miércoles, 23 de noviembre de 2016

MI BÁLSAMO DE FIERABRÁS

                              Los 13 años son la frontera de la niñez, y mi hija la cruza hoy. Entre otras cosas, deja de ser considerada niña y me sale más caro llevarla al cine o de viaje....pero da gusto verla cumplir años. Sus cambios, su  evolución y su crecer son parte de la salsa de mi vida, algo que siempre quise tener. 

                              Todo los años digo lo mismo, que parece mentira lo rápido que crecen, pero éste es especial, porque este año celebro que el cachito de carne que salió de mi cuerpo, es  ahora una protomujer, un proyecto de jovencita que ya me saca dos centímetros,  que me presta sus colgantes y sus bolsos, y que quiere ponerse mi chupa de cuero. Que se apunta a los conciertos y al entrecot al punto,  que entiende algunos chistes de adultos y al segundo me cuenta las ñoñadas de sus amigas. Que se ríe de que tenga que ponerme tacones para ser más alta que ella y me pide que le de achuchones y mimitos. 

                               No es porque sea mía, o igual si, pero no creo que os deis cuenta de la suerte que tenéis  los que la conocéis. Va a ser una mujer preciosa por dentro y por fuera. Por fuera porque su tía le dejó de herencia todo lo bonito que tenía, y por dentro porque algo habremos hecho bien su padre y yo.

                              Su sonrisa es mi bálsamo de Fierabrás, y todos los días  me recuerda el lado bueno de las cosas. Pienso que no hay forma de quererla más que hoy, y, sin embargo, tengo la certeza de que mañana la querré más.

                             
Feliz cumpleaños, Princesa.

domingo, 13 de noviembre de 2016

CUATRO AÑOS SIN VELAS

                            La vida nunca es suficientemente larga. Lo sé, porque lucho a diario contra la muerte, y las únicas personas que la buscan son las que sufren tanto, que no les compensa pelear por los sueños que les quedan. Pero al que no sufre, nunca le resulta suficiente. Siempre les parece corta la vida. 
                            
                            La tuya fue cortísima. Hoy habrías cumplido 38, pero llevas cuatro sin soplar las velas. 

                            Sigues siendo el mejor ejemplo de vida, de fortaleza, y  de bien hacer del que puedo hablarle a mis niños, tus sobrinos, y tu sonrisa, el recuerdo al que invocar en tantas ocasiones. 

                            La puñetera casualidad ha querido que hoy llegase a mí la noticia de que los médicos que te trataron están avanzando en la lucha contra el cáncer que te llevó, y que tu caso, maldita sea, fue uno de los de su cohorte de estudio,  que probablemente ayude a  salvar la vida, entre otros, de tu madre, alguna de tus primas, y quien sabe de cuantas más.

                            No nos sirve de consuelo, porque no vas a volver, pero seguro que su avance te habría gustado como regalo de cumpleaños.

                            Hoy, como todos los 13 de noviembre, y todos los demás días del año, te echamos de menos. Pero eso seguro que lo sabes. 

                            Besos mil, Pandora.

martes, 8 de noviembre de 2016

CONCILIALECHES

                       Lo de hoy va a ser una pataleta, en nombre de todos los padres y madres que trabajan, y en desahogo de mi propia impotencia. 


                       Señores, la conciliación familiar es un concepto creado para dar nombre engañósamente positivo a un problema mayor que la cuadratura del círculo: a día de hoy, no es posible atender como es debido al trabajo  y a la familia. Hay que sacrificar uno de ellos, o todo lo que no son ellos. Y ni así. 

                       Los horarios no son compatibles con las entradas y salidas al colegio,  con lo que, o pagas a alguien, o te aprovechas de la buena fe de los abuelos para que se encarguen de levantarlos y llevarlos al cole, y luego, recogerlos y darles de comer, esclavizando su jubilación, su artrosis y su descanso. La otra opción, sin duda más descarnada, impersonal e impopular para padres e hijos, son el aula matinal y el comedor, haciendo que duerman menos y coman peor, y minando nuestras conciencias porque no les damos lo mejor. Y no sirve de consuelo pensar que tienen la suerte de tener padres con trabajo, y que ese es el precio a pagar... No sirve en absoluto. 

                     Cuando llegas a casa,  extraescolares o deberes, y tú tienes que compatibilizar idas y venidas con las tareas del hogar y las compras. Llegamos a la noche rendidos, apenas con fuerzas para cenar de buen humor, y volver a empezar. 


                     Eso a diario....pero ¿qué pasa si por la mañana uno de los niños está enfermo? Porque si se te avería el coche, o pillas un atasco, hay inundaciones, o te pilla una manifestación, son desastres incontrolables, de los que no tienes culpa. Pero si se te pone  el niño malito,  eres responsable de haberlo tenido. Así de duro. Y me consta que no soy la única que lo siente así, sabiendo a ciencia cierta que no tiene sentido. 

                     En mi caso, el malestar que sientes al coger el teléfono para informar a tu jefe de que no puedes ir, sabiendo que tiene que repartir tus pacientes  al resto de compañeros, y reorganizar  las urgencias, o, en algún caso , buscar quien se haga cargo de tu guardia, con un cuarto de hora de margen, es, cuanto menos, angustiante, porque una tiene pundonor y gusta de ser responsable en su trabajo, amén de  haber comprobado la alegría que da que le sumen a tu agenda los pacientes de otro compañero que haya faltado. Pero yo, pese al mal rato, soy una privilegiada. ¿Qué hacen esas madres (y muchos padres) cuyo trabajo es ineludible, o del que dependen cientos de personas, o quienes tienen una reunión  crucial que ha costado  semanas organizar....? ¿Y los autónomos? O peor aún... ese enorme porcentaje que sabe que si falta al trabajo va a ser represaliado o despedido?


                      Hay diputados que pueden llevarse su niño al Congreso, o empleados de empresas con guardería. Pero yo no me lo puedo llevar a la consulta, ni el frutero a su tienda, ni la cajera al supermercado, o el taxista a su  coche. 

                       Los padres y madres trabajadores  no podemos permitirnos desayunar y comer en familia, ni enfermar, ni que nuestros  hijos enfermen, porque faltar al trabajo por necesidad de tu familia sigue siendo un pecado, en lugar de un valor a tener en cuenta en una sociedad sana que considera que la familia, en cualquiera de sus variedades,  es  su unidad  fundamental, su célula.

                      Esta mañana, yo tuve que hacer esa llamada. Nada serio,  por fortuna, pero me dio rabia sorprenderme a mí misma tratando de encontrar las palabras adecuadas para contarle a mi nueva jefa la faena que le iba a hacer...No por tener que contarle MI problema y mi angustia por mi hijo, sino por la faena que le iba a hacer A ELLA, por mi culpa y la de mi marido, que hemos decidido ser padres, teniendo que trabajar para mantenernos. 

                       
¿Conciliación familiar...? ¡CONCILIALECHES, OIGA!