
A una ciudadana relativamente joven, trabajadora en activo, casi siempre, madre de dos escolares e hija de pensionistas, no debiera resultarle aburrida la política.
Pero cada vez que intento ponerme al día, me parece un grupo de impresentables jugando a "vamos a contar mentiras". No se salvan ni mi "intocables", que basta rascar un poco para llenarse las uñas de bazofia.
A ver si las vacaciones les dejan ver, aunque sea desde sus alturas, un poquito de realidad. A ver si les choca ver las carreteras sin caravanas, aeropuertos sin aglomeraciones, y playas medio vacías. A ver si les sorprende que los hoteles, las terrazas y los chiringuitos no se llenen.
Y no es culpa de los baches, ni el mal estado del asfalto. Ni de los accidentes de Ryanair, ni playas sin limpiar por falta de presupuesto de los ayuntamientos. Ni han dejado de gustarnos las sardinas.
Lo que pasa, es que no podemos pagarlas. Que resulta que el españolito, no tiene ni para gasoil con el que acercarse a pasar el día bajo la sombrilla, con bocata y botella de sangría.

A ver si con el sol, y precio de los gin-tonic fuera del Parlamento, les da por dejar de hundirnos, y comprenden que la Marca España consiste en poder presumir de casa cuando alguien te visita, y a la nuestra le huelen los bajantes, y le sobran las goteras, desconchados y muebles rotos. Y España era casa de suelos de mármol, paredes impecables y techos altos, con muebles y cuadros valiosos, causando admiración y resultando acogedora.
Y se nos está cayendo a pedazos.
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