domingo, 26 de abril de 2020

EL ESTADO DE ALARMA DE MI ARRIATE

         Aprovechando una tregua de la lluvia y de la vida, me he acercado a mi arriate, mi modesta posesión terrenal transitoria, necesitada de un desbroce urgente para salvar algunas de las plantas.

         He tenido que cortar un montón de pensamientos, que tapaban los jacintos y amenazaban con engullir los lirios que  luchan por salir. He cortado las rosas muertas y he  buscado las malas hierbas entre los tréboles. No encontré ninguno de cuatro hojas, ni falta que me hace ahora, que disfruto de salud en tiempos de COVID,  trabajo, y encima cobro, y presumo  de que mis dos adolescentes confinados siguen sin dar guerra, a la par que mis viejitos, los tres, gozan de salud y cuidados.

         Preparaba un ramo  para mi mesita del salón con los pensamientos sobrantes, y se me vino a la cabeza  cierta analogía entre mi arriate y la situación social: los pensamientos que he cortado porque  proliferan sin control, amenazando el desarrollo del resto, serían las falacias y  amenazas agoreras que pululan en la prensa y las redes sociales, y envenenan el sentir de esta sociedad  agobiada, sin  dejar desarrollarse al resto de pensamientos, más pequeños, pero numerosos, menos agresivos y más silentes, pero que conforman el grueso , la mayoría del jardín. La misma mayoría discreta y paciente que votamos a la izquierda que nos gobierna. Cortar esos pensamientos y tenerlos controlados en el jarrón, visibles, pero controlados, me ha parecido una buena estrategia.


         Después pensé que las rosas ajadas y marchitas que corté podrían representar a los miles de ancianos fallecidos por nuestra negligencia, igual que mis rosales, desatendidos porque tuve otras prioridades. No volverá a pasar. Aunque sean los veteranos del arriate, y precisamente por eso, merecen igual o mayor atención que el resto.

         Las malas hierbas que arranqué de entre mis tréboles serían los indeseables insolidarios que se pasan las normas por el arco del triunfo y merecen el destierro al cubo de la basura. Me sentí cual policía en nuestras desoladas calles.

         Los niños están representados por todos los capullitos y brotes de cada una de las plantas, todos distintos e igualmente valiosos, pero cada uno en su mata, donde deben estar.

         Repartidos por todo el arriate tengo lirios, que están floreciendo todos a la par, coordinados, enhiestos, con la cabeza alta y con muchas ganas, aunque algunos tengan las hojas  lánguidas y caídas. Como los sanitarios: todos a la par, con determinación y la mayor eficacia posible, a pesar de las hojas tronchadas.

          Finalmente pensé que  mi trocito de  tierra  es un cúmulo desordenado de especies diferentes, que conviven con más o menos armonía, sujetas a las  mismas condiciones de clima, abonos y cuidados, y a merced de mis decisiones. Ellos son mi pueblo, y yo su gobierno. Ellos, variopintos, como los españoles, y yo, haciendo lo que considero  mejor para ellos, como el gobierno. Intento distribuir los  recursos y cuidados lo mejor que sé, pero tengo tanta experiencia en jardinería como el gobierno en pandemias, y a veces tengo que intervenir según las inclemencias del tiempo y las circunstancias, improvisando, consultando a expertos (Google y mis padres en mi caso), tratando de favorecer prioritariamente a quien  más lo necesite. De la misma forma, a veces, me equivoco, y se me secan algunas, crecen de menos, de más, o donde no deben.

         Y así estamos. Seguimos con predicción incierta de la chica del tiempo. A ver si pasan las borrascas...y nos abrazamos  sin miedo. 

#QUEDATE EN CASA.


No hay comentarios:

Publicar un comentario