Jugar con la luz puede resultar un truco de belleza fascinante. Utilizada con buenas artes, alisa la piel ajada, alarga las sombras de las curvas precisas, destaca la turgencia de los senos, la fortaleza del brazo, la tersura de una nalga...
Esa misma luz, que por exceso puede arruinar el momento, esclareciendo imperfecciones de la ilusión que manejas de su cuerpo (o del tuyo), puede, por defecto, enmascarar los castigos del tiempo y la saturación, creando fantasías y deleites, con rostros y cueros sumamente deseables a la vista de los que tienen la suerte de vernos con la luz justa.
Por eso, Cari, y dando por sentado que me deseas incluso en situaciones extremas, que te conozco, y que tú me gustas hasta vuelto del revés....haz el favor de instalar ya las lámparas del dormitorio... Cari.
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