viernes, 29 de enero de 2016

CORAZÓN DE MADERA

                    Resultan insondables los misterios del cerebro humano,  sus zafarranchos, almacenajes y mecanismos de supervivencia. Somos capaces de  reamueblar nuestra mente para protegernos el corazón y el alma. Aunque yo creo que los tres son la misma cosa.

                    Uno de esos mecanismos  es volverte de madera el corazón. La madera es,  sin duda, mi material favorito entre todos. Resistente, moldeable,  áspera o suave según se la trate,  de colores cálidos,  viva, acogedora. Pero no es adecuada para ser corazón. 

                   Cuando un corazón se transforma en madera, sigue latiendo, pero no se acelera ni se frena como antes. Se hace más estable,  fiable, más fuerte...pero carente de vitalidad. Porque lo que cambia los miocitos por astillas no es la risa, sino la pena; no es la ilusión, sino su carencia. 

                   Se producen a la vez cambios concomitantes en los órganos dependientes del corazón, a saber, los ojos, la piel y la boca. Los primeros dejan de brillar, con la ventaja de que tampoco lloran. La piel no se eriza con solo pensar en la suya, pero tampoco la queman sus ausencias. Y la boca,  seca, ya no se curva en sonrisas,  pero tampoco en mohines.

                  No obstante, esta aparente desvitalización del corazón de madera, contrasta con la exacerbación sensitiva de labios y cueros: realza el sabor de los besos verdaderos y la frialdad de los que exige la costumbre,  que pueden llegar a cauterizarlos. Y la piel rechaza a aquella que la busca sin ganas, a medias, y se apergamina con su contacto.

                  No, definitivamente no quiero un corazón de madera...pero desde hace un tiempo, charlo con los árboles.

martes, 19 de enero de 2016

MI CUADRO

                         He dudado a menudo sobre mi forma de conducirme en la vida, como todo dios. Ahora más, desde que me he parado a observar como va el cuadro antes de que se me convierta en un churro.

                          Siempre he defendido  las entrañas, el dictado de las pulsiones, eso que los cursis  llaman dejarse llevar por el corazón, poniendo como límite único el respeto a los demás,  sentimientos incluidos.

                          Es por ello que  pequé de mal genio, soberbia, coqueteo excesivo y, por qué  no decirlo,  de tonta.  En mi favor he de alegar que, salvo los accesos de mal genio, las consecuencias de cada uno de esos brochazos  en mi cuadro, las pagué yo.

                         Debo haberme hecho mayor sin darme cuenta, que es la forma amable  de hacerse vintage, y se me ha recargado mucho el cuadro.  No he seguido fielmente mi boceto de los 16 años, me he salido en los bordes, y le hice  borrones intentando corregir el tono de algunas  pinceladas. No he descubierto hasta hace poco que no se pinta igual a los veinticinco, que a los treinta y cinco , ni a los cuarenta y cuatro años,  cuatro meses y trece días. Ni hablar.

                          Pero he visto la luz, y la luz me gusta (alguien muy cercano  se va a reír de esta última frase, espero), y he decidido usarla en mi favor, porque creo que, convenientemente enfocada,  me sentará bien. A esta edad hay que hacer lo que a una le favorezca, no lo que se lleve, o te aconsejen los gurús. 

                         Voy a limpiar los pinceles, y estoy buscando repuesto a los colores que se agotaron. Creo que voy por buen camino para ser feliz sin hacer daño. Eso me convierte en una buena pintora, ¿no?

                         Estoy curando heridas, perdonando  mis errores, para hacer borrón y cuenta nueva, que la caridad empieza por uno mismo,  y la llave de los caminos, largos o cortos, es dar el primer paso. Hay mucho sendero por conocer y no pienso recorrerlo arrastrando las botas. Taconazo y tapas nuevas.

                       
                        ¿Te  pinto en mi cuadro,  cariño?

viernes, 15 de enero de 2016

SUEÑO FINALES

               Sueño finales.

               Soñaba principios, antes, evocando escenas en que me encontrabas, o me buscabas, y tejíamos a besos un universo paralelo, paraíso, para nosotros.

               Ahora sueño finales. Pesadillas, palabras angustiosas, silencio, portazo, pena. Puntos finales que escribo yo, para consolarme del hartazgo de esperarte siempre.

               Anoche soñé un baile, una suerte de balanceo en el que sentía tu mano en la mía, la otra en la cintura, y tu mejilla conmigo, pero no podía mirarte a la cara. En la penúltima nota,  solté tu presencia, me di la vuelta sin mirar atrás, y me fui. 

               Nunca sabré si me llamaste. Nunca sabrás si me importó.

CADÁVERES SIN TUMBA

                         Siguen flotando cadáveres en el Mediterráneo. Hablan los que saben de que nos enfrentamos a una de las mayores  crisis humanitarias conocidas: la inmigración.

                         Desde el principio de los tiempos,  la humanidad se mueve a favor de la supervivencia, migrando allí donde poder salir adelante, que hasta hace poco,  consistía  en comer y no morir de frío. 

                         Poco hemos evolucionado. Somos tan torpes que, a pesar  de explorar el espacio,  volar como pájaros, ser capaces de  producir sandías en invierno, clonar ovejas, y potabilizar el agua de las alcantarillas, no repartimos estos bienes, ni los hacemos llegar  a los confines de la tierra, a las regiones desfavorecidas, donde intenta vivir gente  como tú y como yo, que no tuvo la suerte de que la cigüeña se posara en el continente bueno. 

                        Queremos llegar a Marte y no llegamos a África, ni a Siria, ni a tantos sitios...y seguimos pensando que hay vida inteligente en la Tierra. 

                      Hace años que mueren  a miles intentando cruzar el mar. No son negros, ni moros, ni terroristas. Son miles de muertos sin tumbas, pero presentes en la memoria de sus padres, hijos y esposas. 

                      Los que seguimos siendo meros espectadores de este goteo de cadáveres, tenemos el tremendo descaro de indignarnos ante la indolencia de las autoridades que nosotros mismos elegimos, y la enorme necedad de suponer que somos los afectados por el paro,  el gasto, la inseguridad y el atropello a nuestros privilegios que nos acarrea la inmigración. 

                     Despertemos. El problema no lo tenemos en Europa porque se nos llene la casa de sirios, africanos o "sudacas". El problema lo tienen ellos, que carecen de agua,  comida, techo, esperanza y amparo. Esos a los que se les mueren sus niños sin saber de qué, pero conscientes de que  no habrían muerto en otro sitio. Esos que son perseguidos porque no  piensan como el de la metralleta, por no rezar al dios correcto, o por no amar al del sexo contrario.

                     Niños soldados, niñas casadas,  mutiladas,  perseguidos,  vejados, olvidados, hambrientos de todo. Los parias que sueñan con la vida digna que el azar les negó al nacer. Esos que no ven cómo se ahogan los que le preceden en la travesía suicida hacia la supuesta salvación. Solo quieren salir del infierno en el que purgan pecados de otros, sin haber muerto todavía. Ni vivido tampoco. Que ningún padre arriesga la vida de su hijo, si no está convencido de que es su única oportunidad. 

                    Vamos a llevarles su parte, para que no sigan muriendo por llegar a donde estorban por pedir lo que es suyo. No cerremos la puerta a los justos, por miedo a que se cuele algún pecador. Tendamos puentes,  carreteras, vías,  ejércitos, pantanos, agua y pan. Devolvamos a África parte de lo que le quitamos,  y restablezcamos la paz en Oriente Medio, a pesar de nuestros intereses. 

                   Llevémosle la vida, aunque solo sea para que no traigan a nuestra puerta la muerte que nos molesta tanto.

                   Indignémonos con ellos, que tienen el problema y el derecho a indignarse.

NO CABE

                  No cabe posibilidad de olvido, pero sí el hastío de pensarte.

                  No hay forma de no quererte, pero sí de distraer las emociones. No esperes desamor, pero sí desilusión.  

                  Sigo sintiendo, y me place, pero me cansa insistir, porque cien veces lo intenté, y cien veces me dí de bruces con tu indolencia.

                  No cabe posibilidad de olvido, pero si de anestesiar  el alma.

ESCRITURA TERAPÉUTICA

                           Nada existe  hasta que alguien  lo piensa, o lo sueña. Verbalizar las ideas las torna reales,  bien sea en forma oral o escrita.

                           La ventaja de escribir es que dotar de entidad  a un sentimiento,  al plasmarlo negro sobre blanco, es menos arriesgado que hacerlo sonar. Hablarlo no es efectivo si nadie escucha,  porque no hay reverberación,  ni respuesta que pruebe su existencia, y a su vez,  dicha respuesta puede ser indeseable. Pero al escribirlo, el efecto se materializa sobre el papel,  su realidad se hace palpable y visible, con la ventaja de poder destruir el soporte a conveniencia nuestra, o del entorno,  y con él, el mensaje. Algo así como tirar la piedra,  esconder la mano, y fallar el blanco: ya no te pesa la piedra,  pero no le has dado a nadie, y no hay testigo que te acuse.

                           Esta técnica de  autovaciado del alma y las pulsiones, también es válida para los buenos pensamientos y sus intenciones. Es por ello que los que nos atrevemos a escribir, con más o menos acierto,  defendamos el poder terapéutico de la escritura, y la aconsejamos como  técnica ansiolítica y sanadora de duelos.  Es por eso que abundan los  libros sobre cosas que no sirven  para comer, ni vender, ni usar, libros de historias,  fantasías, sentimientos,  filosofías e irrealidades,  que alguien, algún dia, pensó.

                           Así que, papel y tinta,  y que ustedes se desahoguen bien.


                           P.D: Nunca destruyan algo escrito si no están seguros de querer olvidarlo. A veces es reciclable. Ni lo tiren a la papelera si no la van a vaciar ustedes mismos...

miércoles, 13 de enero de 2016

MIS MANOS

              La soledad es un estado mental insoportable que sigue la ley de la relatividad; su magnitud depende del individuo. 

              Nadie puede  juzgar la soledad de otro, por mucho que le conozca, ni valorar su profundidad,  su área, el bocado con el que muerde su alma. 

              No creo que se pueda estar  absolutamente solo, ni infinita, ni eternamente. Eso sería la muerte. Estoy convencida de que la soledad se divide en parcelas, y por eso, teniéndote conmigo,  puedo sentirla en las otras  habitaciones de mi Yo. 

             Siempre tuve tantas manos a las que cogerme, que no doy  crédito al ver  la mía tan vacía.  Probablemente  las solté, o resbalaron. Y ya no vienen a mí, porque nadie quiere estrechar manos heridas,  temblorosas, secas....

              Voy a cuidar mis manos. Las ungiré con aceites y las mimaré con masajes, y puliré mis uñas. Voy a protegerlas del frío y los cuchillos, y a vestirlas con anillos discretos.

              Quizás cuando mis manos vuelvan a ser acariciadas,  encuentren  con qué rellenar las soledades que no te corresponden.