domingo, 19 de julio de 2015

DÉJAME MASTICAR

               

                Querido Tú: 
        
                Llegamos a esta edad en la que los hombres afrontáis crisis y las mujeres las sufrimos, supuestamente henchidos de madurez y templanza sin esperar que aparezcan de golpe los fantasmas y los miedos, vanagloriándonos de impunidad.

                El vértigo, la sensación de caída sin red, la angustia de anticipar la pérdida, la traición al amor propio y la certeza de lo que fue sospecha, el insuperable miedo al dolor que me sigue atenazando....asignaturas que nadie nos explica,  y de las que la vida nos examina cuando se le antoja.

               Basta que la sinceridad te embriague una noche,  unas horas de negro sobre blanco, para abrir la caja de Pandora de mis espectros. Sonaría melodramático, si no me conocieras mejor que yo. 

               Hace tiempo que preparaba  mi examen, por si se le terciaba a la vida, y pensaba aprobarlo con notable alto , como poco.  Pero no contaba con que me pillara en horas bajas, convalesciente de mi fractura diafisaria de  ilusión,  anémica de autoestima, hipoanímica, y en espera de un donante de endorfinas. Debilucha. Frágil. Carente de mí misma. 

               La tormenta que desaté llevó el insomnio a mi cabeza, palpitaciones a mi cardiomotor y un nudo a mi garganta que me ahorcaba hasta el ombligo, cual garrote  vil de cuerpo entero.

               Ni mis siempre fieles lagrimales  acudieron en mi ayuda,  hasta que tú, origen,  camino y destino de mis emociones,  los liberaste. 

               Te pedí paciencia, porque de amor ya me colmas,  y tolerancia. La primera para  esperar a que mastique mis entrañas lastimadas,  mis monstruos endofágicos,  a que me trague  mis bilis y me baje de los tacones que me alejan del suelo sobre el que creí caminar. Y tolerancia para con mis pecados,  que tú generosamente banalizas, facilitándome, de nuevo,  la vida.


               Estoy orgullosa de ti,  contenta de ti, satisfecha de ti. De nosotros.  Agradecida de habernos cogido de la mano y dispuesta a soltarla,  si ya no la necesitas, pero mirándote a los ojos. Al fin y al cabo, no hace tanto que esperaba perderte. 
     
               Da por hecho que voy a estar a la altura. Solo  déjame  masticar un poco.

                                                                      Siempre tuya,  Yo.