jueves, 21 de octubre de 2021

MARIE KONDO PARA EL ALMA

             Sería una frivolidad quejarme de la vida que llevo, porque, emulando a Ricardo Darín, me ducho a diario con agua caliente, tengo techo, sueldo y auto, dos hijos que me abrazan con ganas, y unos padres autosuficientes a los que querer.

             Pero hay veces que una tiene un día gris ceniza, porque los veleidosos problemas del primer mundo te distorsionan la perspectiva, y crean aberrantes  ilusiones de  desencanto. Y como tenemos el pan asegurado, nos da por mirarnos el ombligo y transformamos ese cúmulo de frustraciones, la mayoría artificiales, en dolores de cabeza, nauseas o gastritis, como llamada al orden del cuerpo para que te pares a pensar, porque este tren corre demasiado.

             El remedio es simple: hacer limpieza de la memoria, principalmente la selectiva, actualizar las emociones y hacerle un Marie Kondo al alma. Sin ser consciente, lo llevo haciendo algunas semanas, efecto secundario de los 50, supongo, pero me he dado cuenta de ello hace unos días, entre tu brazo y tus costillas. Buen sitio para reflexiones.

             Todavía no he terminado, y aunque sacar ciertas cosas de mi vida me ha costado alguna cicatriz, es mejor que vivir con la herida abierta. He vuelto a constatar mi torpeza al catalogar a algunas personas, cuando he acertado dejándolas atrás. También he limpiado el cajón de los apegos. Yo soy de apegos, aunque no estén bien vistos, y los disfruto, como al que le gusta el picante o el chocolate: el truco está en dosificar y escoger, desechando los nocivos. Ya sólo me queda repasar los detalles y echar un vistazo con perspectiva suficiente para ver cómo ha quedado la estantería.

              En los próximos días empezaré a ubicar nuevos aciertos y errores, comienzos y
"pudieras", encajando de nuevo las piezas del rompecabezas que resulta la vida. Que engancha, por cierto. 

               A ver si la providencia cumple algunos de mis sueños de despierta, que ya está bien de ser valiente, que  toca que me elija la suerte, que la vida baile a mi compás y cante mi canción. Que no se nos haga tarde, que sabemos lo que hay y ya bailé al son de mucho pirata.



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