Este año tocaba Milán, coincidiendo con la fecha de un concierto de Avril Lavigne, el 15 de marzo. El plan era pasar allí varios días, para visitar la ciudad. Teníamos concertadas visitas guiadas, entradas al Duomo y la Scala, ver La Última Cena...No contentos con ésto, porque mis hijos lo valen, también les trajeron entradas para el concierto en Sevilla de Guns and Roses.
Puntería la de Melchor, Gaspar y Baltasar....
Ahí no queda la cosa. Mi mes de marzo apuntaba ser agotador. Hice una guardia el primer fin de semana porque el resto no podía. Una agenda complicada...del 13 al 16 en Milán, el 22, las bodas de oro de mis padres, y este fin de semana a un congreso...en Madrid. ¡De órdago!
Y aquí me ven. Bueno, me leen.
No voy a quejarme porque lo llevo bien. He terminado tres libros que tenía empezados, paso horas escribiendo y tengo Netflix. Ayer vi cuatro películas, lo que suelo ver en un mes. Y subo a tender a la azotea, y con eso me da el sol. Echo de menos millones a mis niños, que ahora están con su padre, pero las maravillas tecnológicas me permiten ver cómo se peina con los dedos mi hombrecito cuando abre la videollamada, y charlotear con mi princesa, que me recomienda series y me explica trucos informáticos, que para mí son como logaritmos neperianos derivados a la enésima potencia. Me llega su cariño, pero me falta su calorcito. No hay problema , que como dice el dicho...hambre que espera hartura, no es hambre ninguna...
Lo del viaje tampoco lo es. Los Reyes tenían los tickets, gestionaron la devolución y andan planificando el cambio. Pero no dejo de pensar la enorme suerte que hemos tenido, de poder suspenderlo a tiempo. Si la epidemia en Italia hubiese comenzado 15 ó 20 días después, hubiéramos estado expuestos, sin saberlo y sin remedio, en pleno Milán. Lo habríamos repartido con la familia en la celebración de mis padres, y yo lo hubiera rematado en Madrid. Así que este año, ya me ha tocado la lotería. Si terminamos la pandemia sin ninguna baja conocida, doblemente.
Hoy me ha dado por dar marcha atrás en el calendario, un flash back de esos de las pelis, y pienso que quién podría haber imaginado este escenario. Porque la vida de las personas cambia radicalmente en un segundo, generalmente por factores personales, o locales, pero esta situación ha puesto, en tres meses, el mundo entero boca abajo. Como en las historias apocalípticas de ciencia ficción. Pero con demasiada ciencia y muy poca ficción.
Quien hubiera imaginado, entonces, tres meses de confinamiento absoluto en una región de China, que se exportaría, como todo lo chino, al resto del mundo, y que a nadie se le ocurriría otra forma de defensa. El terror, globalizado, por lo que aparentaba ser una gripe dura, pero que resulta matar más y peor, y se ceba con los ancianos. Quien imaginaba entonces tener que demostrar con "salvoconductos" que vas a trabajar, que nos dividieran en personal esencial o no, como en la lista de Schlinder, que no podríamos visitar a nuestros padres, y que además sería por su bien. Carreteras cortadas, fronteras cerradas, aeropuertos vacíos. Niños en casa, ¡todos los niños!... Clases telemáticas, consultas médicas telefónicas, arrestos por salir....Ni Fallas, ni Feria, ni Semana Santa. Ni playas, ni parques ni terrazas.
Quien iba a imaginar, salvo los propios sanitarios, que llevamos años trabajando en nefastas condiciones, que uno de los mejores sistemas de salud del mundo estaba funcionando exclusivamente por la excelencia de su personal, y ha hecho aguas en semanas por falta de medios. Que nos protegemos con bolsas de basura.
Que si entonces me dicen que Sevilla, en primavera, iba a dar ejemplo de cordura vaciando sus calles, hubiera apostado mi mano derecha a que no.
Me acongoja especialmente la soberbia propia y generalizada de pensar y defender que ésto no era para tanto. A la luz de la información que nos llegaba, nos creímos superiores a un microorganismo, que nos está dando fuerte y flojo, a diestro y siniestro. Siento mucho haber asegurado a aquellos conocidos que confiaron en mi criterio médico, que esto era una sólo una gripe grave. Pero la única razón que encuentro para este estado casi de sitio mundial, cuando la morbi-mortalidad es inferior a otras enfermedades bien conocidas, es el miedo a lo desconocido, a no saber qué va a pasar.
Cuando la pesadilla termine, será tiempo de reflexión, de analizar las razones y sobre todo, las sinrazones. Habrá que juzgar decisiones de instituciones internacionales y de nuestro propio gobierno, desbordado, improvisando, errando y tratando de apagar fuegos...como todos los gobiernos. También habrá que juzgar la actitud de la oposición, a la que no voy a calificar, como a todas las oposiciones.
Y por último, habrá que juzgar al pueblo, un ejemplo de comportamiento en general, pero con muchos particulares dignos del mayor oprobio y rechazo, por su absoluta insolidaridad y carencia de valores.
Ya habrá tiempo de mirar atrás con templanza, de corregir y de planificar. De penalizarnos y de congratularnos. Ahora, encerrados en casa, parece que también encerremos nuestros cerebros y no veamos más allá.
Es tiempo de pelear por ti y por el vecino. Lo demás, como decía Scarlett "ya lo pensaré mañana..."