
Pero he de reconocer que la película expone con gran acierto un tema espinoso: la capacidad infinita del subconsciente para crear herramientas, vías de escape y armas, con las que defender la fragilidad del individuo ante el dolor.
Sin ánimo de de reventarle a nadie la peli, va de una niña que vive como real un mundo en el que escapa de su dolor enfrentándose a criaturas aterradoras, y matando a sus gigantes. Me ha hecho pensar, recordar, y reconocer a algunos adultos que conozco, que llevan años escondiéndose de sus gigantes tras muros cada vez más altos, apuntálandolos con una soberbia infame, en la que se creen autosuficientes, y en posesión de la verdad. Nada les somete. De nada se arrepienten. Todo lo asumen y siguen su camino dejando, si hace falta, cadáveres en las cunetas. Reventando futuros, relaciones y egos ajenos por la cobardía de no luchar contra sus monstruos. Vagando de un mundo a otro, buscando quien sabe qué.
Ojalá un día algo os haga intentarlo, y matando a vuestros gigantes, dejéis de huir de la vida, que no se disfruta corriendo, sino parándose a masticarla.
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