jueves, 11 de agosto de 2022

MODO ESPORA

          

            - ¿?

            - Bueno, sabes que estaba mucho mejor cuando me llovía salado. Ahora toca modo espora: guardar dentro lo importante,  medio diluirse en la tierra, y esperar que termine el verano, por si vuelve la lluvia. Pero es tiempo de sequía, y los vientos del noroeste son muy fuertes. A ver qué pasa. Igual nos ponen en barbecho. Es lo que tiene ser flor asilvestrada y colarse en los jardines.

miércoles, 3 de agosto de 2022

SIN DAR LECCIONES

           
            Empezaré dejando claro que no soy quién para dar lecciones de vida a nadie, pero algo sé ya de como funciona, y no debo hacerlo mal, porque en la cuenta me salen más días  buenos que malos. Muchos más. Y conservo la sonrisa como carta de presentación.

            Alguien a quien quiero mucho más de lo que cree, está, por lo poco que me deja ver, en un momento complicado, de esos en los que pasas del blanco al negro  en cerocomadós, y lo que un día es certeza, al otro es el gato de Schrödinger. Se pasa mal en fase crisálida, y se hace larga.

            La mía fue casi inesperada, porque a mis cuarenta y tantos creía tener mi vida encauzada y el rumbo se ajustaba al horizonte previsto. Pero se me rompió el corazón y empecé a plantearme las verdades. Las mías, que cada cual cultiva las suyas... Todos sufrimos varias crisis vitales. En las primeras te planteas quién eres, qué quieres hacer, qué sueñas... vas tomando decisiones. En las últimas, rondando la ancianidad, te pones menos plazos, y vas decidiendo, si te deja el cuerpo y las circunstancias, sucesivos finales de diferentes cosas. Pero la crisis a la que me refiero es especial porque, como dice mi amigo Paco, has tocado la pared. Suele coincidir  con una razonable mitad  de la esperanza de vida, con cierta estabilidad emocional y vital, cuando ya has disfrutado etapas (has tenido una o varias relaciones serias, tienes una manera de ganarte la vida, sabes con qué afectos cuentas, o al menos eso crees, y muchos, hasta tenemos hijos),  y de repente tomas conciencia de que sólo tienes una vida, y te inundan las dudas de si la estás aprovechando, artefactadas por la relatividad del tiempo. Tiene sentido, pero a veces  te hace perder el norte.

            De mi maraña de incertidumbres sólo saqué tres en claro, y sobre esos pilares me  construyo: cómo y con quién me gustaría envejecer, incluyendo aquí la relación con mis hijos, mis metas profesionales y económicas, y mi idea sobre el amor. Las dos primeras no me interesa contarlas hoy.

            Tengo claro que cada cual tiene su motor, y el mío es híbrido: funciona con planes y amor. Y no necesariamente van en el mismo saco. Tengo que  tener algún proyecto ilusionante para levantarme con ganas y un amor, en la cabeza o en la cama, que a veces coincide, pero a cierta edad, esto se complica. En mi caso fue que el amor, tal y como yo lo entiendo, se  acabó, y nunca dudé si conformarme con menos. Nuestra prórroga fueron intentos de volver a lo que fue. Y no volvió, claro, porque habíamos crecido en direcciones casi opuestas. Por eso, por respeto a nuestra idea de lo que debe ser una relación, aquello terminó.

            Toda esta parrafada es para concluir que la única función del amor es hacerte feliz, y que si no, no vale. Y que no se trata de encontrar  o mantener el amor verdadero, ni el eterno, que tanto la verdad como la eternidad son relativas. Se trata de tener al lado alguien que te dé sonrisas, piel, cariño, que te busque y que te encuentre, que te ilusione compartir momentos, porque los disfruta contigo, que te arrugue la cara  a base de risas y te den agujetas de tanto amar. Que te haga el amor con o sin sexo, y el sexo con o sin amor. Que a veces es llama, otras chispa y si ocasionalmente, se apaga, vuelve. Si tuviste eso con quien tienes al lado, y ya no os pasa, hay que intentar recuperarlo, pero la reanimación tiene un tiempo máximo. Después es encarnizamiento terapéutico.

            Debe ser maravilloso recuperar una relación que parecía enferma, con las mismas bases o nuevas, que para eso somos distintos que al empezar. A mí no me pasó, pero conozco a quienes sí. Y también es genial volver a enamorarse, que eso sí lo he vivido, y ver que ya no te sirven los modelos de antaño, y saber lo que quieres porque no imaginas estar en oro lado.  Crear tus límites y desapegarte de lo que te hunde. Tener claro que bajarte de un barco no es hundirlo, ni abandonarlo a su suerte, como hacen algunos.

             El único consejo que puedo dar es evitar la inercia. No esperar a que el tren se pare o se choque, sino tomar los mandos, o bajarse  tiempo. Conformarse es morir por dentro, y de paso, matar al otro.

              La vida es una. Y corta, por muchos años que dure. 

              A ver si lo hablamos un día...