lunes, 31 de marzo de 2014

"FUNERAL DE ESTADO"

                Hoy hemos tenido Funeral de Estado, por Adolfo Suárez, que según consenso, ha sido el último de los hombres de estado españoles relevantes. D.E.P.
 
               Todos los honores y toda la oportuna y merecida pompa. Lo único que se me ocurre recriminar a tanto homenaje, es que se celebre un Funeral de Estado a modo de ceremonia católica, con arzobispo y catedral, siendo el nuestro un estado aconfesional. Pero claro, también se supone que es democrático, que cada voto cuenta, y que todos somos iguales ante la ley. Mucho suponer.

               No voy a ser yo la que escatime loas a su persona. Fue un hombre importante para España, sensato y conciliador, que en aquellos tiempos,  era lo mejor que se podía ser.  Como todos los que fallecen, parece aún mejor desde que dejó de respirar. Así que no redundaré, que con todo lo que  ya se ha dicho, tiene recomendaciones de sobra para su cielo.

               Lo que si quiero  hacer notar es que, al morir, el Duque de Suárez nos ha hecho otro favor: nos ha recordado que, incluso en las épocas más difíciles, jugándosela cada día con una espada de Damocles  perpetua sobre su carrera, y su vida, fue posible hacer política de consenso, fue posible ceder y acercarse al centro, y fue posible ser honesto y dimitir, cuando la apuesta de la partida era el futuro y el bienestar de España. 

              Nos ha recordado que se puede hacer política ética, y que tenemos la obligación de exigirla. Homenajearle nos llevó a la comparación con el resto. Nos ha vuelto a juntar, ha puesto en la mesa la mediocridad del sistema político actual, y nos ha hecho ver que  nos  merecemos algo mejor.  Como en un programa de desintoxicación: "hola, me  llamo Silvia,  soy española y merezco políticos decentes".

            A ver cuanto duramos en el programa. 



P.D: me ha encantado que a su muerte, el Ducado pase a manos de su nieta, respetando la igualdad de género frente a la herencia por linea masculina. Aunque no entiendo que ningún descendiente herede privilegios que él obtuvo por su  quehacer...pero esto es otro post.

sábado, 29 de marzo de 2014

ESPABILA

          Hay veces  que el alma duele a nivel cutáneo. Es como cuando te quieren tanto que lo sientes en las manos, y en la piel toda, pero al revés. Es un dolor sordo, que se origina en el mediastino y  se irradia hacia la superficie,  que una no sabe por qué, pero no llora.

          Es el dolor que te hace desear no estar ahí, no volver a chocarte contra la misma pared, no sentir más. No haber sentido. Son las ganas de salir de su misma habitación porque no te ve, ni te siente, ni te toca. Porque  se va sin mirar atrás.

          Es la necesidad de que pase algo, de que explote el volcán que llevas dentro, pero sabiendo que apenas volteará la cabeza para ver qué pasa. Tu terremoto no le perturba. 

          Darías la primavera por que te abrazara como antes, por que te comiera a besos. Pero sigue sin pasar nada.

          Masticas la indignación, la impotencia, la pena de no ser. La rabia que se te pudre dentro, porque has decidido que gana él. Que te quiera a su manera, si te quiere. Que su máxima cercanía sea una sonrisa. Que no pueda perderte ni queriendo, y que no sepas nunca si le importó. Si hay que ser amigos, pues seremos amigos. Si hay que irse de aquí, pues se va una.

          Eso es lo que se siente, me dice una amiga, que piensa que yo lo escribo mejor que ella lo cuenta. Va por ella, a ver si espabila.

miércoles, 26 de marzo de 2014

OTRO 26 DE MARZO

         

            Hoy ha sido un día extraño. 

           Cuando te fuiste de nuestras vidas, hace dos años, te llevaste parte de nuestro tesoro: tus ojos, tu sonrisa, tu presencia. Y te llevaste tambien todos los 26 de marzo de todos los años que nos queden por delante.

           Porque todos los que te tuvimos por nuestra, hemos intentado vivir el día como uno más, pero de cara a la galería. Por dentro es imposible.  La herida en el alma por tu ausencia, no cicatriza aún, y aunque te extrañamos a diario, hoy no podemos evitar echarte un poquito más de menos. Llorarte un muchito más. 

           Le hablo a tu recuerdo como si de ti misma se tratara, porque me resisto a pensar que la Naturaleza, en su sabia eficiencia, que nada destruye, sino que lo transforma, permita que un ser como tú y todo tu mundo se hayan extinguido. No me valen las explicaciones de  ninguna religión, inventadas por hombres que no encuentran respuestas tangibles. Pero en alguna parte tiene que seguir tu esencia. Y a ella le hablo. 

           Te gustará saber que tus sobrinos te ubican en una estrella. La más brillante, por supuesto. A veces los pillo mirando al cielo, y aunque no dicen nada, siempre  miran la misma estrella, y les encanta que les pregunte si buscan a la Tata, y que les hablemos de ti.

          Todavía dueles mucho. No tu recuerdo, que es dulzura y consuelo. Duele saber, sin resquicio de duda, que no volverás, que te acabaste. Hoy me quema los labios el beso que te di cuando  tu corazón, después de una eternidad de horas sin esperanza, consiguió pararse. Tenías tanta vida  dentro que le costó vaciarla.  Afortunadamente, no es ese el beso con que te recuerdo, sino los miles que tuve la fortuna de darte antes. 

          Sigues con nosotros. Y vas a seguir  llevándote muchos 26 de marzo, porque estás aquí todos los días.

          Besos mil...

viernes, 21 de marzo de 2014

DE DESPEDIR A CARMEN, VENGO

             Vengo de despedir a Carmen. ¿Qué Carmen? La madre de Juanma,  mi cuñao. Fue Carmín para su padre, que era bastante rojo, y Carmela para los que la frecuentábamos en la Feria, y en bodas,  bautizos y comuniones.

             Una mujer  pequeña por fuera, que mereció vivir más de 77 años, pero que tuvo la mala suerte de que se encaprichara de ella el bicho malsano, que le comió las entrañas, poco a poco, traicionero, hasta que fue demasiado tarde para matarlo, sin matarla a ella. 

              Nació en aquella Sevilla en la que la vida no resultaba fácil, menos aún, si no eras de derechas. No sé mucho de su infancia, pero con 17 años se puso de novia con Antonio...y hasta hoy. Toda la vida juntos, criando cuatro varones, entre el Tiro de Linea y Chipiona, pateándose las calles de Sevilla detrás de los pasos, que es lo que le toca a una esposa y madre de  capataces y costaleros. 

              La mujer del López.

              La de costales que habrá cosido. La de túnicas que habrá planchado. La de  ollas de menudo, y de cabrillas con tomate, para sus niños.

              Para mí fue la madre de Juanma. La suegra de mi hermana. Familia desde que se quisieron, y, sobre todo, desde que su sangre se juntó con la mía en sus dos nietos chicos, mis sobrinos. La mujer que nos recibía con los brazos abiertos cuando buscábamos a los López por las casetas, o en su casa de Chipiona.   

              Me gustaba escucharla  contar cosas. Era inteligente, pero creció en la  época en la que las mujeres no estudiaban. ¡Que si no...!

             Hablaba con orgullo de  lo que le había costado criar a cuatro varones, ella sola, cada uno de una leche. Varias  veces me contó sus partos, presumiendo de que, siendo tan menuda, había parido, sin rechistar, niños de más de cuatro kilos, y que su médico, asombrado, le decía que era "mu buena pariora". Se embelesaba mirando a su Jose Antonio, su Rafael, su Luis y su Juan Manuel. Todos con nombres checoslovacos...como Antonio, su marido.

             Pues se nos fue ayer, Carmela. Se va a quedar a esperar a los suyos a los pies del Cristo de las Mieles. Y vengo de despedirla con un nudito en la garganta, pero contenta de haberla conocido, y agradecida porque sé que me apreció.

             Descanse en paz.
 

viernes, 14 de marzo de 2014

VER SIN MIRAR

           Para sentir cerca a una persona, no basta con verla o frecuentarla. Hay que mirarla. Un matiz aparentemente sutil, pero que marca la diferencia entre coexistencia y relación.

           La vista no es más que un sentido, que informa de  presencia o ausencia, de la apariencia. No más.


          La mirada es un proceso íntimo y complejo, que precisa del conjuro de los cinco sentidos, que te cuenta  el estado y la actitud de la persona hacia tí.


          Los expertos en miradas, los que la practican como un arte, emplean, además, el sexto sentido, el que  cuenta las necesidades del alma.

          Una mirada a la distancia oportuna, tiene poder sanador, vitalizante, o por el contrario, puede fulminar. Pero nadie  enamora, ni mata, de un vistazo.


          Y sucede que,  igual que se cansa la vista,  lo hace la mirada. Con la salvedad de que la fatiga visual se corrige con lentes,  pero el cansancio de la mirada no, por su etiología:  se agota  por ausencia de reflejo, por inanición, por ser unidireccional.


          Suerte que tiene tratamiento. Una dosis de choque de atención, de reciprocidad y de estímulo sensorial pleno, provoca la sanación inmediata, en grado proporcional al empleo de los  cinco sentidos que se aplique. Obviamente, debe seguirse de una pauta de mantenimiento, que evite recaídas fatales.


          Sé de lo que hablo,  porque llevo siglos mirándote, sin sentirte.

viernes, 7 de marzo de 2014

VERBOGRAFIA FEBRIL

           Supongo que la fiebre, la congestión nasal y la totalgia (cuando duele todo), no son  las musas ideales, pero mandan las circunstancias, y no dejo de dar vueltas a una situación que colabora en las insurrecciones de mis adentros.  Los moquitos tampoco ayudan.

           Hace semanas que evito opinar sobre las noticias. Me las raciono, y me obligo a no ver más de 15 minutos de informativos, o un periódico al día. Como mucho. La dosis de realismo diaria para no vivir en la inopia, y que no me pille el toro sin defensa; una dosis superior es masoquismo, y liquida las ganas de soñar despierta.

           Así que el arrinconamiento en el sofá, se presta a la meditación, y he aquí el resultado: estoy dejando de sentirme orgullosa de los españoles. Empezando por mí, por supuesto. 

           Desde que soy consciente y librepensante (no hace tanto...) he considerado una suerte  haber nacido española, en el momento en que nací. Me ha pillado todo lo bueno. España, 1971, no es que fuera un chollo, pero una familia  obrera, como la mía, podía vivir de su sueldo, tener una casa  decente, educar a sus hijos y alimentarlos bien,  dándoles, incluso algunos caprichos. Un trabajador con cuarenta y tantos años, generalmente tenía un puesto consolidado, o una carrera asentada, con un futuro previsible. Incluso siendo mujer.  Hablo, por supuesto, de una generalidad, que la fiebre no me traslada a los mundos de Yupi, y todo el mundo no vivía como en Cuéntame. 

          Históricamente, fui igualmente privilegiada. Nací durante la dictadura, si, pero al final. Así que me educaron profesores motivados por las nuevas "libertades" que les brindaba una constitución  niña-adolescente. Estudié en colegio, instituto y universidad públicos de calidad, y me convertí en Médico. Empecé a trabajar con cierta seguridad y un sueldo relativamente bueno, igual que mi marido, y, sin que aquello fuera el gran sueño americano, estábamos satisfechos de lo conseguido, de la vida que disfrutábamos, y de los sueños que veíamos posibles. Tanto, que nos regalamos el privilegio de traer hijos a aquel mundo estupendo. 

         De eso hace menos de diez años. 

         Mi generación ha madurado en un lustro lo que no hizo en tres. De la posibilidad de una vida buena si la trabajabas, hemos pasado a la posibilidad de una vida aceptable, a veces digna, a pesar de trabajar muchísimo, y siempre que te acompañe la suerte.

         No me quejo por mí. Soy afortunada. Pero me educaron en la solidaridad. Y me duelen los míos.

        Ahora me trago el orgullo de ser de un país desarrollado, europeo, solidario, comprometido con los valores democráticos. Porque vivo en uno que pisotea los derechos de los trabajadores, que les niega a sus hijos la educación, la justicia, que permite a la Iglesia tutelar el derecho a decidir de las mujeres. Que deja morir a los desgraciados que intentan cruzar sus  fronteras,  cuando no les provoca la muerte. Que tolera la corrupción a todos los niveles, en forma de sobres, prevaricación, EREs, trafico de influencias...Que pide préstamos para salvar bancos a costa de subirnos los impuestos,  y permite que esos mismos canallas que hipotecan la vida del pueblo de forma salvaje, se reparta obscenamente beneficios mientras desahucian a trabajadores y  estafan a ancianos.  Que contempla procesos judiciales escandalosos, a la altura de Berlusconi, y hasta firman a miles peticiones de indulto para abogados estafadores de dinero público. Un país que limita los derechos laborales, de expresión, de protesta. Que niega la salud al que no tiene para pagarla, y encarece la justicia, haciéndola  accesible sólo al poderoso, prostituyéndola al nivel de rebública bananera. Con todo el respeto para las Repúblicas, porque hasta la  monarquía, que fuera garante  simulado en diferido de nuestra estabilidad, se derrama grotescamente desde su pedestal.  Hemos permitido que nos gobierne una reala de  mentirosos chapuceros, apenas instigados por una oposición igualmente deleznable, que han sido capaces de pisotear el prestigio de entidades  como  el Parlamento, las Autonomías, los Ayuntamientos....Un país aconfesional que vuelve a ser mandado, que no gobernado, por la Iglesia y el dinero, donde la clase media debiera ser mayoría, y es especie en peligro de extinción.

           Sentía curiosidad por ponerme en la piel de  habitantes  de países en los que se pisotea al pueblo y sus derechos, porque yo vivía en España. Ahora sé que se siente  vergüenza, de vivir en un país pisoteado, y pena,por una realidad que no se corresponde con la calidad humana y cultural, ni con la idiosincrasia de los españoles.

          Me voy a tomar un ibuprofeno, que voy a terminar pidiendo la guillotina...

martes, 4 de marzo de 2014

MARIDAJE DE CARNES

              Me preguntas, desde el descaro propio de las relaciones ilícitas, amparado en el anonimato del secreto, que cuál es ese sueño en el que  unas veces me esperas tú,  y otras te espero yo...

              De sobras lo conoces, porque coincidimos a ratos, aunque cada cual llega por su lado, como en una cita entre casados con otros.

              Mucho preámbulo para contarte un sueño.

              En ese límbico rincón,  al que siempre llego  por casualidad premeditada, suelo esperar sin saber quién viene, medio vestida, medio dormida, medio tumbada. Medio muy dispuesta.

              Las caricias de la mente, que encienden las calderas  mucho antes que los dedos, me las haces llegar escritas, o a miradas,  y recorren mi espalda, sin llegar a la linea que separa las nalgas. Recorren mis piernas, sin llegar a sus raíces. Colorean mi escote con el sutil arañazo de tu barba. 

              Los besos  dulces, largos, bajo tu peso, entrenan mis labios, como aperitivo para el banquete  que espero.

              Sueles, en el sueño, esperar a este momento para bucear con tus manos bajo las ropas. Pero no es hasta que me desabrochas el sujetador, que descubro que eres tú, o él. U otro. La forma en que llegas a mis pechos le pone ojos a tu cara.

              A partir de entonces el sueño se personaliza. Ya no es sexo, es sexo contigo. Y tus labios saben distintos a los demás, y te pido las caricias que sólo me gustan con tu sabor. Tu barba ya no raspa como las demás, y la frotas contra rincones que  sólo me arañas tú. 


              Es curioso como  el bendito subconsciente asocia cada amante con su olor, con la intensidad de sus caricias y el tamaño de sus proporciones. Como marida, a modo de sumiller experto, cada carne con sus aromas y con la forma de cocinarla de cada cuerpo. 

              Contigo son almuerzos improvisados, casi sin pensar, casi de pie, no por ello precipitados. Y de calidad, que alimentan cada fibra de mí, probablemente por la frescura que ofrecen los amantes jóvenes. Exploras, buscas, preguntas, buscando la mejor manera de llevarme arriba, y tu entusiasmo me sube varios pisos de golpe en la escalera hacia el placer. El día en que dejemos de improvisar rincones en cuartillos de máquinas, probadores. y oficinas a medio cerrar, sospecho un amante sublime. Ya verás.

             Igual esperabas el relato con detalle de uno de esos sueños, pero no sabría contártelo sin resultar lasciva, y  los detalles te harían dudar de si te estoy escribiendo a ti...

            Quizás otro día.