martes, 6 de septiembre de 2016

45

            Hoy cumplo 45. Desde hoy, estoy más cerca de los 50 que de los 40. Y eso está bien. Esto de vivir, aún con sus malos ratos, engancha.

            Lo único que asusta es darte cuenta de que, a pesar de que muchos piensan que es el ecuador, que a partir de ahora es la cuenta atrás y todas esas chorradas (quién sabe si la cuenta se acaba mañana...), todavía no soy lo suficientemente sabia, ni serena, como para  seguir sin equivocarme. Queda por aprender mucho más de lo que sé. Eso es lo que nos diferencia a los jóvenes de los viejos de 45 años,  que de los dos tipos somos.

             Yo sé ya algunas cosas: que cada día merece la pena por algo,  que dios no existe, que el amor no mueve montañas, pero si las sube, el valor de la salud, que el sexo es bueno en cualquier variedad consentida por los partícipes, y que no es tan banal como muchos piensan, que hay arrugas buenas y malas, según el gesto que las origine, y que ninguna me gusta,  pero me acostumbraré, que los padres somos responsables de crear buenas personas y enseñarles, sobre todo, a ser felices, pero no  de que lo consigan, que no hay que hacerlo todo bien,  y que nadie es menos que yo, pero más tampoco. Sé querer con todo el alma y sé que para que me quieran, tengo que quererme yo.

               Me queda mucho por aprender, claro. No sé distinguir a los mentirosos,  ni tolerar la mala intención. No conozco los paisajes, ni los sabores del mundo. No sé italiano. No sé decir adiós,  aprendo, poco a poco, a decir lo siento. No sé frenar mi entusiasmo cuando lo tengo, ni encontrarlo cuando se va. No entiendo la gracia de Woody Allen. No sé soportar el dolor de mis hijos, ni ser inmune a sus sonrisas cuando quieren conseguir algo. Tampoco puedo evitar presumir de ellos.

               Solo espero tener tiempo de aprender la mitad de lo que sé que no sé.

               Brindo por ello.

No hay comentarios:

Publicar un comentario