sábado, 15 de julio de 2017

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                          Veintinueve años, diez meses y dos días. Eso ha durado nuestra historia como pareja, que no es el final de nuestra historia. No es mal número para los tiempos que corren, y, aunque lo fuera, es el nuestro.

                          Lo que viene ahora  es el resto de la vida, con un vínculo indisoluble y férreo, mucho mayor que un matrimonio, una hipoteca, o un cariño eterno. Son dos personitas geniales, nuestro regalo al mundo. 

                         Asumo que la vida da muchas  vueltas, y las prioridades personales van a cambiar, que cuando los niños dejen de serlo y los necesitemos más que ellos a nosotros, la mano que ahora nos cogemos  para guiarlos a la par en la buena dirección, seguirá o no entrelazada, y vendrán gentes, y batallas, y hasta guerras de cada uno con  la vida, y que lo que ahora tenemos será un chicle en  la boca de las circunstancias, a expensas de la  erosión del tiempo y de la vida. Pero ten en cuenta que  la erosión no sólo destruye, y que a veces moldea maravillas.

                        Siempre nos quedarán ellos y estos  veintinueve años, diez meses y dos días. La tercera o cuarta parte de nuestra vida, y me siento afortunada de haberla  pasado contigo, con sus luces y con sus sombras, porque nos ha hecho personas dignas de ser conocidas y amadas. 

                       Por eso no imagino nada que me hiciera  dejar de respetarte, aunque se nos haya ido el amor, aunque se nos haya roto, y a pesar de la heridas mutuas. No tenemos la culpa de ser demasiado idealistas, ambiciosos, soberbios y hedonistas como para conformarnos con una  vida en común privada de ilusión. Sobre todo por cuánto la hemos disfrutado  mientras duró. Imposible seguir juntos sólo por cariño, por muy grande que sea, pero es lo que nos va a mantener uno al lado del otro, en paralelo, para ayudar a crecer a mini tú y mini yo.

                       Nos hemos bajado del tren  antes de chocar, antes de hacernos daño, porque no podemos permitirnos ser enemigos  y mirar a los niños a la cara. 

                        Si sale como planeamos, vamos a ser los divorciados más maravillosamente raros en mil millas a la redonda, y espero seguir teniéndote en mi vida cuando llevemos bastón. 

                        Mi corazón compungido y yo, te deseamos lo mejor en tu nuevo camino, porque todo lo bueno que te pase será para mi alegría, y para beneficio de nuestros  hijos. 

                        Besos mil, ex-marido.



P.D: Es lo más difícil que he escrito nunca.

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