Mis ojos reconocen tus hombros, tus hechuras, el ademán de tus manos o el balanceo de tus andares, en los de otros hombres cuando me los cruzo. Guapos, claro...
Oigo susurros que suenan a tus te quiero, y por las esquinas, tu risa. Pero no cualesquiera, sino la que gastas mientras me besas, esa que sólo yo sé como suena.

Tus besos, que saben a todo lo bueno, los saboreo en mis chocolates, mis salsa especiadas y mis licores, aunque ni la ambrosía más exquisita supera al placer de morder tus labios.
Y en cada pulgada de mi piel, siento la caricia de tus cueros, el calor de tus rincones, la insistencia de tus dedos, dejándome tu huella indeleble.
El último de mis sentidos es el que más te reclama, te llama a gritos, y me desquicia, y no es sino el sentido que das a mis intenciones de quererte para siempre.
Dime, cariño, ¿qué le has hecho a mis sentidos...?
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