Me refiero, obviamente al amor en todas sus variantes. El sentimiento teóricamente más loable y puro, indispensable para la supervivencia de la especie (no por la procreación, eso es culpa del instinto, sino porque nos hace cuidar de la proles y los semejantes). Y sin embargo, cuánto se miente, se mata, se roba, se pervierte, se finge, se obedece y desobedece, se sueña y se maldice, se condena, se perdona...en nombre del amor.
Para terminar de rizar el rizo, cada cual tiene su idiosincrasia, y va cambiando su forma de amar con la experiencia... y así no hay quien conforme un protocolo para tratar de las razones y sin razones del amor. Nos enredamos en parejas para siempre y para nunca, amores sin sentido y sin acuerdo, pero candentes e inevitables, triángulos nunca equiláteros, amores sucesivos o superpuestos. Necesarios, elegidos, pactados, sobreseídos, sobrevalorados, absurdos, inevitables...
Una amiga cercana, quizás la que más, con la que me identifico mucho, anda medio boba por alguien especial, y es lo que me ha hecho reflexionar y repensar un tema que creía controlar. Ilusa. Yo, no ella. Ella sólo enganchada a un cuerpo que es su imán, relleno de un alma y un cerebro que activan los suyos, a pesar de la distancia (de esa que no se mide en metros, sino en circunstancias).
Tendrías que verlos juntos. Sonríen con los ojos, en secreto, sin hacer ruido y se dan los buenos días y las noches y buscan huecos para romper sillas, camas...y acariciarse los miocitos y los cueros a escondidas, Pero no los ve nadie, porque lo suyo es una entelequia, una quimera asimétrica en la que los dos sueñan momentos compartidos, pero sólo ella quiere que sean recuerdos.
Ojalá no duela, y la boba y el procesante hagan algo bonito con lo que tienen, sin prisa pero sin pausa, distrayendo al reloj de la vida.
Ya te contaré cuando lo hable con ella.