martes, 19 de enero de 2016

MI CUADRO

                         He dudado a menudo sobre mi forma de conducirme en la vida, como todo dios. Ahora más, desde que me he parado a observar como va el cuadro antes de que se me convierta en un churro.

                          Siempre he defendido  las entrañas, el dictado de las pulsiones, eso que los cursis  llaman dejarse llevar por el corazón, poniendo como límite único el respeto a los demás,  sentimientos incluidos.

                          Es por ello que  pequé de mal genio, soberbia, coqueteo excesivo y, por qué  no decirlo,  de tonta.  En mi favor he de alegar que, salvo los accesos de mal genio, las consecuencias de cada uno de esos brochazos  en mi cuadro, las pagué yo.

                         Debo haberme hecho mayor sin darme cuenta, que es la forma amable  de hacerse vintage, y se me ha recargado mucho el cuadro.  No he seguido fielmente mi boceto de los 16 años, me he salido en los bordes, y le hice  borrones intentando corregir el tono de algunas  pinceladas. No he descubierto hasta hace poco que no se pinta igual a los veinticinco, que a los treinta y cinco , ni a los cuarenta y cuatro años,  cuatro meses y trece días. Ni hablar.

                          Pero he visto la luz, y la luz me gusta (alguien muy cercano  se va a reír de esta última frase, espero), y he decidido usarla en mi favor, porque creo que, convenientemente enfocada,  me sentará bien. A esta edad hay que hacer lo que a una le favorezca, no lo que se lleve, o te aconsejen los gurús. 

                         Voy a limpiar los pinceles, y estoy buscando repuesto a los colores que se agotaron. Creo que voy por buen camino para ser feliz sin hacer daño. Eso me convierte en una buena pintora, ¿no?

                         Estoy curando heridas, perdonando  mis errores, para hacer borrón y cuenta nueva, que la caridad empieza por uno mismo,  y la llave de los caminos, largos o cortos, es dar el primer paso. Hay mucho sendero por conocer y no pienso recorrerlo arrastrando las botas. Taconazo y tapas nuevas.

                       
                        ¿Te  pinto en mi cuadro,  cariño?

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