miércoles, 29 de marzo de 2017

LO INEXORABLE?




                        Estoy conociendo a una persona especial. Llevo toda la vida cruzándome con ella, pero hasta ahora no se alinearon los  astros para que nos acercásemos tanto.  Es una mujer que empieza a asimilar sus dimensiones, su lugar en el mundo, con  prudencia y tensón obligados, consecuencia del terremoto del que acaba de salvarse. El temblor que acabó con su casa, la dejó casi en coma, y enfermó del alma  durante demasiado tiempo. Ya no, ya pasó, ya se está dando el alta. 

                         Resulta que no es tan fuerte, ni tan infalible como pensaba. Resulta que venía gastando mal su sentido del humor, que derrochaba en vanalidades, y no para enfrentar los bofetones de la vida. Resulta que es verdad que lo bonito, lo grande, lo lleva por dentro, y todavía no ha nacido quien lo haya visto del todo. Que puede ser princesa, madre, puta, samaritana, ingeniera de la vida, artista, mentirosa, amante, esposa, amiga, bruja, hermana de alguna amiga y amiga de la hermana...capaz de sacar los ojos a quien sea por sus trocitos de ser y de bajar los brazos y la bandera, de perder la guerra y todas las batallas, con tal de seguir con vida. 

                          Porque aunque amputada, sigue p'alante. Porque cuando se ha secado las lágrimas, le quedan los ojos rojos y el corazón más chico, pero porque está encogido. Lo importante es seguir, que ya encontrará la forma de volver a derramarse en besos, en  risas y en gritos, de furia y de placer, que de todo guarda.

                          Nos hemos acercado en la cuarentena. Paseamos por los mismos cafés y  bulevares, yo buscando mi sonrisa y ella recuperando sus fuerzas. Nos puso de amigas darnos cuenta de que las dos nos enamoramos de hombres de pocas palabras, pero brutalmente sinceras, de los que se enamoran de mujeres con demasiadas, como nosotras. Ese tipo de hombre que se calla los te quiero que no le hierven, que no te busca si no te echa de menos, ni te abandona cuando estás enferma, pero que tampoco sabe ocultar su pena por no sentir, su disgusto por la vida a medio gas. 

                         Hemos conocido a nuestros hombres temblando de amor del bueno entre nuestras sábanas, y no nos hizo falta besar cien sapos para reconocerlos como irrepetibles en nuestras vidas. Por eso discutimos a diario,  sobre  si seguir esperando a que encuentren el momento de despedirse, pensando, ingenuos, que puede haber un momento adecuado, o pedirles que no demoren, que el tiempo que pasemos acostumbrándonos a una vida descafeinada nos hará comunes. Y ni nosotras, ni él, somos comunes. 

                         Ya no peno. Ahora espero, cogida de la mano de ésta, mi persona especial, que me la aprieta con cada beso que, a fuerza de ser sincero, lleva la firma del amigo que más pueda querernos nunca, pero no del amante que necesitamos para no dudar de que vivimos la vida correcta. A ver cuando se deciden a volar, que a nosotras también se nos desgastan los corazones,  y se nos secan los labios esperando lo inexorable.

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