Inexperta grave soy en Historia de España, pero juraría que nunca se me presentó a Unamuno como izquierdoso enemigo del franquismo. Cuando lo estudié en Literatura, décadas atrás, en los textos estereotipados y normalizados de la E.G.B., tampoco tenía yo madurez intelectual ni edad para discriminar los autores literarios según su color político. Bastante hacía con sacar buenas notas. Pero cierto es, que el contexto psicosocial del autor cuando escribe su obra puede ser crucial para interpretarla. Y eso no se cuenta en los colegios. Es curioso que en las lecciones de Historia, se excluya a los personajes relevantes en cultura, y sus opiniones.
Al hacerme casi mayor, contemplo resignada, y con el prisma conciliador del momento histórico, el adoctrinamiento descarado de los libros de texto de la transición. Sería genial haber guardado los de Ciencias Sociales, que serían ahora un curioso documento que comentar con mis hijos y mis contemporáneos. Escuece haber estudiado con libros que ahora necesitan ser interpretados "según el contexto histórico". Hemeroteca antigua, pero que me quiten lo leído.
Esta reflexión de café mañanero y sin prisas, me lleva a dimensionar el poder devastador del manejo de la información y la destrucción de la cultura y su punto de vista en los conflictos políticos. Los bibliocaustos sistemáticos, comparables con armas de destrucción masiva, exterminadores de las ideologías que enfrentan, dejando sin defensa a la infantería enemiga, sin herencia ideológica y sin evangelios que entregar a su relevo.
Era un proceso fácil hasta hace 70-80 años. El fuego, arma universal y primigenia, era suficiente para eliminar todo el papel impreso en librerías, bibliotecas y reductos culturales. Sólo se salvaba lo que algunos héroes clarividentes escondían, conscientes de la importancia de mantener vivos los "libros malditos", cuya lista variaba según soplara el viento de la Historia. Héroes que se jugaron su libertad y sus vidas, en su afán de proteger las de generaciones propias y venideras. Mi homenaje a todos ellos. Yo creo que sería de las cobardes.
La estrategia, hoy día, sigue siendo la misma, más sutil, pero también más salvaje, sibilina y globalizada, como todos los males y muy pocos bienes. Hoy, salvo esperpénticos martillazos sobre discos duros y chips telefónicos, es difícil destruir cantidades ingentes de información, porque se encuentra al alcance del teclado de cualquiera. Tenemos acceso a la información, aunque la usemos mal o nunca. Por tanto, la nueva estrategia ganadora es el fomento de la ignorancia, fabricar lelos sin libertad de pensamiento en las escuelas, pero no adoctrinando, como fue siempre, sino dejando de estimular las ganas de conocer, premiando la ignorancia y ridiculizando al sabio. No talan el árbol, sino que dejan de regarlo.
Y es estrategia ganadora porque las ansias de saber son peligrosas, ya que generan librepensadores, con ideas propias, los divergentes, los malditos, los que se salen de la norma y discrepan. Estandarizamos todo, incluso la desidia, y eso es peligroso: la clave de la supervivencia está en la diversidad, ya sea genética, racial, dietética, climática o ideológica. La falta de diversidad limita los recursos en cualquier campo, incluido, por ende, el conocimiento. Agotar los recursos, nos avoca a la extinción, y es una lástima que nos extingamos, aunque nos lo estemos ganando a pulso. La especie más inteligente sobre la faz de la Tierra y parte de sus alrededores, y la única que no entiende el sentido de la vida.
Otro capuchino y arreglo mi parte del mundo.