martes, 6 de diciembre de 2016

JESÚS ERA ROJO.

               

             Buenos días. 

             
             La Navidad es  un producto escatológico de alto standing que consumimos en masa desde hace 2016 años como si fuéramos borregos del portal. Una mezcla de heces y basura envuelta en espumillón dorado para que nos la traguemos agradeciendo nuestra suerte.

             Obviamente todavía no he sacado el árbol, ni el turrón.

           ¿Se dan cuenta de la que montamos a nivel mundial, para celebrar el cumpleaños de un judío humilde y revolucionario, que probablemente resucitaría de verdad si viera el derroche que hacemos en su nombre, mientras dejamos morir de hambre, guerra y miseria  a millones de los desamparados que él defendía? No se equivoquen: aquel hombre, que de divino no tenía más que  sus ideas, la mayoría irrefutables, no murió por nuestros pecados, sino por defender a los desfavorecidos en una sociedad en la que no valían nada. Murió condenado por el orden imperante, por contradecirles, por defender  los derechos civiles, por ser de izquierdas. Jesús, señores, era rojo. Hoy sería un podemita, y le celebramos el cumpleaños poniendo en práctica todos los  pecados capitalistas. Porque somos animales racionales. 


             Este cumpleaños debiera ser UN día de homenaje que celebrasen los cristianos, practicando la doctrina de Jesús, de amor al prójimo, no un MES Y MEDIO de alarde de gula, dorados y ostentación. Nadie  se une al ayuno de los musulmanes, ni a las asambleas de los Testigos de Jehová. Es que son menos divertidos, claro. Pero el aniversario de aquel niño,  lo celebramos  con fastos que le harían rasgar sus vestiduras.

             Toca, como todos los años,  ser buenos, caritativos, hacer donaciones, comprar regalos,   quedar con los cuñados, los suegros, los padres, los primos, los del trabajo, los del gimnasio, los del colegio, los del instituto, los amigos de él, los de ella, repartir los festivos equitativamente para que nadie se enfade, cuadrar las agendas de todos los  hermanos, para coincidir en Nochebuena,  aunque no los veas desde la anterior. Los manteles de hilo, las vajillas y las copas buenas. Mandar mensajes en masa, en cadena, personalizados y por catorce redes sociales,  compartir imágenes de bondad y buenos deseos. Hay que ser más falsos y artificiales que de costumbre, porque los siesos desentonamos en Navidad. 

               Y si por lo menos fuera verano...¡pero con el frío que hace, por favor...!

               Más valdría repartir los donativos, los regalos, la generosidad y los propósitos de enmienda celebrando, por ejemplo, un fin de semana cada  dos meses, en plan "Fin de semana pro Humanidad", y así, repartidas la felicidad y los derroches, no nos empachamos de la dulzura y alegría que nos falta el resto del año.  Eso sí que sería magia.

                Tal y como tenemos el mundo, patas arriba, no deberíamos celebrar de este modo la memoria de quien  vivió para defender a los hambrientos, los refugiados, los condenados...

                No pretendo ser conciencia de nadie, ni aguafiestas. Simplemente derramo mi pensamiento como mejor me sale, porque me inquieta perder el norte. En los próximos días,  mis niños montarán el árbol, tendrán  vacaciones, fiestas y regalos, y yo, a título personal, me propongo  este año ceder un poco menos ante tanto convencionalismo social, pero sin quitarles la ilusión a la que tienen derecho  mientras sean niños. Ardua tarea. 

              Mi rayito de esperanza  está precisamente en ellos, que en lugar de pedir juguetes o regalos para almacenar en sus cuartos, han pedido viajar en familia. Lo de que  pidan  salir al extranjero y hoteles de cuatro estrellas, es algo que todavía tenemos que pulir, pero hay tiempo, que son pequeños aún. Me quedo con que aprecien más el tiempo con sus padres que con una videoconsola. 

              No obstante, y respetando el sentir de cada cual, felices fiestas a todos. 

              Y feliz día de la Constitución reformable.