viernes, 17 de abril de 2020

MANUEL EL DEL PANTANO

         Hoy se ha ido Manuel el del pantano. El Chorocha. Manolo. Para mí, el Tito Manolo.

         Era mayor, que pronto cumplía los 85, y la cabeza se le iba de cuando en cuando. Pero seguía cantando fandangos cuando le parecía, que era su forma de decir bonitas las cosas, de redondear las reuniones y de homenajear lo bueno de la vida.

         Vivió de norte a sur: nació extremeño, se crió ganchosero y vivió onubense. Crió cinco hijos con su Pura, y de criar ya sabía, que ayudó desde chico a sacar adelante a sus hermanos menores. No lo recuerdo parado salvo ya de muy mayor. Siempre de pie, siempre haciendo, siempre con la cabeza alta y las manos ocupadas. Y abiertas, como su casa. 

          Ay, su casa...somos ventitantos los sobrinos que recordamos allí los veranos, donde, cual milagro de los peces, se multiplicaban las camas y los platos para todo el que quisiera. El que haya disfrutado sus veranos de niño rodeado de primos de todas las edades, sabe lo que digo. 

          Al final de la tarde, cuando a él le parecía, nos repartía "la rata". Nunca supe el porqué del nombre, pero recuerdo su cara de satisfacción, teniéndonos a todos en ascuas, con una bolsa de chucherías que nos repartía a su criterio. La misma satisfacción que cuando llegaba con la canana vacía, la escopeta al hombro y el cinto lleno de conejos colgando.

          Y el genio, herencia de su madre, que sacaba a pasear para que temblaran paredes, cimientos y almas. Pero  que, al estilo de la estirpe, era como tormenta de primavera: igual que llega se va. Solía soltarlo cuando alguien hacía las cosas mal hechas, cuando jugaba al dominó, o con las trastadas de  alguno de los niños...Pero le podía el corazón. Tuvo sus luces y sus sombras, como todos, pero deja una familia compungida, con tantos hermanos, sobrinos, hijos y nietos, sinceramente dolientes, que muchos quisieran dejar  su misma huella al irse.

          Tuvo mala suerte al entrar y al salir de la vida. Entró  en un país en guerra y salió con el mismo en cuarentena y estado de alarma. Perteneció a esa generación que nos levantó a todos, y no pudimos ni despedirlo como se debe.

          Me sumo, con mis hermanos, al dolor de mis padres, que aunque el hermano de sangre fuera él, a mi madre la quería tanto o más. Y mando mi abrazo más sentido a mis primos y mi tía, que en la distancia, y a solas, cada uno en su confinamiento, le lloran. Estamos con vosotros, como siempre.

          Adiós, Tito. Si hay cielo, te estarán esperando para que les cantes fandangos. 

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