodo y entretenido que ha tenido desde...tiempo.  Cuando lea ésto, abusará de la sonrisita traviesa que le achina los ojos,  pero que le sienta bien  y suele terminar en beso de colegas de los que se tocan.

               Aprovechando que la perspectiva desde los ojos de él no le permite ver los de ella, recostada la cara en su hombro,  los cierra  para descansar un rato, sólo unos minutos, jugando a enredarle los rizos del pecho para no dormirse del todo, mientras  la pone al día de las diferencias que supone el esfuerzo de los actores porno en el rodaje de una peli respecto a una sesión de fotos. Ahí hay tema.

               La caricia de una pluma, o a saber qué, en el hombro izquierdo, la hace volver del sueño. Sigue en la misma postura, pero falta él. Se remueve para intentar despertarse mientras siente que algo tira suavemente de sus muñecas abriéndole los brazos de par en par. El sopor no le deja resistir y las piernas también parecen abrirse y estirarse siguiendo la sutil invitación de los grilletes de sus tobillos. Es todo tan suave que parece que ha sido ella la que se ha desperezado para quedarse boca arriba, con los miembros cual aspas de molino, sujetos a las cuatro esquinitas que tiene su cama, con los cuatro angelitos que se la guardan. Angelitos malos, claro, de los que tienen sexo. El ruido del ventilador a su izquierda le recuerda dónde estaba, y cuando empieza a entender qué pasa, el antifaz que le coloca  impide que llegue a abrir los ojos, y se le escapa una risita tonta, que su colega de los que la tocan le remeda.

               Se acerca. A horcajadas sobre ella, pero sin rozarla. Está todo lo expuesta que se puede estar al cuerpo  y las ganas de él, cómoda pero firmemente sujeta y cegada. La temperatura perfecta, la música de su lista de Spotify especial bondage, primera lección, y el tono  con el que él le cuenta que ahora está a su disposición y que va a sentir placer, lo quiera o no, le impiden cerrar la sonrisa.

               Está más desnuda que nunca,  y a su entrepierna le faltan manos para tirar de la de él.

               La noche promete. 




               CAPÍTULO 1


                                                       CENSURADO