Nadie puede juzgar la soledad de otro, por mucho que le conozca, ni valorar su profundidad, su área, el bocado con el que muerde su alma.
No creo que se pueda estar absolutamente solo, ni infinita, ni eternamente. Eso sería la muerte. Estoy convencida de que la soledad se divide en parcelas, y por eso, teniéndote conmigo, puedo sentirla en las otras habitaciones de mi Yo.
Siempre tuve tantas manos a las que cogerme, que no doy crédito al ver la mía tan vacía. Probablemente las solté, o resbalaron. Y ya no vienen a mí, porque nadie quiere estrechar manos heridas, temblorosas, secas....
Voy a cuidar mis manos. Las ungiré con aceites y las mimaré con masajes, y puliré mis uñas. Voy a protegerlas del frío y los cuchillos, y a vestirlas con anillos discretos.
Quizás cuando mis manos vuelvan a ser acariciadas, encuentren con qué rellenar las soledades que no te corresponden.
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