lunes, 8 de febrero de 2016

EL JARRÓN ROTO

                 No sirve para tener el corazón roto. La falta de costumbre, supongo. No sirve, y por eso, a ratos, no sonríe. Roto el corazón porque le duele sentir la magia que ya no compartes, y es consciente de que puedes ser el mejor Tú sin ser con ella.

                 Se le ha roto el jarrón, ya no tiene arreglo. A un papel arrugado no se le quitan las marcas, por mucho que lo planches. Cuando te han besado con tantas ganas, cuesta aceptar los besos vacíos, con intención de amarla, pero solo queriéndola.

                 Ha llegado a perder la cabeza, lo sabes bien, y su vergüenza  por ello la empuja hacia el fondo; pero ha ganado en templanza y grandeza de miras todo lo que perdió en lágrimas. 

                 Debes entender que, por mucho que uno insista, no se enamora de quien pretende hacerlo, y ella ya no se siente a la altura. Le conmueve,  tanto como le hiere,  tu empeño en buscar la llama,  y se le amarga el ser por ello.

                 No podrás enamorarte de su amargura,  alimentada por su corazón roto, que lo rompió la certeza de tu desenamoramiento,  que tú intentas remediar,  pero no  puedes enamorarte de su amargura,  que se alimenta  de su corazón roto....y así hasta el infinito.

                 Saldrá del pozo, seguro, y encontrará amores  a su antojo. Pero es probable que el tuyo  esté ya ocupado para entonces, y ni siquiera te des cuenta de que volvió. Esa certeza le está anestesiando el corazón, le agría la existencia, y tú no podrás enamorarte de su amargura....

                 No sonríe. A ratos no sonríe, porque nunca  había tenido el corazón  roto, y no sabe qué hacer con los pedazos.

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