De repente deja de pensarlo, porque no es rival para sus prioridades, y renuncia a lo natural, al dictado de la piel, las miradas, al hilo rojo.
Un cerebro y un alma entregados, sordos y ciegos, no son nada frente a veintitantos calendarios, una almohada, su perfume, los votos por cumplir...su cuento escrito para final feliz, con príncipe, fantasmas, brujitas, abuelitas y lobos internos.
Es feliz, o algo muy `parecido en su acompañada soledad, por eso la sonrisa y el
universo entero no funcionan como cantos de sirena, aunque la intención de devorarle sea sólo a besos.
Así que asumes que no vas a saber cómo termina el cuento, que las perdices no te las comerás tú, y que el colorín, no será tu colorado. A veces los cuentos no acaban bien, y hay que guardarse el corazón.
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