martes, 4 de noviembre de 2014

PRESCINDIBLES

                                  Anoche dormiste poco, igual que yo, y hoy, mis ojeras protestan la ausencia de tus brazos. El otoño, que ha venido de golpe, como tus besos, melancoliza las horas. Si fuera posible escaparse del mundo, hacernos invisibles y prescindibles, dedicaría el día a abrazar tu cansancio, dejando fuera el viento y las nubes. 

                                 Es día de  tibiezas, de suavidades,  de aplazar las pasiones para  disfrutar placeres más serenos.  Día de baño de espuma, caliente,  muy caliente, en silencio. Ni siquiera lo invadiría, para no empañar tu reposo. Me dedicaré a lavar tu cuerpo con suavidad, lentamente, a masajear tu cabeza, susurrando y sacando, con las yemas de mis dedos, los gritos acumulados en tus sentidos.

                                  Bajaría por tus hombros y tu cuello,  resbalando mis manos, arriba y abajo, suavizando con caricias las marcas que te dejan tus particulares guerras. ¿Puedes oler la sensualidad? ¿Puedes oír el silencio?

                                  Se te va a enfriar el té.  Deja que la yerbabuena y las esencias enmascaren las palabras bruscas, los ruidos, las disputas. Disfruta siendo, durante unas horas, el centro de mi universo. Déjate cuidar.

                                  Sal ahora del baño, para que te seque, que nadie como yo va a recorrer cada centímetro de tu piel, confortando con toallas lo que  luego será mi cena. 

                                  Deberías dormir, ahora...Las sábanas que  preparé, te esperan en penumbra, oliendo a limpio,  a nube, a sueño. Deja que te cubra, que te acomode las almohadas, que te susurre que todo va bien, que yo me encargo de la vida mientras velo tu siesta.  Ni te darás cuenta de que me deslizo, desnuda y tibia,  entre las mismas sábanas,  para  calentar tu cama sin tocarte siquiera. Para mirar tus ojos cerrados,  tu boca entreabierta, tu respirar sereno.

                                   Mi duermevela se despabila de cuando en cuando, y te sonríe aunque no lo veas, vigilando que ni el frío, ni el calor, perturben tu descanso. Por si sueñas conmigo....

                                  Ya es tarde,  y la noche, que en noviembre se adelanta a las ganas de cena, ha cambiado  las luces otoñales que se colaban por las cortinas, por una negrura soporífera, que no me deja adivinar tus bordes...  Enciendo una luz suave, que tiñe la pared de color caldera, y proyecta en ella la sombra de tus hombros. Ya te he respetado bastante, ya debes estar repuesto.

                                  Llevo tanto tiempo entre  tus sábanas,  sin  rozarte,  que somos isotermos, dos animales de sangre caliente, de pieles calientes.  Me  acerco a tu espalda y acoplo mis caderas a la curva de tus nalgas, y mis rodillas se pliegan en el hueco de tus piernas. Me apoyo en mi brazo derecho, abrazando tu cintura con el izquierdo,  para  acercar mis pechos a tu espalda, dejando mi boca cerca de  tu cuello, respirando entre tus hombros,  olisqueando tu nuca. 

                                 ¡Qué olor el tuyo...! Lo reconocería entre todos los perfumes de la tierra, con sus matices. Porque siendo el mismo,  no hueles igual tras las orejas que en el ombligo, ni huelen tus brazos como tu pecho, ni tus ingles...

                               La punta de mi nariz,  lo único  frío que me queda, traiciona mi estrategia, y me delata cuando  roza el trasero de tu oreja. Te mueves,  apenas te desperezas con la cabeza, como buscándome en tu retaguardia.

                              Besos tiernos, cálidos, cortos,  suaves,  largos...voy mostrando el catálogo sobre tu espalda, mientras mis manos comprueban que tus nalgas y tus muslos siguen ahí. Te encanta que te acaricie, que te toque...Es una suerte, porque no sé dejar de hacerlo.

                              Ya remoloneaste bastante. Te das la vuelta y me suspiras, estirándote, mientras aprietas mi cuerpo, antes cobertor,  y ahora muñeco entre tus brazos. Fuera de la manta,  el frío,  y dentro,  tu piel suave, tu fortaleza tensándose a marcha lenta , enjaulándome.

                              Sonríen tus ojos y tus manos dan las buenas tardes a mis caderas, empujándolas a colocarse sobre las tuyas. Me cambias de sitio como quien cambia un vaso. Pero con dulzura diabetogénica, suave.  Se saludan nuestros labios,  los brazos, los pechos...Se abrazan las cinturas y tu erección se cuela entre mis piernas, como declaración de intenciones. Beso tu cara,  tu cuello,  tus  hombros (mi refugio espiritual perpetuo). Recibes mis besos y me los devuelves empapados, meciendo mi boca con la tuya. Mientras  practicamos este lenguaje, las manos van a lo suyo. Las tuyas pasean entre mis muslos y mi espalda, y parecen no creerse la anatomía de mi vulva, de tanto como insisten en ella. Las mías te pasan revista, ávidas de acariciar lo que han disfrutado mis ojos desde que llegaste. 

                                Hace calor. Apoyo mis manos en las canas suaves de tu pecho, y me incorporo apartando las mantas para contemplar tu desnudo imponente. La parte menos relajada de tí parece llamar a la puerta de mis entrañas, que están deseando abrirse para ella. Por fin dentro, suspiro. Comienza la danza de los vientres, ahora tú,  ahora yo, acompasando envites y filigranas , ayudando a nuestras ganas con las manos,  los labios y toda parte de nuestros cuerpos que quiera participar. 

                               No se cuanto tiempo llevamos así, pero toda yo estoy de fiesta y te celebro derramándome por mis piernas, ya cansadas de buscar tu placer y el mio. Decides que ya está bien de vainillas, y me tumbas. Mi espalda agradece la sábana fría, y cuando amarras mis manos con tu izquierda, y vuelves a meterte en mí, clavo mis ojos en los tuyos,  como te gusta, para terminar de gemir juntos, extenuados,  con un cansancio que nada tiene que ver con el del  primer renglón. 

                             Para todo esto está hoy el día... Claro que no somos invisibles,  ni prescindibles.  Pero si un día encuentras un hueco en la agenda, nos conjuramos,  y lo hacemos.

                              Aunque nos tengamos que saltar el baño y la siesta...

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