viernes, 26 de mayo de 2017

FRENTE AL MAR (BY THE SEA. Dir. Angelina Jolie)

                   Hace tiempo que no sonaba el teléfono de casa, el fijo. Realmente, lo mantiene porque le abarata la tarifa de la tele por cable, pero solo usa el móvil para  comunicarse, así que le costó recordar el número cuando  en la comisaría le pidieron uno para localizarla.

                   Le habían robado el bolso cuatro días atrás, con las tarjetas, la documentación, las llaves del trabajo, el móvil, una blusa que acababa de comprar...Todo menos las llaves de casa y el coche que estaban en el bolsillo, porque tenía la costumbre de no guardarlas nunca  junto a la documentación.


                   Fue incómodo apañarse esos cuatro días sin tarjetas, ni móvil, ni documentación, pero lo realmente  duro fue sobrevivir  sin el muñeco y las listas.

                   Se vistió en dos segundos y salió corriendo para llegar a la comisaría antes de que cerraran, porque la amable policía que la llamó le había dicho  que tenía su bolso con todo el contenido excepto el monedero y la blusa. Las llaves, el móvil, la documentación...pero lo único  que Sara preguntó  fue por  las listas y el muñeco.

                   Cuando se separó de Fernando , ambos lo pasaron mal, pero pactaron tratar de ser amigos, una pareja civilizada, separada sin rencores. Sara no llevaba bien la distancia, pero eran peor los encuentros, porque de vez en cuando, al tenerlo cerca, se le  olvidaba por qué leches habían terminado. Uno de esos días,  decidió hacer una lista de sus defectos, decepciones y diferencias irreconciliables, y llevarla siempre consigo. Y un muñeco de vudú. Igualito a Fernando, con su mismo pelo, sus gafas y su camisa favorita. Cada vez que sentía nostalgia o le asaltaba la absurda idea de una reconciliación, repasaba la lista, regodeándose en los ítems subrayados. Y clavaba chinchetas en el muñeco.

                   Los usaba poco, pero le tranquilizaba llevar aquellos fetiches encima. Igual era casualidad, pero desde que los tenía, Fernando  sufría cefaleas, diarreas y cólicos inexplicables y repentinos, que solían coincidir con sus menstruaciones.

                   Recuperó su bolso con la ansiedad  de una cocainómana enmonada, a punto de desesperar, porque en esos cuatro días había pensado más en él que en los seis meses previos. Los dos primeros, los soportó como pudo, pero el tercero tuvo que llamarlo para oír su voz, y él, encantador como siempre, la invitó a cenar hoy.

                   Pasó toda la noche en vela, arrepintiéndose de la llamada y buscando una excusa creíble para no acudir a la cita. Pero gracias a la poli, ya no iba a necesitarla: un  repaso rápido a la lista le dio más serenidad que los trankimazines a puñados de ayer. Buscó un alfiler de costura, de esos de la bola negra.  Calculó cuidadosamente sobre la espalda baja del muñeco, y le clavó la aguja hasta el fondo.

                   Habían quedado a las nueve. A las siete y media se metió en la ducha, sin prisas. Al salir sonó el teléfono. Era Fernando. Por lo visto estaba de reformas en su piso, y al mover unos muebles había sentido un dolor punzante en la nalga, y desde entonces no se podía mover del dolor. Su ciática, que no le molestaba desde hacía seis años, había vuelto. Sentía mucho no poder cenar con ella.

                   Sara terminó de ducharse, se puso mona, y se fue al cine a ver la versión original de "Frente al mar".

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