sábado, 30 de septiembre de 2017

EL PROCÉS

                        Desde que soy mayor, considero espinosas las conversaciones sobre política, y eludo aquellas en las que adivino diferencias importantes con mi interlocutor, porque me irrita la vehemencia con que algunos defienden sus posturas. Algunos. Yo no....Yo, ya no...Pero de vez en cuando reflexiono sobre temas puntuales, para quien me quiera leer. Hoy toca Cataluña.

                        Soy contraria al Procés. No a la independencia, ya sea catalana, vasca o lepera. Opino que el afán de independencia, la reivindicación de un pueblo que cree que son diferentes, ni mejores ni peores que el resto, pero que quieren  vivir y  gobernarse de forma autónoma por  razones de ideología, historia, economía o tradiciones, es legítima, del mismo modo que quienes reivindican  su derecho a vivir su orientación sexual o practicar su religión. Porque es legítimo querer vivir  según se piensa y siente. 

                        Claro que esta legitimidad se pierde cuando  se impone tu reivindicación a los demás, y se saltan normas y se hacen trampas, y se manipula. Por eso no respeto el Procés.  Una hoja de ruta  hacia la supuesta independencia, orquestada por aquellos que aprovechan una posición de poder obtenida por la mínima, para imponer su plan a la  sociedad catalana al completo. Y esa circunstancia lo empaña todo, y lo hace contrario a la razón y el derecho. Un derecho amparado en un marco legal común y aceptado, ese sí, por una mayoría. 

                        No digo con esto que nuestra Constitución y sus estatutos sean perfectos, nada más lejos de mi entender. Pero tampoco son inamovibles, y existen cauces adecuados para modificarlos. 

                        Señores independentistas, depongan sus papeletas y sus urnas ilegales. No se parapeten tras las ilusiones de una parte del pueblo que gobiernan, ni usen la ilusión de aquellos que les apoyan para crear cismas y clima de violencia en las calles, para poner entre la espada y la pared al ciudadano que no sabe si traspasar la línea.  Ni al poder judicial y a los cuerpos de todas las policías, porque en ambos entes hay diversidad de opiniones, y obligación de ejercer sus funciones, pese a aquellas.

                        Señores independentistas, dirijan sus esfuerzos a convencer a los catalanes de que su modelo territorial es mejor, de las ventajas de ser catalán y no español catalán. Sean capaces de imbuir sus ideas, que calen en el sentir de ese pueblo al que dicen que representan, para que en las próximas elecciones lo expresen y les otorguen una mayoría representativa con la que negociar y convencer, en el parlamento español, a suficientes fuerzas políticas afines  a sus ideas para ponerse manos a la obra y reformar la Constitución, obviamente obsoleta, de forma que se genere un marco legal en el que les sea posible  construir la Cataluña que  sueñan. Pero con la ley y el pueblo de su parte. Sin que a los demás, ni a ustedes, nos cueste  miedos, odios, ni rencores. 

                        Yo no pongo banderas en mi ventana, pero tampoco las quemo, ni me ofenden las esteladas. Mi lógica me dice que ningún independentismo es bueno, y que a  catalanes, vascos, gallegos, andaluces y murcianos, y al resto de españoles, nos irá mejor juntos, frente y con el resto del mundo. Pero tampoco me rasgo las vestiduras ante quienes reclaman secesión. El mundo da muchas  vueltas y ninguna ley es eterna. Pero en el siglo que vivimos, ya deberíamos haber aprendido lo que es democracia, que no es solo votar y hacer lo que dicte la mayoría, aunque sea tan ajustada.  Consigan una mayoría representativa, y trabajen con ella como directriz, para que nadie pueda dudar de la licitud de sus  decisiones.

                        Y termino avergonzándome de los contrarios. No seamos borregos, dejándonos llevar por los que de repente se  erigen adalides de la patria, de la unidad, y la defienden azuzándonos contra todo lo que huela a catalán. Vamos a dejarnos de chistes zafios, de boicots al cava y el fuet, y de hostigar a las fuerzas del orden al grito de "a por ellos", como si los catalanes fueran  merecedores de represión. Deberíamos haber despedido a nuestra policía con  pena, porque es una tragedia tener que desplazarlos por temor a los que son hermanos. Vamos a serenarnos y no dejarnos engañar por la ponzoña. Que no todas las desavenencias  acaban en divorcio, y nos queda la custodia compartida, y mil formas de convivencia más. 

                       
Ojalá mañana no pase nada de lo que nos tengamos que arrepentir, y volvamos a sentirnos orgullosos de ser un conjunto tan dispar.