Yo lo tengo, pero mi temporada de huracanes está siendo intensa y larga, y él viene tocado de sus propios tifones, así que a ver cómo sorteamos los rayos, sin que nos lleven por delante.
He descubierto que empapar su pecho descongestiona el mio, porque la misma llave que libera el llanto, abre las compuertas de la risa, que ya vendrá de camino, porque cuando se limpian las tuberías, primero sale el barro.
A veces, muchas veces, necesitas hablar con ese amigo de tus fantasmas, porque invocarlos es la única forma de enfrentarlos. Ese amigo se convierte entonces en el exorcista de tus desgarros. Si te quiere, como el mio, se queda para levantarte, para seguir luego en el mismo sendero, aunque a diferente paso, sin que te sientas pequeña a su lado. Tanto así me quiere.
Voy a levantarme. Voy a perdonarme, porque de los errores se aprende, porque el que se tropieza y cae, es porque se mueve. Voy a revocar esta autocensura que no busca sino ocultar mi debilidad, mis 50 sombras, mi miedo atroz a no estar a la altura, a que la decepción te aleje, a entender que me equivoco y asumir las consecuencias, mientras siento que me hundo en mis arenas movedizas. Voy a concederme la absolución.
Respetaré los espacios, pero dejando que me invadas de cuando en cuando, y sin miedo de atacar el tuyo alguna vez.
El dinero llama al dinero, las desgracias nunca vienen solas, y las sonrisas provocan otras. Del mismo modo, hay que quererse mucho para que te quieran, y yo he dejado de quererme. Eso te cubre de moho, apergamina tu piel y te deslustra el pelo y la mirada. Me toca cuidar de mí, para volver a ser aquella mujer que me gustaba tanto, capaz de volverte loco, y dentro de poco, cuando relea estas letras, será como ver una película antigua, de las que empiezan mal, sabiendo que al final se besan.
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