viernes, 15 de enero de 2016

CADÁVERES SIN TUMBA

                         Siguen flotando cadáveres en el Mediterráneo. Hablan los que saben de que nos enfrentamos a una de las mayores  crisis humanitarias conocidas: la inmigración.

                         Desde el principio de los tiempos,  la humanidad se mueve a favor de la supervivencia, migrando allí donde poder salir adelante, que hasta hace poco,  consistía  en comer y no morir de frío. 

                         Poco hemos evolucionado. Somos tan torpes que, a pesar  de explorar el espacio,  volar como pájaros, ser capaces de  producir sandías en invierno, clonar ovejas, y potabilizar el agua de las alcantarillas, no repartimos estos bienes, ni los hacemos llegar  a los confines de la tierra, a las regiones desfavorecidas, donde intenta vivir gente  como tú y como yo, que no tuvo la suerte de que la cigüeña se posara en el continente bueno. 

                        Queremos llegar a Marte y no llegamos a África, ni a Siria, ni a tantos sitios...y seguimos pensando que hay vida inteligente en la Tierra. 

                      Hace años que mueren  a miles intentando cruzar el mar. No son negros, ni moros, ni terroristas. Son miles de muertos sin tumbas, pero presentes en la memoria de sus padres, hijos y esposas. 

                      Los que seguimos siendo meros espectadores de este goteo de cadáveres, tenemos el tremendo descaro de indignarnos ante la indolencia de las autoridades que nosotros mismos elegimos, y la enorme necedad de suponer que somos los afectados por el paro,  el gasto, la inseguridad y el atropello a nuestros privilegios que nos acarrea la inmigración. 

                     Despertemos. El problema no lo tenemos en Europa porque se nos llene la casa de sirios, africanos o "sudacas". El problema lo tienen ellos, que carecen de agua,  comida, techo, esperanza y amparo. Esos a los que se les mueren sus niños sin saber de qué, pero conscientes de que  no habrían muerto en otro sitio. Esos que son perseguidos porque no  piensan como el de la metralleta, por no rezar al dios correcto, o por no amar al del sexo contrario.

                     Niños soldados, niñas casadas,  mutiladas,  perseguidos,  vejados, olvidados, hambrientos de todo. Los parias que sueñan con la vida digna que el azar les negó al nacer. Esos que no ven cómo se ahogan los que le preceden en la travesía suicida hacia la supuesta salvación. Solo quieren salir del infierno en el que purgan pecados de otros, sin haber muerto todavía. Ni vivido tampoco. Que ningún padre arriesga la vida de su hijo, si no está convencido de que es su única oportunidad. 

                    Vamos a llevarles su parte, para que no sigan muriendo por llegar a donde estorban por pedir lo que es suyo. No cerremos la puerta a los justos, por miedo a que se cuele algún pecador. Tendamos puentes,  carreteras, vías,  ejércitos, pantanos, agua y pan. Devolvamos a África parte de lo que le quitamos,  y restablezcamos la paz en Oriente Medio, a pesar de nuestros intereses. 

                   Llevémosle la vida, aunque solo sea para que no traigan a nuestra puerta la muerte que nos molesta tanto.

                   Indignémonos con ellos, que tienen el problema y el derecho a indignarse.

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