Amiga, los nudos de mi garganta los forman los atascos de las rabietas, amordazadas por la consciencia de saber que no me pertenece, que no tengo derecho a negarle nada, y que no puedo impedir que desee cosas que están fuera de mi alcance.
La sonrisa que a veces no me ves, se borra cuando no quepo en sus legítimos planes, ya hasta los míos se me terminan atragantando.
Y la tristeza acude a visitarme, porque quiero quererle con la parte racional de mi cabeza, pero lo hago con la que llaman corazón, que resulta ser una loca malcriada y caprichosa.
Todo eso, amiga mía, es egoísmo del grande, del que siempre abominé, y que ahora trato de tragarme como si fuera cicuta. Nunca permitas que lo llame amor.
Voy a darle tiempo al tiempo, espacio a los deseos, alas a los pensamientos y besos al aire.
A ver si los recoge.
A ver dónde llegan...
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