viernes, 21 de marzo de 2014

DE DESPEDIR A CARMEN, VENGO

             Vengo de despedir a Carmen. ¿Qué Carmen? La madre de Juanma,  mi cuñao. Fue Carmín para su padre, que era bastante rojo, y Carmela para los que la frecuentábamos en la Feria, y en bodas,  bautizos y comuniones.

             Una mujer  pequeña por fuera, que mereció vivir más de 77 años, pero que tuvo la mala suerte de que se encaprichara de ella el bicho malsano, que le comió las entrañas, poco a poco, traicionero, hasta que fue demasiado tarde para matarlo, sin matarla a ella. 

              Nació en aquella Sevilla en la que la vida no resultaba fácil, menos aún, si no eras de derechas. No sé mucho de su infancia, pero con 17 años se puso de novia con Antonio...y hasta hoy. Toda la vida juntos, criando cuatro varones, entre el Tiro de Linea y Chipiona, pateándose las calles de Sevilla detrás de los pasos, que es lo que le toca a una esposa y madre de  capataces y costaleros. 

              La mujer del López.

              La de costales que habrá cosido. La de túnicas que habrá planchado. La de  ollas de menudo, y de cabrillas con tomate, para sus niños.

              Para mí fue la madre de Juanma. La suegra de mi hermana. Familia desde que se quisieron, y, sobre todo, desde que su sangre se juntó con la mía en sus dos nietos chicos, mis sobrinos. La mujer que nos recibía con los brazos abiertos cuando buscábamos a los López por las casetas, o en su casa de Chipiona.   

              Me gustaba escucharla  contar cosas. Era inteligente, pero creció en la  época en la que las mujeres no estudiaban. ¡Que si no...!

             Hablaba con orgullo de  lo que le había costado criar a cuatro varones, ella sola, cada uno de una leche. Varias  veces me contó sus partos, presumiendo de que, siendo tan menuda, había parido, sin rechistar, niños de más de cuatro kilos, y que su médico, asombrado, le decía que era "mu buena pariora". Se embelesaba mirando a su Jose Antonio, su Rafael, su Luis y su Juan Manuel. Todos con nombres checoslovacos...como Antonio, su marido.

             Pues se nos fue ayer, Carmela. Se va a quedar a esperar a los suyos a los pies del Cristo de las Mieles. Y vengo de despedirla con un nudito en la garganta, pero contenta de haberla conocido, y agradecida porque sé que me apreció.

             Descanse en paz.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario