Lo que nos pasa es que tú no sabes comer chocolate. Vas de sibarita malcriado de costumbres nobles y gustos exquisitos, y a diario te alimentas de una ambrosía difícil de superar. Pero te gusta el chocolate y no sabes disfrutarlo.
Una pena, porque es delicioso, cardiosaludable, y uno de los pocos vicios recomendables para quien aspira a una vida dulce y satisfactoria. Rico en triptófano y aumenta las endorfinas, mejorando ostensiblemente el carácter y la sensación de bienestar, sin olvidar que el simple hecho de saborearlo es un placer de dioses...digno de mortales.
Tú lo comes a escondidas, dándote atracones esporádicos, festines paroxísticos, diría yo. Pero esa no es la forma de disfrutarlo. Que va... Los atracones te calman durante unos dias la ansiedad acumulada, y proporcionan una satisfacción intensa...pero pasajera. Paliativa, no curativa.
Lo que debes aprender, y me duele la boca de decírtelo, es a poner chocolate en tu dieta habitual, en pequeñas porciones diarias, que mantengan tus niveles óptimos de triptófano sin desbordarlos, y prevengan tu ansiedad, en lugar de calmarla. Comerlo con apetito, no con hambre de lobo.
Eso no quita que, de cuando en cuando, te permitas un homenaje chocolatero, una orgía de cacao, que no deja de ser un pecado benial al que seguir apuntándome. Siempre.
Así que hazme caso, cariño, y aprende a comerlo de una vez. Ponlo en tu vida.
Palabra de chocolate...
1 comentario:
Más quisiera yo. No me deja mi médica.
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