La primera de mis dos sempiternas realidades cumple hoy 19 años: 228 meses, más nueve dentro de mí, y no cambiaría por nada del mundo ni uno solo de sus besos.
Se está convirtiendo en una mujer tan guapa como su carácter, una protoingeniera que presume de su protoprofesión, de la que, si el trabajo constante y la inteligencia le cunden, va a disfrutar mucho. Anda enamorada de un alma de artes y letras y criando un gato negro que la está embrujando. Ejerce de hija y de hermana, y a veces pretende ser madre de todos, y le pone tanto corazón a la vida, que se le desboca.
Este año, como todos, su compañía ha sido un don para mí, con el añadido de nuestro momento especial, nuestro viaje de chicas, cuatro días para las dos en Florencia, durmiendo en el paraíso, literalmente, y viviendo uno de sus sueños en las calles de una ciudad cuya belleza estaba a la altura de su cara. Y todavía pensará, ingenua, que el regalo fue para ella.
Te quiero, mi niña, para toda la vida, sin posibilidad de divorcio y a pesar de todo lo que pueda pasarnos. Dalo por hecho.Espero escribir muchos renglones con tus cumpleaños y que seas feliz, como yo de tener el título de madre tuya.
Besos y achuchones apretaos.
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