Lo único que sostiene este loable y tardío invento izquierdoso es la ilusión de millones de votantes, porque tienen todo el contexto en contra. Pero ese único es mayúsculo, porque mana de la voluntad de una mayoría del pueblo, de la ilusión de los que primamos la filosofía de izquierda, la de que no todos somos iguales, pero sí que debemos tener los mismos derechos y oportunidades.
Pues bien, una vez sacudido el aturdimiento, asimilando que es real y que sí se puede, toca disfrutar y vivir este proceso. Repito, dure lo que dure, pero nadie me quitará poder recordar que una vez, contra todo pronóstico, España intentó girar a la izquierda.
Eso si, como salga bien....soy capaz de jurar bandera.
Decía lo de para lo bueno y lo malo, porque igual que me alegra el desayuno el goteo de posibles, de planes, de proyectos y afanes que el gobierno va dejando caer, apechugo con las salidas de tono, las burradas y las vueltas al NO&DO, al blanco y negro, que rezuman las declaraciones de la envilecida extrema oposición. A ellos, que tanto gustan de la tauromaquia, vamos a tener que torearlos fino, que huelen el miedo y cornean buscando las femorales.
Es el contrasentido y lo peligroso de esta situación, que las buenas intenciones van a lidiar con malas formas, con puñaladas traperas. Si la clase política de uno y otro lado, y aquí reparto para ambos, es capaz de demostrar que de verdad la tienen (la clase), puede ser un periodo fascinante, de aprendizaje y de participación de todos, con buen o mal final, pero del que nazca un concepto de política útil y racional, por y para la ciudadanía. Afanándose cada cual en conseguir su objetivo, claro, pero respetando las normas, las personas y las instituciones. Que mucho hablar de reformar la Constitución, cuando hay que empezar reformando la política.
Pero me temo, viendo como amanece la legislatura, que terminaremos asqueados, enterrados en basura vomitada sobre nosotros los ciudadanos, en forma de antidebates, de broncas, de barullos...de ruido. De mucho ruido.
Y el ruido no deja oír la música, como estrategia de los cobardes sin argumento.
Ahí lo dejo. A ver qué suena.