domingo, 29 de marzo de 2020

FLASH BACK

          Hace tres meses, en Navidad, estuve revisando el estado de mis maletas, por si tenía que encargar alguna a los Reyes. Mis niños, desde hace unos años reciben algún detalle por parte de los Magos, y un viaje como regalo fundamental, y las maletas que tienen fueron el envoltorio de su  primer viaje, hace ya cuatro navidades.

           Este año tocaba Milán, coincidiendo con la fecha de un concierto  de Avril Lavigne, el 15 de marzo. El plan era pasar allí varios días, para visitar la ciudad. Teníamos  concertadas visitas guiadas, entradas al Duomo y la Scala,  ver La Última Cena...No contentos con ésto, porque mis hijos lo valen, también les trajeron entradas para el concierto en Sevilla de Guns and Roses.

          Puntería la de Melchor, Gaspar y Baltasar....

         Ahí no queda la cosa. Mi mes de marzo  apuntaba ser agotador. Hice una guardia el primer fin de semana porque el resto no podía. Una agenda complicada...del 13 al 16 en Milán, el 22, las bodas de oro de mis padres, y este fin de semana  a un congreso...en Madrid. ¡De órdago!

          Y aquí me ven. Bueno, me leen. 

          No voy a quejarme porque lo llevo bien. He terminado tres libros que tenía empezados, paso horas escribiendo y tengo Netflix. Ayer vi cuatro películas, lo que suelo ver en un mes. Y subo a tender a la azotea, y con eso me da el sol. Echo de menos millones a mis niños, que ahora están con su padre, pero las maravillas tecnológicas  me permiten ver cómo se  peina con los dedos mi hombrecito cuando abre la videollamada, y charlotear con mi princesa, que me recomienda series y me explica trucos informáticos, que para mí son como logaritmos neperianos derivados a la enésima potencia. Me llega su cariño, pero me falta su calorcito. No hay problema , que como dice el dicho...hambre que espera hartura, no es hambre ninguna...

          Lo del viaje tampoco  lo es. Los Reyes tenían los tickets, gestionaron  la devolución y andan planificando el cambio. Pero no dejo de pensar la enorme suerte que hemos tenido, de poder suspenderlo a tiempo. Si la epidemia en Italia hubiese comenzado 15 ó 20 días después, hubiéramos estado expuestos, sin saberlo y sin remedio, en pleno Milán. Lo habríamos repartido con la familia en la celebración de mis padres, y yo lo hubiera rematado  en Madrid. Así que este año, ya me ha tocado la lotería. Si terminamos  la pandemia sin ninguna baja conocida, doblemente. 

          Hoy me ha dado por dar marcha atrás en el calendario, un flash back de esos de las pelis, y pienso que quién podría haber imaginado este escenario. Porque la vida de las personas cambia  radicalmente en un segundo, generalmente por factores personales, o locales, pero esta situación ha puesto, en tres meses, el mundo entero boca abajo. Como en las historias apocalípticas  de ciencia ficción. Pero con demasiada ciencia y muy poca ficción.

          Quien hubiera imaginado, entonces, tres meses de confinamiento absoluto en una región de China, que se exportaría, como todo lo chino, al resto del mundo, y que a nadie se le ocurriría otra  forma de defensa. El terror, globalizado, por lo que aparentaba ser una gripe dura, pero que resulta matar más y peor, y se ceba con los ancianos. Quien imaginaba entonces tener que demostrar  con "salvoconductos" que vas a trabajar,  que nos dividieran en  personal esencial o no, como en la lista de Schlinder, que no podríamos visitar a nuestros padres, y que además sería por su bien. Carreteras cortadas,  fronteras  cerradas, aeropuertos  vacíos. Niños en casa, ¡todos los niños!... Clases  telemáticas, consultas médicas telefónicas, arrestos por salir....Ni Fallas, ni Feria, ni Semana Santa. Ni playas, ni parques ni terrazas. 

          Quien iba a imaginar, salvo los propios sanitarios, que llevamos años trabajando en nefastas  condiciones,  que uno de los mejores sistemas de salud del mundo estaba funcionando  exclusivamente por la excelencia de su personal, y ha hecho aguas en semanas por falta de medios. Que nos protegemos con bolsas de basura.

          Que si entonces me dicen que Sevilla, en primavera, iba a dar ejemplo de cordura vaciando sus calles, hubiera apostado mi mano derecha a que no.

          Me acongoja especialmente la soberbia propia y generalizada de pensar y defender que ésto no era para tanto. A la luz de la información que  nos llegaba, nos creímos superiores a un microorganismo, que nos está dando fuerte y flojo,  a diestro y siniestro. Siento mucho  haber asegurado a aquellos conocidos que confiaron en mi criterio médico, que esto era una sólo una gripe grave. Pero la única razón que encuentro para este estado  casi de sitio mundial, cuando la morbi-mortalidad es inferior a otras enfermedades  bien conocidas, es el miedo a lo desconocido, a no saber  qué va a pasar.

          Cuando la pesadilla termine, será tiempo de reflexión, de analizar las razones y sobre todo, las sinrazones. Habrá que juzgar  decisiones de instituciones internacionales y de nuestro propio gobierno, desbordado,  improvisando, errando y tratando de apagar fuegos...como todos los gobiernos.  También habrá que juzgar la actitud de la oposición, a la que no voy a calificar, como a todas las oposiciones. 

          Y por último, habrá que juzgar al pueblo, un ejemplo de comportamiento en general, pero con muchos particulares dignos del mayor oprobio y rechazo, por su absoluta insolidaridad y carencia de  valores. 

          Ya habrá tiempo de mirar atrás con templanza, de corregir y de planificar. De penalizarnos y de congratularnos. Ahora, encerrados en casa, parece que también encerremos nuestros cerebros y no veamos más allá. 

          Es tiempo de pelear por ti y por el vecino. Lo demás, como decía Scarlett "ya lo pensaré mañana..."

jueves, 26 de marzo de 2020

MENOS MAL...

         Menos mal que no me hiciste caso.

         Menos mal que nos sobran ganas, desde antes de esta cuarentena.

         Menos mal que vives cerca, y caminas sin ruido, y la poli pasa poco por las calles escasas que nos separan. Menos mal que nadie te vio, porque nadie hay en las ventanas chivatas. Menos mal que mis vecinos, mayores, saben que pueden llamar a mi puerta, que yo les abro. Menos mal que pensé que eras uno de ellos, y te abrí.

         Menos mal que aprovechaste mi  parálisis transitoria por la sorpresa para colarte dentro, sin tocar nada, con tus guantes y tu mascarilla de superhéroe, a juego contigo. Menos mal que, mientras te duchabas para protegerme de la posible ponzoña coronavírica de tu cuerpo adorado, me cuentas que has encargado pizza para dos...y claro, no me la voy a comer sola....

         Así que sales de mi baño, uniformado con la toalla más pequeña que había, y me atacas con la sonrisa que me sedujo el día que te acercaste. Hace siglos, milenios, que tus manos no cercaban mi cintura, y tus besos se han hecho querer más de lo que pensaba. Tu piel lo inunda todo. Sabes a chocolate con sal, y mis dedos peinan tu cuerpo mientras intento abarcarte. El encanto de los hombres grandes.

         Toda la prisa que te contaba hace un horas, todas las ganas de  sentirte dentro, pasan al segundo plano, porque ya tengo tus labios aquí, donde señalo, tus ojos de cerca, tus manos por todas partes, y tus piernas acariciando las mías. Tu toalla desapareció antes que mi ropa, pero ya estamos empatados.

         Que bien se vive entre tu cuerpo y que suerte que te guste tanto el mio.

         Siendo justos, no hace ni dos semanas de la última vez, pero cuando la ley seca te pilla justo en pleno enganche, el síndrome de abstinencia es tremendo. Doy fe. Y aquí estamos, rodando uno sobre el otro, Catando, lamiendo, mordiendo. Entrando, bajando, temblando. Susurrando, gimiendo, aplazando. Tus caderas controlan mi ritmo cardíaco, y las sábanas dicen que me voy a deshidratar. Menos mal que controlas los tiempos. Menos mal que me dosificas los placeres. Menos mal que has venido...

           Menos mal que suena el despertador, y así no tengo que reñirte  por saltarte el confinamiento, y acudir a mi casa con nocturnidad y alevosía, emulando a  Don Juan.

           Menos mal que vivo intensamente mis sueños. 

           Menos mal que nadie puede saber si ésto es cierto...

NO TE VAS...

          Hay que ver que no te vas...con el tiempo que hace que te fuiste.

          Es curioso como va cambiando el recuerdo de quien nos duele. En estos 8 años desde que te perdimos, he pasado de herida lancinante cada vez que te nombraba, a sonrisa serena recordando  tus cosas, atravesando todos los grados de pena, rabia, nostalgia... Y toda la gama de dolor. 

          A día de hoy puedo afirmar que no te olvidaré nunca, que te tengo presente muy a menudo, y que lo seguiré haciendo. Que tengo clara la importancia de tu breve vida en  la mía y la de mis hijos, y sobre todo, la enorme pérdida que supuso. 

           Las cosas hubieran sido más fáciles en los últimos años contigo cerca. La vida entera sería mucho más fácil. Y yo no tendría, en días como hoy, este nudito en la garganta y la lágrima fácil con tus fotos, donde sonríes con los ojos, pero no te mueves, ni te oigo, ni te  abrazo...

           Suerte grande la mía, de que me hayas querido. Y de que no te vayas.

miércoles, 25 de marzo de 2020

A TORO PASADO

         Escribo este miércoles, segundo de la cuarentena, desde el hastío. Y llevamos 10 días. 

         Mi disgusto no es por el confinamiento . Lo llevo bastante bien, porque siendo médico entiendo perfectamente su valor, y porque no soy persona que se aburra sola.  Conservo mi trabajo, que me permite estar tranquila porque podré comer y pagar mis deudas el mes que viene (salvo catástrofe),manteniendo la rutina de vestirme todos los días para salir a la calle, aunque sea sólo el trayecto a mi centro de salud. Parece una tontería, pero hay personas muy inquietas y con problemas psíquicos que lo están pasando fatal.

          Mi tedio se debe a la sobredosis de desinformación, de mentiras, de opiniones malintencionadas, de los buitres informativos que manipulan a las masas en su momento más sensible, usando técnicas propagandísticas bélicas. Medias verdades, desinformación y bulos, de derecha a izquierda y viceversa, derramando angustia, crispación y alarma sobre la población en pleno terremoto.

          No fomentemos el caos y el pánico, por favor.

          No voy  ponerme de lado, por supuesto. Todo el que me lea sabe que soy de izquierdas, y, evidentemente, voté a la posibilidad de un gobierno tal, y me alegro de haberlo conseguido. Pero no voy a defender que es el ideal y que lo están haciendo bien. Claro que no. Han cometido errores garrafales, y de sus decisiones dependen la vida o muerte de muchos. Pero prefiero una gestión de izquierdas  en situaciones en las que dependemos del acceso universal  e igualitario a ciertos servicios. Serán mis ideales, pero me dan más confianza. 

          Claro que hacen poco, insuficiente y a destiempo. Yo tengo contadas las mascarillas y no tengo EPI. Soy consciente sin remedio. Pero no creo que nadie quisiera estar en el pellejo del gobierno hoy en día. Ni siquiera los que peleaban por sus sillones. Tienen una responsabilidad ingente, y la tarea, encomendada por la mayoría, les supera. Aprovecho para recordar que están ahí porque los votamos, pese a quien pese, y eso merece respeto. Y cada error, cada fallecido de más, cada penuria del personal esencial, y de cada familia, va a pesar sobre sus conciencias. En el pecado llevan su penitencia, que de eso no se libra nadie. Igual que nadie, en ningún país del mundo, estaba preparado para gestionar algo así. Estamos improvisando  todos, desde Sánchez a Trump, desde China a Méjico, desde Italia a Rusia. Cada cual  comete sus fallos y maneja sus medios con mejor o peor acierto. Pero repito que prefiero los errores de Sánchez e Iglesias a los de Trump o Johnson. O sus afines.

          Lo único que pido, desde la trinchera de este problema,  es bajar el umbral de conflicto. Vamos a sumar. Vamos a hablar de lo que se hace bien.  Ya habrá tiempo, a toro pasado, de reclamar, de analizar y de exigir responsabilidades. Y de que los responsables paguen sus culpas. Todos. Por todo y por todos. Pero vamos a calmarnos, que eso también es patriotismo de bandera. 

martes, 24 de marzo de 2020

DE QUICIO P'ADENTRO.

             Señoras, señores: el centro de Sevilla suena a calle de pueblo serrano en un día frío de invierno, a las cinco de la tarde.

              Ni un alma en sus calles, y ni siquiera el viento se atreve a dar las buenas tardes. Apenas el zureo de las palomas en la parte de atrás del convento al que da mi ventana. Ni la lluvia suena. Silencio de calle de cementerio.

              Sería espeluznante contemplar la mitad de la Giralda que me regala mi azotea en completo silencio, si no fuera por sus razones. Sevilla, la ciudad más orgullosa de la vida de sus calles, se priva voluntaria y disciplinadamente de su cielo, de su olor a azahar, de su color especial y de su luz.  Se guardan los capirotes, los costales y las flores, con la pena de no sacarlos este año, a nueve días del viernes de Dolores. Y al doblar las mantillas en el cajón, no se piensa, como otros años, en ir planchando volantes y buscar los avíos de flamenca, ni las flores para la caseta. Este año, no.

               Porque  su gente se ha guardado las ganas de fiestas de primavera, y las ha cambiado por coraje.  El que hace falta para quedarse de quicio p'adentro, con niños y abuelos, y lo que haga falta, y salir sólo a por el pan, el de la mesa y el de pagar las cuentas, aquellos que tenemos la suerte de no haberlo perdido. El valor necesario para evitar la tentación de sus calles, porque lo merecen la salud propia y la de los vecinos.  Sevilla se vuelve Fuenteovejuna.

              Hasta parece que la primavera, que tan bien la trata, se apiada de nosotros y se  nubla, se retrasa unos días, para que no nos dé tanta pena el confinamiento.

              Así señoras y señores, se porta Sevilla. 

domingo, 22 de marzo de 2020

BODAS DE ORO EN CUARENTENA

                Hoy hace 50 años de esta foto. También fue domingo, pero de Ramos. Y también llovió el día antes. Yo no me puedo acordar, porque no fui a la primera boda de mis padres, pero hoy, que íbamos a celebrar la segunda, no puedo darles ni un beso. No importa. Ellos saben cómo los quiero y con qué ganas los voy a abrazar en cuanto la guerra termine. 

                 Con estas letras quiero hacerles llegar  un poquito de ternura, que sientan la penita que lo agridulce de este día nos provoca a sus hijos, sus yernos y sus nietos. Digo agridulce porque nos alegramos sobremanera de vivir con ellos este día, pero nos apena que lo  vayamos a celebrar de una forma muy diferente a la prevista, cada cual en su casa, y vosotros en la de todos, pero solos.

                 Hablo en mi nombre, pero seguro que mis hermanos hacen suyas mis palabras cuando os digo, Papá y Mamá, que sois unos padres excepcionales, que vuestro matrimonio, imperfecto como todos, es para nosotros motivo de orgullo, y que al margen de todas las cosas que habéis vivido y construido en común, tenéis tres hijos que presumen de sus padres. Y eso es una proeza, creedme.

                 Por eso, todo lo que tenía pensado escribiros  para celebrar vuestra vida en común, lo dejo para más adelante, para el día en que podamos hacerlo como es debido, con sonrisas, besos y  achuchones, porque aquí hay padres y abuelos para rato.

                 Así que cuidaros ahora, y celebradlo hoy sin nosotros, como aquel primer día en común, con un amor maduro, y, a diferencia de aquel veintidós de marzo, con más recuerdos que sueños. Espero que hayáis cumplido muchos. 

                Así que muchas felicidades. Tenemos pendiente  la fiesta. Y los besos.

domingo, 1 de marzo de 2020

MARZO

         Marzo es un mes de decisiones, de puntos y apartes, de finales y comienzos, de primaveras de mi alma. Si la tengo, y resulta que no es esa parte del cerebro que no uso conscientemente....

         En marzo he soltado, he abandonado, he olvidado y he quemado afectos podridos. En marzo me he prendado, he deseado, he comenzado y he decidido. En marzo me quiero mucho.

         Este marzo, también. Desde este simbólico púlpito, os anuncio las nuevas, buenas y malas...

         Tengo tres amores eternos. Dos los parí yo, y el otro mi madre. El resto de amores que gozo, los disfruto cada vez que puedo, que no son pocas, y por eso me brillan los ojos.

         Cuento con amigos de los buenos, y lo hago con la mano izquierda, la del corazón, y me sobran dedos, pero para que puedan llegar más. Con la mano derecha, la de escribir, añado, tacho, borro y corrijo la lista de amigas, aunque casi siempre me faltan dedos.  Hoy hubo bajas. Será la primavera.

         Se avecinan cambios en mi cuerpo, en mi pelo, en mi vida, y si salen todos bien, la sonrisa y la ausencia de botox, me van a arrugar la cara. Impaciente estoy.

         Y como colofón, declaro perdonados mis errores, y prescrito el periodo de alegaciones de las culpas de los otros, que desde hoy, tienen negado el indulto, por no haberse tramitado los pliegos de descargo de las faltas, en tiempo y forma. Sin acritud, que soy de olvido fácil..

         Si la vida tiene a bien seguir mimándome, bendita sea. Lo agradeceré compartiendo. Si le place castigarme, solo pido que no salpique a mis hijos.

         Y una vez auditadas  mis cuentas, queda inaugurado el resto de mi vida. Larga e interesante, espero. 

         ¿Te vienes?