La mujer de la que estoy perdidamente enamorada cumple hoy 14 años. Por este amor podrían acusarme, ciertamente, de asaltacunas, que la suya la abordé mil veces para besarla, acariciarla y achucharla, con y sin su consentimiento.
Lo de mujer son palabras grandes todavía, que aunque su cuerpo, sus andares y su comportamiento sugieran que lo es, sigue y seguirá siendo mi niña.
Su vida, ahora, se me antoja una aventura diaria, a la que se enfrenta con dos ovarios, mucha sustancia gris y las armas que su padre y yo hemos intentado darle, y que empieza a manejar con destreza. ¡Cuidado, mundo, que viene Lucía...!
Si es bonita por fuera, que lo es, y no porque lo diga yo, más bonita es por dentro, por eso no hay quien, conociéndola, pueda evitar quererla.
Hoy vamos a celebrar su vida de forma oficial, aunque su padre, su hermano y yo, la celebramos a diario, y presumimos del privilegio de tenerla cerca.
Me toca pensar cómo hacerle entender cuánto la queremos, porque sabe que es mucho, pero no alcanza a comprender la dimensión del infinito.
Feliz cumpleaños, mi niña.
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