Que difícil se me antoja querer para adentro, queriendo querer para afuera.

Que tensa la calma tras la tempestad, esta constante improvisación del alma, en espera del veredicto, de la capitulación, mientras el sueño de que ésto sea una pesadilla de la que me vas a despertar, como siempre, se rinde ante la conformidad de saber que todo pasa, que todo cura, que de todo se puede partir hacia delante, y que la única forma de volver a ser, es tener una memoria espléndida y bien cuidada.
No siento pena ni nostalgia, sino una incertidumbre amarga, una incredulidad poco hecha, no cruda, un espasmito del yo. Un no saber que va a pasar con los ahorros de mi alma cuando liberen este corralito.
Que difícil se me antoja, lo de querer para adentro, acostumbrada a querer para afuera
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