Lo único que cambia cuando pierdes o estás a punto de hacerlo, es que conoces el miedo. La desconfianza en lo supuesto. La intranquilidad respecto a las certezas, y asimilas que hasta el Titanic se hunde.
Cuando ves el fin de algo, adoleces la pérdida, a veces hasta extremos que desconocías. Pero lo que no te mata, tampoco es cierto que te fortalezca. Solo te hace consciente de tus límites, y te da argumentos para seguir luchando... o no.
Perderte no mataría lo que soy, pero comprenderlo me ha dolido hasta el desmayo.
A veces la vida gira de forma tan brusca que te centrifuga, y te ves como desde fuera. Eso aterroriza, y te sientes como el agua que se derrama del baño.

Aprovechemos la calma antes de la siguiente tormenta. Rema conmigo, a ver si pillamos un viento a favor, que estamos en época de vendavales...y de icebergs.