domingo, 22 de marzo de 2020

BODAS DE ORO EN CUARENTENA

                Hoy hace 50 años de esta foto. También fue domingo, pero de Ramos. Y también llovió el día antes. Yo no me puedo acordar, porque no fui a la primera boda de mis padres, pero hoy, que íbamos a celebrar la segunda, no puedo darles ni un beso. No importa. Ellos saben cómo los quiero y con qué ganas los voy a abrazar en cuanto la guerra termine. 

                 Con estas letras quiero hacerles llegar  un poquito de ternura, que sientan la penita que lo agridulce de este día nos provoca a sus hijos, sus yernos y sus nietos. Digo agridulce porque nos alegramos sobremanera de vivir con ellos este día, pero nos apena que lo  vayamos a celebrar de una forma muy diferente a la prevista, cada cual en su casa, y vosotros en la de todos, pero solos.

                 Hablo en mi nombre, pero seguro que mis hermanos hacen suyas mis palabras cuando os digo, Papá y Mamá, que sois unos padres excepcionales, que vuestro matrimonio, imperfecto como todos, es para nosotros motivo de orgullo, y que al margen de todas las cosas que habéis vivido y construido en común, tenéis tres hijos que presumen de sus padres. Y eso es una proeza, creedme.

                 Por eso, todo lo que tenía pensado escribiros  para celebrar vuestra vida en común, lo dejo para más adelante, para el día en que podamos hacerlo como es debido, con sonrisas, besos y  achuchones, porque aquí hay padres y abuelos para rato.

                 Así que cuidaros ahora, y celebradlo hoy sin nosotros, como aquel primer día en común, con un amor maduro, y, a diferencia de aquel veintidós de marzo, con más recuerdos que sueños. Espero que hayáis cumplido muchos. 

                Así que muchas felicidades. Tenemos pendiente  la fiesta. Y los besos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario