domingo, 15 de mayo de 2022

APOSTAR EN LA VIDA

           

          Hace un par de días fui al teatro con una de mis mejores amigas. Compré las entradas hace semanas, sin saber de qué iba la obra, como una groopie cualquiera, sólo porque la protagonista es María Galiana. Tengo a gala no haber visto  ni un capítulo entero de la serie que todos saben (me pareció una idea fantástica en su momento, que rebajó calidad en pos de alargar la gallina de los huevos de oro...soy rarita para la tele), pero para mí, María es La Galiana, aquella profesora peculiar que nos enseñaba Historia en el Carande, mi instituto, que un día se confesó actriz aficionada de teatro, y que me cautivó en su papel de  Poncia en mi obra  favorita de Lorca. Y tantos años después, lo ha vuelto a hacer. Borda su papel entrañable y personalísimo en El Abrazo, reivindicando la valentía de elegir en la vida apostando por los sentimientos. y las consecuencias de no hacerlo. Totalmente recomendable la obra, y,  de postre, da para pensar...

           Nuestro primer sentimiento fue de sorpresa, porque el argumento calcaba una conversación que mi amiga y yo hemos tenido varias veces, la última hace poco, y aunque parezca absurdo, escuece llevar razón.

           Aparte de ser cincuentonas divorciadas, encantadas de sí mismas y convencidas de que para atrás, ni pa coger impulso, compartimos  el boceto general de lo que debe ser una relación de pareja: amor, sexo, sonrisa basal, ilusiones, cariño, lealtad y ganas. Despertar contenta de ver al otro en tu cama, y tener planes que le incluyen. No todos, pero sí los mejores. Sonreír cuando piensas en él y pensarlo cuando no piensas en nada. Querer su compañía si estás mal, y ansiarla cuando te diviertes. Sentir que los buenos momentos  serían mejores si estuviera contigo. y desear que la vida nos dé tiempo. 

           También compartimos parecida idea de lo que no  debe ser: obviamente la pasión  inicial tiene caducidad, y menos mal, porque no habría cuerpo que aguantase, pero se transforma en amor del bueno mientras se mantiene la ilusión de estar con el otro y su compañía genera ganas de seguir. Nada que ver con el cariño verdadero de compañero de vida, con la costumbre, la culpa, la conciliación social, la zona de confort y todas esas excusas que no son más que la inercia de la vida, y que es la energía  no renovable que mantiene unidas a tantas parejas.

          Cabe pensar que  dos divorciadas cincuentonas tienen esa opinión porque ha sido desilusionadas o están amargadas, o sus matrimonios han sido un desastre. Nada más lejos de la realidad. Casualmente las dos venimos de relaciones estupendas de más de 20 años, que fueron muy disfrutadas, pero que se acabaron por dentro, y no quisimos mantener para afuera. Ambas creemos en el  amor con mayúsculas y en la vida con mayúsculas, en negrita y subrayada. y apostamos por compañeros que difieran del protagonista de El abrazo, que aprecien y elijan lo que el universo, el azar o las fuerzas infames del supuesto destino les ponga por delante. 

          Mientras tanto, mejor solas que mal acompañadas, aprovechando  los amores que pasan y sin privar de nada a nuestro cuerpo serrano y nuestro corazón.

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