viernes, 14 de febrero de 2014

ROMANTICISMO

        Quien no te haya vivido de cerca, aunque te conozca,  no podrá entender que yo haya aprendido de ti lo que es el romanticismo. 

        Me harté, en la ignorancia de mi inmadurez, de protestar por las rosas, los bombones, y las cenas con velas que me escatimabas,  en nombre de lo que creía una protesta reaccionaria contra los tópicos. 

        Hasta hace unos años no lo vi. El romanticismo es uno de los pilares de  nuestra historia, y yo la vivía sin verlo.

           El romanticismo es que no me falte tu beso ningún día que pasemos juntos. Que te guste verme comer lo que me cocinas. Que en invierno te acuestes antes que yo, para calentarme  las sábanas. Que distraigas a los niños, para que me dejen dormir la siesta cuando me ves cansada. Que me beses los hombros. Que te des cuenta de que me arreglo para ti. Que enciendas la luz de la entrada cuando puede que llegue de noche. Que te metas conmigo en la ducha. Que yo sea la primera persona de la que te acuerdas cuando te apetece salir. Que me regales tu tiempo. Que le cuentes (tú, contando cosas...) a tus compañeros que te gusta tu vida conmigo. Que presumas de mí. 

          Que tus manos me sigan llevando al cielo, y tus besos me lleguen al alma.

          Que siga pensando que fuiste mi suerte mayor, mi decisión diaria.

          Que me sigas abriendo los ojos cada día.


          Eso es el romanticismo. Sin velas, sin poemas, sin rosas.

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