jueves, 16 de febrero de 2023

DECISIÓN

                   Enamorarse es una decisión. Si bien la pulsión es cardiogénica, por la estantería en la que ubicamos los sentimientos, la compuerta la abre el cerebro, decidiendo perder la serenidad. Porque el amor no da paz, sino que la quita, te la cambia por Vida. 

                  Cuando esa vida de piel, saudades, sofá y manta contigo, borracheras sin alcohol y madrugadas claudicantes acaban, empieza la guerra, con el otro o con uno mismo. El desenamoramiento tampoco genera paz.  Sigue siendo vida, en su versión cruenta.

                  Como duele, hay quien decide no arriesgar,  permaneciendo fiel a su paz o a su guerra, sobreviviendo(¿viviendo?)como quien visita el museo donde los demás exponemos nuestras cuitas, en plan oyente y mirante. 

                   Yo lo probé durante un tiempo, pero casi me diluyo en el intento, así que tiré mi alma por la ventana, y desde entonces, me enamoro. Así, a lo grande. Y vivo. Mucho. Por si la vida es  aún más corta de lo que parece.

                   Lástima que mi Cupido sea un energúmeno de las mazmorras del Averno, con peor puntería que el niñato de Sin perdón.

                   

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